Capítulo 4

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Estoy llegando al departamento cuando es Alec quien me aborda.

― Hola guapa ― ronronea.

― Sabes que te puedo denunciar por acoso laboral ¿No?

Alec tuerce sus labios en una mueca.

― Uno quiere cotejarte y te pones cortante.

― No quiero que me cortejes.

Si quiero. Alec contigo si a todo, daddy.

― Por favor, mírate ¿Quién viene tan sexy al trabajo?

― ¿Sexy? Alec, llevo 48 horas sin dormir, tengo ojeras, no me he peinado y lo único que me mantiene de pie y cuerda es el café ¿Y me estás diciendo sexy?

― Y no miento, te ves sensacional cansada y destruida.

Sigo de largo ignorándolo y calmando el fervor de mis mejillas, no es que sea apática a él, ni mucho menos que no corresponda a sus coqueteos pero a veces tengo miedo de que me nuble el sentido común.

Soy una criminalista, lo mío es la ciencia exacta. No ese exceso de oxitocina invariable.

El teléfono me vibra y lo saco sonriendo a la pantalla antes de contestar la llamada.

― Amelia ¿Eres tú? ― pregunta mi prima más pequeña al otro lado de la bocina.

― Si Didi ― carcajeo un poco ― llamaste a mi teléfono, es obvio que soy yo.

― Que sé yo si me contesta una princesa.

― ¿Y yo no lo soy? ― finjo voz de estar dolida.

Ella se ríe, y escucho voces a lo lejos. Es mi papá y mi mamá, me cosquillea la emoción de llamarlos, pero he estado tan ocupada que no he tenido tiempo ni para llamarlos y mucho menos visitarlos.

A veces me siento culpable de tener este tipo de trabajo y no poder estar con mi familia.

― No, yo soy una princesa y tu eres la villana del cuento Amelia ― dice entre risas.

― ¿Crees que soy como maléfica? ¿Tan mala como ella?

― Maléfica no es mala ― refuta ― la gente mala hizo que hubiese odio en el corazón de maléfica.

Sonrío, desde que vimos la película no ha parado de decir que yo soy como su hada madrina, como Aurora y maléfica, siempre termino consintiéndola en todo.

― Y si eres como ella. A veces cuando te enojas te ves fea.

― Hey, no seas tan cruel con tu prima mayor...hieres mi corazón bonito. ― cambio de tema ― dime Didi, tu no me llamas en vano ¿Necesitas algo linda?

― Bueno... yo... eh.

― Dime Didi que pasa.

― Bueno llamaba... ― habla lento ― para ver si podía usar una de tus pelucas para jugar a los disfraces.

― ¿Era para eso? Didi mientras las cuides puedes usarlas.

― Bueno, es que la tía dijo que era tuyas y sé que te molestan cuando toman tus cosas sin tu permiso.

― Obvio que me molesto ― bromeo con ella ― sé que tu tomaste mi trozo de pastel en navidad.

― ¡Hey! Eso no es verdad ― empieza a balbucear ― además tenía hambre.

― Eso no es excusa mentirosilla, ¿De quién te vas a disfrazar?

Suspira emocionada.

― ¡Rapunzel! Quiero ser la princesa del largo cabello de oro...

La Dalia NegraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora