Capítulo 23. Si me voy ya no regreso.

105 11 0
                                    

Siempre he dicho que un hospital es símbolo de dos cosas: nacimiento y muerte.

¿Porque? La respuesta es simple. En un hospital se puede ver el nacer de un nuevo ser humano, de un niño oh una niña ser abrazados por primera vez por sus padres, pero también se puede ver a alguien enfermo, muriendo en una camilla y tristeza.

Lugares como esos no son del todo horribles, y siempre dependerá de la situación en la que te encuentres. Hace un mes entre a uno por Aidan donde tuve miedo de perderlo, al igual que a Hannah. Pero también recuerdo cuando entre siendo yo una niña para conocer por primera vez a mi hermanita y, ese día fue muy feliz para mi.

Y hoy, vuelvo a entrar a un hospital para poder seguir alimentando esperanzas de que el este bien. De que exista otro tratamiento para que pueda recuperarse.

Sentada al lado de él con sus padre enfrente, era agobiante y tenso. Todos veníamos con la esperanza latente en nuestros ojos. Queríamos escuchar buenas noticias, sin embargo, el destino a veces es cruel y no nos da lo que no queremos.

—Aidan Gagher —la enfermera llamó, y de inmediato los cuatro nos levantamos—, pasen.

Sus padres entraron primero y sentí la presión de la mano de Aidan en la mía. Le devolví el apretón antes de sentarnos.

Yo me senté en la esquina del consultorio al igual que mi suegro mientras, Aidan y su madre se sentaban frente al escritorio.

El doctor se quito sus gafas y extendió la mano a Aidan. Era el mismo que lo atendía cada vez que veníamos.

—Bien, haremos la tomografías y los estudios de siempre, de acuerdo.

—Si.

Aidan se levantó junto al doctor y su madre y los vimos desaparecer detrás de la puerta. Me mordía mis uñas mientras esperábamos. Era la segunda vez que me quedaba afuera esperando, y era más difícil esperar a fuera qué entrar y ver que pasaba.

—Todo saldrá bien —susurro el señor Rob a mi lado.

—Si, todo saldrá bien —dije mas para mi, que para el.

Después de un rato los tres salieron, Aidan con su cara pálida como siempre que salía de ahí. Me sonrió apenas antes de volver a sentarse.

—Ten —el doctor se dio una paleta— recupera fuerzas.

Aidan se la comió y no se movió.

—Bueno, las tomografías... —ese silencio hiso que mi corazón se acelerará—, no salieron como yo esperaba. Como dije, tenemos que darle otro tratamiento, pero por el momento no hay uno mas. El que tenía era el más fuerte que se podría decir que tenemos para este tipo de casos, sin embargo, en Suiza han estado desarrollando un tratamiento, no está todavía confirmado de que funciona y como se puede administrar, aun así podemos pedirlo.

—Hágalo. Pídalo.

—Bien, entonces déjeme llenar la solicitud. Este tratamiento llegará máximo cuatro semanas.

—¿Porque tardará tanto? —pregunté.

—Al ser un medicamento todavía no confirmado, tendremos que esperar, mientras tanto, te daré uno para dolores de cabeza y la pérdida memoria.

Sin más remedio asentimos. Cuando salimos mis suegros fueron por el medicamento y para entregar la solicitud.

—Ahora vuelto —me dijo Aidan.

—Si.

Desapareció por el pasillo y el doctor salió de su consultorio.

Me quedé de pie esperando. Entonces el doctor se me acercó.

—Ten, se les olvido esto.

—Gracias.

Tome el folder poniéndolo bajo mi brazo. Entonces tuve un impulso.

—Oiga —llame al doctor

—Dime.

—Ese tratamiento, ¿cree que funcione?.

El tardo en responder, miraba a mis suegros que entregaban la solicitud y respiro hondo antes de hablar.

—No lo sé, quiero creer que si, pero no se han hecho muestras, no se a hecho nada. Entonces no se con exactitud.

—Y cree que el pueda esperar tanto para cuando esté listo.

Mis esperanzas iban en esa frase. Mi corazón se estaba partiendo y la respuesta que me diera, sería la que determinaría si sana, oh se termina de romper.

—Siempre he sido honesto con mis pacientes. Así que...  Solo te puedo decir, que pasen el mayor tiempo que puedan con el.

Eso me dejo el corazón destrozado. Prácticamente me estaba diciendo que no había nada más, que todo se podía perder.

—Lamento mucho esto, pero sean fuertes por el.

(...)

Abrí la puerta del departamento y me metí con la bolsa dejándola en la cocina.

—Creí que mi suegra no me dejaría quedarme sola contigo —dije.

—Te adora, si tu le dijeras que el cielo es de color rojo te daría la razón.

Sonreí y me lave las manos mientras Aidan dejaba las demás bolsas en la mesa.

—Bien, haré algo de comer.

—Te ayudaré.

—No, debes estar cansado, yo me las arreglo.

—No estoy bien.

Me acerque a el y tome sus manos.

—Ve a descansar. Te venias durmiendo en el auto, corre.

Soltó mis manos para tomarme de la cintura y besarme.

—Entonces ven conmigo. Luego cocinaremos.

Me tomo con fuerza de la cintura antes de cargarme y hacerme enredar mis piernas en su cintura. Cruce mis brazos detrás de cuello y bese esa parte con cariño.

—Entonces vamos a descansar un poco.

Me llevó a la habitación y se acomodo sobre mi.

—No te aplastó.

—No, y aún que no hicieras, no te dejaría quitarte.

Me sonrió y se acomodo en mi pecho rodeando mi cuerpo con sus brazos. Acaricie su cabello con delicadeza y pronto lo sentí relajarse.

Su respiración se volvió lenta, sus brazos aflojaron el agarre que tenía en mi cintura poco a poco. Mire sobre su cabeza sus largas pestañas y su piel pálida. Se veía tan apuesto aún que estuviera dormido.

Me quedé despierta velando su sueño.  Fue hasta que el sol empezó a ocultarse que me levante. Cuando estuve de pie tomé una manta y cubrí a Aidan con ella.

Salí de la habitación sin cerrar la puerta. Entre en la cocina y me puse el mandil sacando las cosas para cocinar algo.

Cuando tuve listo lo principal, rebane los pimientos rojos y los metí al sartén moviendo los.

Mi teléfono sonó y el nombre de mi amiga ilumino la pantalla. Conteste, puse el altavoz y lo deje a un lado.

—Hola.

Hola mi nena.

O por dios, se escuchaba ebria. ¡Claro!, hoy era la fiesta del amigo de su novio. Me invitó pero hoy tenía que ir con Aidan, y preferí ir con el.

—¿Dónde estas? —pregunte sonriendo.

En la fiesta. Debiste haber venido.

—Claro... No lo creo, sabes que no soy buena en las fiestas.

Si claro. ¿Estas con el?.

—Si, te lo dije.

—Oh...  Bueno entonces, ahora entiendo porque no quisiste venir. Ya no vendrás a ninguna fiesta entonces. Recuerda que en dos semanas tenemos el evento de la escuela, nuestro último evento.

Era un evento donde nos daban como un recorrido, iba hacer por toda la escuela con demostraciones que se lograron y marcaron el año. Debíamos asistir, ya que después de eso nos darían nuestros papeles para poder ir a la universidad.

—Si, no se me olvida.

Bien, espero que a ese si vallas.

—Victoria.

Le advertí. No quería tener esa conversación de nuevo. Ya a veces nuestras llamadas eran reclamos por parte de ambas por ya no pasar tanto tiempo juntas. Pero al final terminábamos en la heladería riéndonos como locas.

Si, si perdón, solo que te extraño. Antes asistidas a las fiestas por mi, y ahora ya ni eso.

—Tengo otras cosas que hacer, doña celosa.

Oh si, soy celosa, y estoy considerando muy bien el hecho de alejarte de Aidan, te esta robando.

—El no me esta robando —reí mientras dejaba los fideos en el sartén.

Bueno como sea, te dejo, te veo mañana.

—Si claro, nos vemos. Ya no tomes.

Colgué y removí los fideos.

Por el reflejo de la ventana frente a mi es que vi la silueta de Aidan. Di un salto del susto y me voltee tocando mi pecho.

