EPILOGO

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El bautismo de los gemelos se haría en la ciudad de México, lo cual brindaba una buena oportunidad para que la familia se congregara en la mansión Villarreal.

O: ¡Buenas tardes! ¿cómo están?

TODOS: ¡Bien! ¿y ustedes?

Ambos: Bien también.

En la noche todos se preparaban para dormir en sus respectivas habitaciones porque a la mañana siguiente sería el gran día, Juanito ser acercó a Elena, a quién él ya consideraba como su mamá, de hecho, había sido la única figura femenina que había ocupado ese rol en su vida.

JUA: ¡Mamá!

E: Dime mi cielo.

JUA: ¿Sería posible que... - calló unos segundos como si estuviera ordenando las cosas en su cabecita -

E: ¿Qué cosa?

JUA: ¿Que mañana después del bautizo de mis hermanitos me lleves a ver a mi papá?

E: Juanito - susurró ella, no podía negar que aquella petición la tomó por sorpresa - Sabes bien que no es tan sencillo llevarte - intentó explicar - ese no es un lugar para niños como tú. Además, debemos consultarlo con Octavio.

JUA: ¡Por favor mamá! Yo necesito ir, siento aquí - señalando su corazón - que mi papá Juan Alberto está muy mal. ¡Te lo suplico!

E: Ya veremos mi vida... Te prometo que hablaré con Octavio - prometió sintiendo un poco de pena por la situación de ese pequeño -

JUA: Está bien... ¡Buenas noche mamá!

Elena fue a la habitación de los gemelos los contempló por unos minutos completamente enamorada de sus retoños, ellos eran el resultado del amor más puro y más sincero que había tenido en su vida. Luego continuó su ronda entrando al cuarto de la pequeña Luz, su princesita. Acarició cuidadosamente su carita, la cobijó mejor y la dejó que siguiera descansando. Giró sobre sus talones y se retiró a la habitación matrimonial sin siquiera reparar que su marido ya se encontraba ahí, no podía dejar de pensar en la petición de Juanito.

O: ¿Mi amor? ¿Te pasa algo? - preguntó al ver que Elena no le respondía, parecía completamente ida - ¿Elena?

E: ¿Me decías?

O: ¿Estás bien? Llevo rato hablándote mi cielo. Te noto preocupada - acariciándole la mejilla una vez la tuvo a su lado -

E: Es Juanito - soltó en medio de un suspiro -

O: ¿Qué le ocurre al niño?

E: Quiere ir a ver a su papá.

O: ¡De ninguna manera! El niño no va a ir a ese lugar - sentenció con voz firme -

E: ¡Octavio!

O: ¡He dicho que no, Elena! Ni tú, ni el niño van a ir porque asumo que él quiere que tú lo lleves. Y desde ya te digo que mi hijo - haciendo hincapié en esas dos palabras - no va a ir a ver a ese delincuente.

E: No te puedes poner así Octavio - sintiendo como algunas escurridizas lágrimas corrían por su rostro - Yo tampoco quiero que vaya, pero él insiste, dice que siente que Juan Alberto está mal. Y aunque no nos guste no podemos olvidar que es su padre y está en su derecho de querer ir.

O: No quiero que sufra - explicó un poco más calmado -

E: Yo tampoco, pero si realmente algo está ocurriendo con Juan Alberto no quiero que el niño nos odie por no llevarlo, eso sí que yo no lo soportaría - soltó entre lágrimas, echándose a los brazos de su marido quien, como siempre y como nunca la recibió apretándola fuerte, conteniéndola -

LA OPORTUNIDAD DE AMARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora