Capítulo 3

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― ¡Dije que no! ¡Vas y punto!

― Pero teniente Larry...

― Amelia no me insistas, deja ese caso. Tenemos otros pendientes.

― ¿Hay algo más importante de encontrar al asesino de una chica que apareció de la nada en un museo?

― Ya han pasado tres semanas y no se encontró nada Amelia. Se interrogó al muchacho que si confesó tener una relación amorosa con Elizabeth pero su cuartada fue corroborada; estaba con su familia después de las 10:30 y se quedó a dormir. La autopsia indicó que la chica murió entre las 4 y 5 de la mañana. Tampoco se encontró el arma homicida o evidencias de su captor... lamento mucho decir esto, pero debes avanzar y fichar el caso como inconcluso.

Solté un suspiro quebrado, estaba enojada, estaba enojada por no encontrar más nada, enojada porque mi jefe tenía razón.

Ya había pasado tiempo, no podía tomarlo personal.

Respira 3, 2, 1....

― Tiene razón teniente ― cedo ― ¿En qué necesita que me enfoque?

Él se endereza con una sonrisa triunfante y mete las manos en los bolsillos del pantalón.

― Hay un caso, dirígete al teatro del norte. El equipo te está esperando allá.

Asiento.

― Entendido señor.

Agarro la carpeta de Elizabeth y la meto en la caja junto a todas las evidencias que recolectamos, la sello como corresponde y lleno la planilla que indica que está sin resolver el caso.

Me coloco mi gabardina negra, meto mi teléfono en uno de los bolsillos y agarro la caja saliendo de mi escritorio con ella.

­­― ¿Puedes llevar esto al almacén? ― le digo a una oficial en el pasillo.

― Por supuesto señorita Hall.

La dejo con la caja y salgo del departamento hacia el estacionamiento donde está aparcado mi auto, no es tan caro como el de Alec pero si es muy elegante mi camioneta.

Enciendo la estéreo y manejo por las calles principales para llegar a mi destino donde no tardo más de veinte minutos en llegar allí.

El teatro.

Aquí en Prípiat existen dos teatros, uno en el sur y otro en el norte, o sea un teatro de pobres que es el sur donde hacen eventos de caridad y esas cosas; mientras está el teatro del norte lo habitan los multimillonarios perdiendo horas de su vida en eventos de alta hipocresía.

Me estaciono y detallo el auto de Alec, está aquí.

Hace frío, meto las manos en mi gabardina y camino hacia la entrada que está siendo monitoreada por varios policías.

Me conocen, no tengo la necesidad de mostrarle mi credencial como criminalista, solo basta una sonrisa para que me cedan el paso.

Camino por el pasillo y entro al gran salón donde se encuentra el escenario y las butacas color vinotininto vacías.

Frunzo el ceño encontrándome con todo el escuadrón: Alec, Jenha, Sofia, Peter y Dayi.

Cada uno tiene su rama, aunque hacemos en mismo trabajo cada uno tiene sus fortalezas y debilidades. Sofia es muy buena haciendo análisis de toxicología, Peter es un genio con las computadoras y la electrónica, Dayi se mete en la mente de las personas con su juego de palabras y psicología, Alec es experto en ADN, Jenha es nuestra forense y yo soy la chica de las balas.

Y el teniente Larry él es bueno... ¿Gritando?

― Vaya Hall pensé que te ibas a quedar postrada en esa silla toda tu vida ― dice Peter.

La Dalia NegraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora