Capítulo 21

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-Los tres crecimos con nuestros padres, lejos de ambos aquelarre, salíamos todos los días a correr por el bosque. Jugábamos a que éramos los líderes de nuestro propio aquelarre y que demonios, zombis, o cualquier monstruo que se nos ocurriese, venían a por Maya y teníamos que rescatarla. A mi hermana eso no le gustaba. -Sonríe al recordarlo y yo con él. -Ella decía que no era ninguna princesa y que ella solita se podía rescatar. -Río, ya apuntaba maneras desde pequeña y ahora se ha convertido en un auténtica guerrera. -Los tres fuimos creciendo y lo que en un principio empezó como un juego, más tarde se convirtió en un entrenamiento, sobre todo por parte de mi hermano y de mí, ya que Maya, al final, pudo formar parte del aquelarre.

-Pero Savannah me contó que te acabaron aceptando dentro del aquelarre. -Recuerdo ese pequeño detalle.

Gabriel asiente.

-Durante muchos años, mi hermano y yo crecimos ajenos a los que había dentro de los muros de ese castillo. Sentimos que nos habían quitado a Maya, así que cuando yo tenía ocho años y mi hermano catorce, tramamos un plan: yo me haría pasar por huérfano y me infiltraría en el castillo. Obviamente, mis padres no sabían nada de eso. Como ya sabes, acabaron aceptándome, yo ya tenía poderes del elemento fuego, así que fue fácil hacerme pasar por un Wicca, mi hermano en cambio, jamás pudo entrar. -Musita con pesar. -Quedamos en que nos veríamos todos los viernes al anochecer para contarle todo lo que hacíamos dentro, quien vivía, como estaba Maya, los puntos fuertes y débiles del castillo, le enseñé todo tipo de lucha o artes marciales que iba aprendiendo.

-¿Y tus padres?. -Pregunto con curiosidad.

-Les mentí. Les dije que al ser medio Wicca, me habían acabado aceptando y cómo era lo que yo quería, mis padres no me lo prohibieron. Al fin y al cabo, yo tenía derecho a elegir entre una de mis dos mitades, o quedarme con las dos, sobre todo al ir creciendo e ir descubriendo quién era y lo que quería. Estaba creando mi propia identidad como persona. -Se encoge de hombros, porque al final, sus padres actuaron como cualquier otros padres que aceptan que su hijo está creciendo y tiene que encontrar su propio camino. -La cuestión es que los años pasaban y esas quedadas que hacía con mi hermano, cada vez se iban alargando más en el tiempo. Yo cada vez le veía más resentido con el mundo que nos había tocado vivir. Nunca llegó a aceptar que los Wicca no le aceptasen por ser quien era, por haber nacido así. Llegué a estar cuatro años sin verle. Sin saber nada de él.

-¿Cuatro años?. -Me sorprendo.

-Cuando un día le volví a ver, había cambiado por completo. -Susurra con pesar, con tristeza, con dolor. -Ya no era ese chiquillo alegre, que soñaba con un mundo en el que pudiésemos convivir todos juntos como habíamos hecho siempre. Ahora era un joven que le había tocado crecer antes de tiempo, jamás me contó que le llegó a pasar, simplemente me dijo que se había cambiado de bando. Que no quería volver a saber nada más de nosotros porque éramos Wicca y que nos aborrecía tanto como a todos los demás. Mis padres, al cabo del tiempo descubrieron que se había convertido en la mano derecha de Isaí, el líder de los brujos de sangre. -Abro los ojos cuando escucho el nombre y rápidamente me traslada al día en que me secuestraron y me extrajeron casi toda la sangre de mi cuerpo. -Fue tal la traición que a partir de ese momento mis padres decidieron que solo tenían dos hijos.

-Gabriel... -Digo asustada. -Creo que nunca te llegué a decir que el hombre que me secuestró se llamaba Isaí.

-¿Cómo dices?. -Pregunta alterado.

-No lo había vuelto a recordar. -Hablo atropelladamente. -Pero cuando has dicho su nombre lo he recordado. En aquella casa había un hombre que me habló, que me dijo que se llamaba Isaí y que mi sangre no era normal, que tenía algo especial. Yo en ese momento no le di importancia, pensaba que estaba loco, pero ahora... ¿Y si tu hermano estaba allí?, ¿Y si le ayudó a desangrarme?

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