La ultima nota de amor

Capítulo 8. La Cena.

Recogí los suéteres tirados por mi habitación para echarlos en el sesto de ropa sucia.

—Sigo diciendo que es raro que a las doce de la noche estés limpiando tu habitación —me giro a la laptop en mi escritorio para ver a Aidan beber de su botella de agua.

Desde el día de la fiesta hacemos llamadas nocturnas, y... Creo que me gustan mas de lo que me gustaría admitir.

—Ya te dije, en la noche tengo más inspiración para hacer la limpieza.

—Yo en tu lugar, ya estaría durmiendo.

—Estas despierto y estas comiendo Aidan —conteste.

—Por qué he estado trabajando, y por qué no quiero colgarte, tiene tres días que no nos vemos.

Tire la ropa en el sesto y ahora recogí los zapatos.

—Bueno, cada quien tiene su manera de aprovechar la noche.

—Claro, y una gran forma es limpiar tu habitación.

Reí por su comentario de ironía y seguí recogiendo. Me desaparecí de la pantalla para entrar en mi armario y dejar los zapatos acomodados.

—¿Eso que veo en la esquina de tu habitación es una guitarra?.

Aparecí de nuevo en la pantalla para mirar donde decía.

—Aja.

—Toca una canción.

—Ahora soy cantora para dormir.

—Bueno, si la canción la cantas tú y es para dormir, te aseguro que me dormiré apenas comiences. Y no porque me aburras.

Me senté en la silla frente a la laptop y recargue mis codos en el escritorio.

Hablar con Aidan me hacía sentir tan bien, y mas por que la platica era más fluida, podíamos hablar de cualquier cosa y me ponía atención cada vez que abría la boca.

—Creo que deberías dormir ya. Has estado trabajando mucho, estas cansado, se te nota.

—No, estoy bien, quiero seguir hablando contigo...

—Aidan —lo interrumpí—, ya duérmete, yo ya acabe y ya me dormiré. Mañana vas a volver a trabajar.

—De hecho, no tanto, si tengo que ir pero no estaré todo el día.

—No quiero que te salgas como la vez pasada para venir.

—El regaño valió la pena.

Hace tres días vino media hora solamente y yo no paraba de hablar entreteniéndolo hasta que su teléfono sonó y sonó y supe que se había salido del trabajo para venir a verme.

—Ya Aidan, duerme. Mañana si quieres voy a verte...

—¿Quieres cenar conmigo? —soltó de repente.

Guarde silencio esperando que lo volviera a decir para asegurar que lo había dicho. Y cuando el silencio se hizo más largo, hablo por fin.