—Aidan me asustaste. Ya casi termino, debes tener hambre. Solo espérame cinco minutos.

Volví a girarme a la estufa y moví los fideos.

—¿Tienes pimienta? —me gire a verlo.

—En el estante de arriba —señaló.

La saque y la puse en el sartén. Volví a mover los fideos y apague la estufa. Tomé un plato y serví un poco.

—Toma, espero que sepa bueno, sigo siendo nueva cocinando. Y mas si es comida vegana.

—Gracias.

Se sentó y yo hice lo mismo con mi plato frente a mi.

Comimos en silencio. Algo raro, pues aún que no tuviéramos tema de conversación, nos contábamos anécdotas.

—Porque no me dijiste que tenías una fiesta hoy —su voz me hiso detenerme al llevar el cubierto a mi boca.

—¿Yo tener una fiesta?

—No era mi intención, pero te escuche hablar con Victoria. ¿Por qué no fuiste a la fiesta?

Considere mis respuestas, pero la verdad no sabía porque sentía que está conversación iba a terminar peor de lo que creía.

—Porque...  Bueno, no soy de ir a fiestas. Tu viste lo que me pasó en la última, tomé por equivocación y termine bailando arriba de una mesa.

Se quedó callado. Solo me miraba y hasta ese momento, sentí su mirada fría.

—Oh sí lo que te molesto es lo que dijo Vic, no le hagas caso, ella es...  Impulsiva, y terca, al igual que demasiado celosa, pero no hay razón para... 

—No me molesta lo que dijo —me interrumpió—. Creo que lo que dijo tiene razón.

Lo mire confundida.

—Ya no te veo salir, solo te veo aquí, encerrada.

—¿Encerrada? —pregunté—, claro que no. No estoy encerrada.

—Pues lo pareces. Desde que desperté solo te veo a mi lado, y no me molesta,  de hecho lo agradezco, pero no me gusta verte encerrada.

—Aidan no...

—¿Cuántas cosas te has perdido por estar conmigo?

No respondí. Si, me había perdido fiestas, pero no me importaba.

—Ninguna que valiera la pena —respondí sincera.

—No quiero verte así, Ali. Encerrada con alguien que está muriendo.

—No digas eso, tu no estas muriendo —hable fuerte.

—Lo estoy, y lo sabes bien.

Respire hondo tratando de calmarme. Debía cambiar de conversación.

—No lo estás, y mejor cambiemos de tema ok.

No volvimos hablar, solo se escucha el sonido de los cubiertos chocar con los platos. Y cuando terminamos lave los platos con el al lado.
Me ayudó a guardar todo y cuando terminamos, ya eran las diez de la noche.

Hoy me quedaría aquí, por lo que solo envié un mensaje a mamá.

Ambos estábamos sentados en el sillón, mirando la televisión, pero esta vez no estábamos uno junto al otro, abrazados como antes. Ahora cada quien tenía su esquina en el sillón, y me estaba doliendo eso.

—Podemos almenos acercarnos y fingir que la conversación de hace rato no sucedió.

—Pará ti es fácil olvidarla, no para mi cuando soy yo el que te está deteniendo en muchas cosas.

—Aidan, eso no es verdad. Ya déjalo, olvídalo...

—Es que no puedo. Y con el solo verte a mi lado me recuerda que hay un mundo afuera y tu estas aquí. Deberías estarte divirtiendo, disfrutando y no estar aquí conmigo.

—Pues es mi elección donde quiero estar; y en este momento quiero estar aquí, contigo.

—Pues quizá yo ya no quiero que estés conmigo.

Eso hiso que mi corazón se detuviera por un momento. El primer golpe hiso a mi pecho presionarse y chocar con el órgano que latía como loco en busca de algo que le dijera que lo que había dicho, no era verdad.

—Se que no lo dices en serio —hable con temor.

—Nunca había dicho algo tan en serio en mi vida.

Deje de mirarlo cuando sus ojos ya eran difícil de mirarlos. Su mirada ya no tenía ese brillo de antes, pero para mí, siempre me mostró una alegría en ellos, y hoy, solo me mostraban frialdad.

—Solo lo estas diciendo para que me valla. Y no te...

—Prefieres que te hiera de esta manera a tomar tus cosas eh irte.

—No, porque se que lo que digas, lo harás con la finalidad de que te deje.

El se levantó de donde estaba y dio vuelta al sillón quedando detrás de mí. No pude mirarlo, y esa presión en mi pecho crecía cada vez más.

—Quiero que te vallas.

Esas cuatro palabras me hicieron mirarlo de golpe. El miraba por la ventana con sus brazos hacia atrás.

—¿En serio?, pues dímelo mirándome a los ojos —me levante con el corazón en la mano, con miedo a que siguiera sangrando y se destruya—. Dime que me quieres lejos, pero mirándome a la cara, solo así sabré que lo dices en serio.

Y cuando se giro lento a mi dirección, mi corazón empezó a romperse, trozo a trozo empezó a desmoronarse.

—Quiero que te vallas, que te alejes y vivas tu vida como cualquier otra adolescente. Ya no te quiero aquí Aneli, ya no te quiero a mi lado.

Y eso fue suficiente para que se rompiera en dos mi corazón. Aguante las lágrimas que amenazaban con salir.

—¿Ya no me amas? —pregunté.

Quizá quería seguir lastimándome, oh hacer que se arrepintiera. Pero al mirarlo a los ojos, sólo veía frialdad, algo que nunca me había mostrado el.

—Porque te amo, es que hago esto.

Me acerque a él.

—No hagas esto, no nos dañes de esta manera —dije tomando su cara entre mis manos.

—Quiero que te vallas Aneli —dijo quitando mis manos con brusquedad.

La primer lágrima salió y junto con ella, una mirada de arrepentimiento por parte de él, que fue opacada de inmediato.

Me di media vuelta dejando caer mis brazos a mis costados. Tomé mis cosas. Quería que me detuviera, que me dijera que me quedara, pero no lo hiso. Y cuando tomé la manija de la puerta me gire de nuevo a él.

—Si salgo por esta puerta, ten por seguro que no me volverás a ver en tu vida. Si me voy, ya no regreso.

No me contesto, tomo su tiempo hasta que me miro directo a los ojos, y con las últimas palabras, quebró en miles de pedazos mi corazón.

—Cierra bien cuando salgas.

No contuve más las lágrimas y deje que salieran.

Abrí la puerta y antes de cruzarla sin mirarlo hable.

—Una vez me dijiste que no te rompiera el corazón, y yo te dije que no sería yo la que rompiera el corazón del otro. Felicitaciones, lograste romper el mío.

No cerré la puerta, solo camine por el pasillo con mi mochila en mi hombro, el corazón en millones de pedazos, y con un nudo en la garganta.

Cuando llegue al elevador esperaba que saliera a detenerme, algo tonto de mi parte, por eso dejé la puerta abierta, para que el saliera, pero en el momento que escuche la puerta cerrarse pero el no se asomo, un sollozo escapó de mi garganta.

Cuando llegue a la planta baja el portero en cuando me vio se acercó a mi.

—¿Ya se va señorita? Esta lloviendo, ¿quiere que le pida un taxi?

Mire afuera y llovía a cántaros. Lo que me faltaba.

—Si, por favor.

El se alejo y llamó al taxi, a los cinco minutos llegó uno y antes de subirme en el le hable al portero.

—Dile a Aidan que me embarcaste bien en el taxi.

El chico se me quedó mirando sabiendo porque decía eso. Sus acciones lo delataban.

Al final solo asintió admitiendo que el fue el que llamo para que me fuera en taxi.

En cuando llegue a casa, eran casi las once, y creí que no habría nadie, pero me equivoque. Cuando abrí la puerta mi hermano y mis padres estaban en la sala. En cuanto me vieron se alarmaron.

—Hija.

—No ibas a venir hasta mañana.

No les hice caso y subí a mi habitación, pero mi madre me tomó de la mano.

—Hija que paso.

—Déjame en paz —me zafe de su agarre y subí las escaleras.

Me tire en mi cama luego de cerrar la puerta con seguro y llore como si no hubiera fin.

La ultima nota de amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora