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Jazmín agachó la mirada mientras sonreía y escuchaba la voz de Benedict por teléfono

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Jazmín agachó la mirada mientras sonreía y escuchaba la voz de Benedict por teléfono.

Este le contaba divertido cómo Felipe le preguntaba sin cesar cómo era el papel de tocador para la realeza, y si era cierto que para la escuela alguien más le hacía las tareas; cuántos autos tenía en su estacionamiento y aviones.

La princesa sonrió con gracia, estaba tan entretenida la conversación que no sabía cómo abordar el tema que tenía en el papel entre las manos.

El abogado le había enviado una carta, apenas había terminado de almorzar cuando la abrió y decidió coordinar una llamada con su prometido. Este ahora le contestó desde Charlesburg.

―Me gustaría pensar que desobedeciste la regla de mantener la distancia entre los dos porque me extrañabas, pero considerando tu espíritu de fuertes convicciones, intuyo que sucede algo más —comentó el hombre.

―Sí te extraño —se apresuró en responder. Hubiera querido sonar romántica no desesperada. Arrugó el entrecejo y al escuchar la ligera risa por el auricular en la oreja sintió alivio.

―Yo también, mi bonita.

La piel se erizó en un segundo. Jazmín recordó las múltiples historias de amor que había leído y saber que tenía su propio protagonista era mil veces mejor.

―Confieso que aún no me acostumbro del todo a la idea de que seas el príncipe, me doy cuenta que fue un error dejarme llevar por los prejuicios sobre ti. Sin embargo, sigo recordando todo lo que hemos vivido y... —Nerviosa, se quedó sin palabras.

―Todavía siento que fue ayer cuando estuviste en mi casa a la luz de las velas.

―Y el cine, el festival...

―El parque. Todo lo tengo presente, Jazmín y me sigues alborotando el alma como el primer día.

―Eres muy especial para mí, Benedict... O Joseph. Todavía no lo decido.

―Como tú quieras estará bien.

Ambos empezaron a notar un ligero dolor sobre las mejillas por tanto sonreír.

―A pesar de este sentimiento, que valoro y respeto, sé que hay un deber político que nos llama a los dos en el altar. Esta vez me lo imagino con ilusión. Aunque, por otro lado, significa que el sistema seguirá igual.

―Es lo que te preocupa —interpretó.

―Es por lo que he luchado todo este tiempo. Tengo en mis manos una sugerencia del abogado, tal vez nos equivocamos al pedir la eliminación del decreto, pero podemos solicitar que se modifique. Tal como los hombres de la realeza, quienes tienen la posibilidad de esperar hasta los treinta años para comprometerse en matrimonio, me parece lo más justo que se aplique lo mismo para las mujeres.

―Moralmente lo es. Biológicamente no sé si un jurado lo acepte. Se lo pautó de esa forma pensando en la vitalidad de la mujer para que se convierta en madre joven. Es cruel, pero solo somos peones para extender un legado reproductivo.

―Es cierto, pero aquí estamos y alguien debe intentar cambiar el sistema, y pienso ser yo. Esta vez no pretendo ir a la Corte Real, sino a la reina. Una mujer de treinta años todavía puede ser madre, la diferencia es que habrá vivido lo suficiente para despabilarse del mundo y el amor.

―Lamento que no hayas tenido esa oportunidad, Jazmín.

La joven se vio cortada un instante. Es verdad que, aunque tuviera éxito con la reina, el príncipe de todas formas tendría que casarse, y ahora que estaba enamorada hasta las pestañas, no iba a permitir que le pusieran reemplazo. Era un dilema agridulce. De modo que era mejor enforcarse en la esperanza de quitarle las cadenas a las mujeres de las próximas generaciones y en la alegría de casarse con el hombre que amaba, aunque esto significara recién conocer el amor en todas sus formas y ganar experiencia sobre la marcha.

―No quiero vivir en una fantasía, Benedict. Me encanta lo que tenemos ahora y me emociona lo que vendrá después. Pero si un día no funciona lo nuestro, me quedaré con los mejores recuerdos.

―Procuremos que dure una vida entera.

Jazmín sintió calidez en su pecho. Tenía verdadera intención de conocer sus luces y sombras, y aprender a amarlo incondicionalmente.

―Si deseas presionar a su majestad con esta nueva idea —continuó—, está bien, cuentas con mi apoyo.

Era importante escuchar esas palabras.

Era importante hacerle saber que no quería lastimarlo ni faltarle el respeto al compromiso marital que tenían en medio.

Era importante seguir luchando ahora con él a su lado.

Fue como recargarse de fuerza y sentir que podría enfrentarse al mundo entero. Era sentirse acompañada.

El amor, sin duda, le brindaba un tinte diferente a las convicciones de su corazón.

No sabía si esta vez sería diferente, si lograría el cambio en la política real que estaba buscando, pero era la última carta que le quedaba por apostar.

La reina ciertamente mostró un cambio en su actitud; Jazmín hubiera preferido que se mostrara más receptiva a las conversaciones cotidianas de la nieta, pero esta se vio incómoda ante el silencio de la monarca mayor. Parecía más reflexiva y afligida. Como si el roble que hubiera vestido durante años, de pronto, se hubiera caído.

La reina Alicia no tenía ganas de seguir ahondando en el pasado, ya lo había confesado y estaba experimentando emociones que no había sentido en muchísimo tiempo: miedo e incertidumbre.

Jazmín la estaba exhortando a denunciar a un agresor muerto, pero que, aun así, sería capaz de desempolvar un escándalo. ¿Cómo sería vista ahora?, ¿como una reina débil?

La realeza no muestra debilidad ni enfermedad.

Siempre debía ser así.

Fue error decirle la verdad a su nieta. Aunque también fue un enorme alivio.

¿Tenía razón Jazmín?, ¿sería capaz de ser fuerte como les enseñaba a las mujeres de la fundación?

Eran escenarios tan diferentes.

O tal vez no.

Al final, todas eran mujeres con heridas en el alma.

La nieta intuía que en esa profunda introspección no lograría más que una nueva discusión. Jazmín sabía que estaba pidiendo demasiado, y aunque tal vez jamás entendería el dolor de su abuela, sentía el deber moral de defenderla, aunque tuviera que abrir la herida de nuevo.

Y encima pedir la modificación del decreto real...

Tal vez un enfrentamiento solo terminaría en un nuevo cruce de palabras, pero si hiciera algo más que llamara su atención de verdad, aunque tuviera que arrastrar la opinión pública con ello...

No aceptoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora