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Aunque una lágrima tras otra rodaba por las mejillas de la princesa Jazmín, contuvo su pecho acongojado en silencio, agachando la cabeza y ocultándose en su gorra

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Aunque una lágrima tras otra rodaba por las mejillas de la princesa Jazmín, contuvo su pecho acongojado en silencio, agachando la cabeza y ocultándose en su gorra.

Solía preguntarse a menudo qué pasaba después de un beso y lo descubrió: el mundo se venía abajo de tristeza.

Sabía que era la decisión correcta pero no imaginó que el dolor sería insoportable.

Cuando regresó al palacio pidió estar sola. Olivia intuyó que algo habría ocurrido, se imaginó una pelea, un rechazo o algún tipo de desilusión que había causado angustia en su princesa. Porque, aunque esta intentara ocultarlo, se notaba la luz apagada en su mirada.

La dama de compañía pensó que esto provocaría que la princesa no quisiera volver a salir en varios días, pero, al contrario, continuó cumpliendo con reuniones, eventos y talleres como si nada hubiera pasado. Aunque Olivia percibía el desgano en la joven monarca a través de sonrisas forzadas y pasos pesados.

En un nuevo día, mientras acomodaba su bicicleta en el estacionamiento correspondiente, pensaba en los preparativos de la boda y la fiesta de disfraces anual que estaban en marcha. Si la princesa no levantaba el ánimo podría, incluso, recaer su salud.

―¡Hola, Olivia, buen día! —saludó Felipe contento.

A la joven le tomó un instante salir de su distracción y le devolvió el saludo con una ligera sonrisa.

―¡Oh! —comentó de repente el jardinero—. Qué curioso, ¿es tu bici? Me parece conocida. —Pensó un momento y chasqueó los dedos—. Cristina usa una como esa, también es blanca. —Ante el gesto de confusión de Olivia explicó—: Es la novia de Benedict. Hemos salido unas cuantas veces. —A su mente llegaron gratos recuerdos que lo hicieron sonreír y añadió—: Gracias a ellos pude acercarme a Elenita.

La mujer no tuvo un espejo para ver su semblante tan blanco como el papel.

Rápidamente logró atar cabos y concluir que la aflicción de la princesa se debía, como había intuido en salidas anteriores, a un hombre, a este hombre.

Felipe preguntó si se sentía bien, pero no pudo quedarse ya que don Pascual lo llamó a la distancia.

Olivia apenas movió la cabeza de arriba abajo y este se marchó. No se percató que no estaba respirando hasta que Valeria la alcanzó e intentó retomar el ritmo de sus pulmones.

―Buen día, Olivia, hoy a las diez es la degustación para la banquetería de la boda. Por favor, ayúdame a convencer a la princesa de asistir. Esto de dar su aprobación a todo sin, a veces, presentarse, está poniendo incómodos a los involucrados.

―Yo...

―¿Te sientes bien?

―Sí, sí. La ayudaré, hablaré con la princesa. —Intentó mostrarse segura, aunque se mostraba agitada y con el rostro arrugado.

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