Capítulo 20

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Desperté lentamente, los párpados me pesaban, la cabeza me dolía y tenía una sensación extraña en el estómago.

¿Qué pasó? Estaba en el estacionamiento cuando...

Mis ojos se abren abruptamente, el horrible recuerdo de que alguien me golpeó en la cabeza sigue en mi mente.

Fui raptada.

Mi corazón se acelera y siento que no estoy respirando bien, la ansiedad me consume y me obligo mentalmente a calmarme. Soy una profesional, me entrenaron por si este tipo de situaciones llegase a pasar a lo largo de mi carrera.

Mente fría, sentimientos neutros y concentrada en el objetivo.

Analizo el lugar, es una habitación. Las paredes son de madera, se asemeja a la estructura de una cabaña; quizás si lo sea, por los bosques de Prípiat hay muchas cabañas, muchas...extendiendo mi búsqueda como a trescientos lugares.

Hay una ventana, sellada completamente con vidrio blindado, imposible de rompe, la luz que se filtra me indica que ya es de día ¿Cuánto tiempo he estado inconsciente?

No estoy atada, tampoco mi ropa ha sido cambiada. Puedo caminar libremente por la pequeña habitación que tiene una cama, una lámpara, una mesita de noche y la ventana. Lo que no encaja en el lugar es la puerta de metal, la que puede ser mi salida más viable.

Sigo dando vueltas en círculos cuando escucho la puerta abrirse, no sé cómo reaccionar así que solo me quedo parada en el centro de la habitación.

Cuando se abre veo a Dilan Ducane entrar con una sonrisa, en sus manos hay una bandeja con comidas y jugo. El enojo me llega a la cabeza y aprieto los puños.

Maldito cínico responsable de todo esto. 

― ¡Oh! Despertaste linda ― la puerta se cierra una vez pasa ― debes estar hambrienta así que te traje comida.

― ¿Por qué haces esto Dilan? ― musito.

Él suspira colocando la bandeja sobre la mesita de noche.

Tiene un pantalón beige, camisa manga larga abierta de color blanco. En su piel blanca se visualizan ciertas raspaduras y hematomas, me imagino que fue cuando secuestró a Aarón Royal. Su cabello castaño parece rubio a la luz del sol y sus ojos azules están perdidos.

― No lo tenía planeado, pero a veces toca improvisar ¿No?

― Yo no te hecho nada ¿Por qué lo haces?

Tiene los brazos cruzados en pecho, en sus labios se muestra la sonrisa de un psicópata y en un abrir y cerrar de ojos me tiene contra la pared.

Quiero moverme y defenderme pero mi cuerpo se siente débil.

― ¿Cómo que no has hecho nada? Desde que cruzaste el umbral aquella vez en el evento de mi padre me llamaste la atención, siempre la has tenido. Con ese vestido rojo...sé que quería seducirme...

Aprieto los labios cuando empieza a oler mi cabello.

― No sabes cuánto me emocionó saber que tú eras una de investigadoras del caso. Desde un principio estabas buscándome y te ayude a encontrarme. ― Continua ― te mandé notas, que tu teniente creía que eran para él cuando eran mis poemas para ti. Quería que me encontraras...

Toma mi mentón con su mano fuertemente.

― ¿Y qué hacías tú a cambio? Te revolcabas con tu compañero. Te vi Amelia, te observé todo el tiempo; cuando él te tocaba, cuando gemías su nombre. Es un simple criminalista y yo en cambio tengo dinero, poder...― el agarre de sus dedos me quema la piel― ¡Dime! ¡¿Qué tiene él qué no tengo yo?!

La Dalia NegraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora