Después de correr, durante lo que me parece un siglo, Savannah gira en una esquina y entramos dentro de un edificio, recorremos un pasillo y saca las llaves para abrir la puerta que está al final de este. Ella entra primero y yo la sigo, cierro la puerta y apoyo mi espalda en ella mientras recupero el aliento, ¿Qué narices acaba de pasar?. Camino unos pasos y entro en lo que parece ser un comedor, es pequeñito y está amueblado lo justo y necesario, incluso hay estanterías que están vacías. Savannah baja la única persiana que hay a la mitad y corre las cortinas para que, supongo, que nadie sepa dónde estamos. Me encuentro de pie en medio de la habitación sin saber muy bien qué hacer, qué pensar, qué decir. Estoy confusa y tengo muchas preguntas que hacerles, necesito ordenar mis pensamientos e intentar entender alguna cosa. Savannah debe de ver mi cara porque sonríe y me dice:
-Tranquila, todo saldrá bien.
Asiento. Abro la boca para decir algo pero las palabras no quieren salir, siento como mi vista se va nublando poco a poco. Estoy asustada. Sabía que todo esto podía pasar, la conversación que escuche entre mi madre y mi abuela me lo había dejado bastante claro, pero una cosa es saberlo y otra muy distinta vivirlo, y sobre todo no dejo de pensar que es lo que hubiese pasado si Savannah y Gabriel no hubiesen estado conmigo. Probablemente ahora mismo ya estaría muerta. Respiro hondo porque no pienso llorar, y menos delante de una extraña.
-Tengo preguntas. -Digo y me sorprende lo clara que sale mi voz a pesar de todo lo que estoy sintiendo por dentro.
-Lo sé. ¿Pero qué te parece si antes te duchas mientras yo preparo algo para cenar y así nos tranquilizamos las dos un poco?
-Está bien. -Digo cansada.
Savannah me enseña dónde está el baño y me da una toalla limpia para cuando salga. Mientras estoy bajo el agua parece que los problemas que tengo desaparecen por un instante, el agua caliente y las gotas cayendo por todo mi cuerpo me relajan, los músculos se desentumecen y por primera vez en el día sonrío. Al salir de la bañera veo encima de la pica ropa limpia y lo agradezco, cojo la camiseta y al ponérmela un aroma parecido al que tienen los bosques o la lavanda inunda mis sentidos. Me miro al espejo y veo que la camiseta me va grande, por no decir enorme, me llega por los muslos y en cambio los pantalones parecen ser de mi talla.
Salgo del lavabo y recorro el mismo camino de antes hasta llegar a la cocina donde veo a Savannah troceando taquitos de queso. La miro y es como si la viese por primera vez, es decir, llevo unos cuantos meses viéndola porque ella y Gabriel me han estado persiguiendo desde entonces, pero ahora que la tengo al lado es cuando la veo realmente. Tiene el pelo largo, le llega por la mitad de la espalda como a mí, solo que el mío en estos momentos es de un color medio rojo medio marrón y el de ella es totalmente negro. Mis ojos negros no pueden competir contra los ojos azules de ella y aunque de cuerpo somos las dos más o menos iguales, el suyo está mucho más definido como si dedicase unas cuantas horas al día al gimnasio.
-¿De quién es esta ropa?. -Bromeo para que el ambiente no sea tan tenso.
Savannah me mira y sonríe.
-La camiseta de Gabi, el pantalón mío. -Me mira unos segundos. -Y por lo visto tenemos la misma talla. -Añade luego.
-Eso mismo he pensado yo.
-Genial, porque la camiseta que llevabas antes me gusta. -Me guiña un ojo y me río. -Ven, vamos al comedor que lo tengo todo listo ya.
La sigo y nada más entrar veo la mesa pequeña que hay en frente del sofá llena de platitos con comida diferente en cada uno de ellos.
-¿Y Gabriel?. -Pregunto mientras cojo un par de taquitos de queso.
-No creo que tarde mucho en venir. -Dice despreocupada, como si no le hubiésemos dejado solo contra gente que explota ventanas.
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AIRE
Fantasy¿Cómo te sentirías si de repente descubres que tu familia te ha estado mintiendo hasta ahora?. Ya te lo digo yo, perdida. Así es como me sentí cuando descubrí que vivía en un mundo que no creía posible, dónde las brujas y sus poderes son las protago...