Capítulo II

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¿Han sentido la sensación de caer al vacío cuando estás durmiendo? ¿El terror que se siente en ese pequeño instante?

Abro los ojos, dando un salto y con el corazón a mil. Trato de controlar mi respiración acelerada y mi cuerpo tambaleante.

Hasta que voy tomando en cuenta que al despertar, no me dieron la bienvenida las tristes paredes grises de mi habitación o la calidez de las sábanas extra suaves que mi madre suele comprar, e incluso el reflejo de mi misma del espejo que se encuentra frente a mi cama.

Escaneo a mi alrededor, observando árboles rodearme y un viento frío que me hace erizar la piel.

Una risita se escuchó lejana.

¿Recuerdan cuando dije que mi corazón estaba a mil al despertar? Bueno, ahora siento sus latidos en mi garganta y creo que en cualquier momento me dará un infarto.

¿También recuerdan que dije que estaba controlando mi respiración? Ya está un puto desastre.

Sentí una presión en mi nuca y trague duro, dando la vuelta poco a poco.

Vi esos pequeños iris rojos mirarme a través de la oscuridad, y aunque no podía ver nada más, supe que estaba sonriendo.

Di media vuelta, emprendiendo la huida a través de los árboles sintiendo su presencia detrás de mi.

Podía escuchar el crujir de las ramitas y las hojas secas cada vez que daba un paso. O tal vez eran los míos. No lo se. Pero no me detuve a averiguarlo.

Frene en seco.

Observé sus iris rojos delante de mí, ví sobre mi hombro encontrandolo también detrás de mí.

Vi hacía un lado, ya dando un paso para escapar por ahí. Las bilis subieron a mi garganta al encontrarme otros círculos rojos mirarme desde allí y cerré los ojos al escuchar el crujir de las ramas bajo los pasos del que está a mi otro lado.

Iba a morir.

Diossssssss, iba a morir.

Caí de rodillas cuando escuché la risita detrás de mí y mis manos se enterraron en la tierra. Un nudo se atoro en mi garganta y mis ojos se llenaron de lágrimas, dejando escapar una pequeña resbalando por mi mejilla.

Sentí su presencia frente a mi pero no levanté la mirada, ni siquiera fui capaz de abrir los ojos. Mis labios temblaban y miles de voces llenaron mi cabeza, aturdiéndome.

«Muerte, muerte, muerte, muerte».

Pero todo callo de repente.

Sus pulgares limpiaron la humedad de mis mejillas, con sumo cuidado.

—Te estaba esperando.

Y desperté…

Veo mi propio reflejo al sentarme con impacto en la cama. Mi rostro era un desastre de cortes y rasguños pero eso quedaba atrás al observar las enormes ojeras bajo mis ojos, lágrimas manchando mis mejillas y mi pecho subiendo y bajando a gran velocidad.

El sabor de mi propio vómito estaba impregnado en mi garganta y la cabeza martillaba del dolor.

Después de estar lo suficientemente calmada, me di un baño y baje a la cocina. Me acerque a la nevera, tomando la nota que estaba pegada en esta.

Skate, anoche me llamaron del hospital y tuve que irme, no sé cuando vuelva a casa. Te amo.

La rompí a la mitad y la eche a la basura, tome mi chaqueta y las llaves del auto, yéndome directo hacia la biblioteca.

***

Ojos rojos. Caníbales. Horribles.

Nada de eso podía encontrar en los libros que estaban en la biblioteca, lo más parecido que había eran los vampiros, pero los vampiros chupan sangre de los humanos, no comen su sangre.

Es como si esas cosas no existieran, pero si existen, yo lo ví.

Y no estoy loca ¿O si?

—¿Qué haces ahí?

Levanto la mirada encontrándome con Stella mirándome como un bichito raro.

—Leyendo— le respondo, señalando lo obvio.

—No se ve como el tipo de cosas que sueles leer.

—Decidí probar cosas nuevas— me encogí de hombros, sin darle importancia.

Stella reforzó más su mirada de bicho raro sobre mí y se dió la vuelta para irse, pero antes de desaparecer me vio tras su hombro.

—Trae el libro que te llevaste la otra semana, no creas que no me di cuenta— y con eso desapareció de mi vista.

Las horas pasaron lento.

Tuve que sacar la nariz de los libros para atender algunas personas en la biblioteca, porque según la fastidiosa de Stella, ese era mi trabajo.

De igual manera no encontré nada relacionado a esas cosas devora gente. Me sentía frustrada.

Al llegar a casa, las estrellas ya adornaban el manto oscuro del cielo, dándole una buena compañía a la hermosa luna.

La calidez de mi casa me dió la bienvenida y me quite el abrigo y el gorro tirándolos en el sofá junto con las llaves del carro.

Corrí hacia la cocina con mi estómago rugiendo de hambre, y cené un poco de comida que había dejado ayer.

Me di un baño rápido, poniéndome el pijama y metiéndome en la cama.

Observé la laptop en el escritorio y recordé que tenía horas sin ver mi teléfono, no lo veía desde que fui al bosque.

Casi me doy una cachetada por estúpida.

¿Cómo lo voy a dejar en el bosque?.

En mi defensa, era mi vida o el aparato. Y aunque mi vida está en ese aparato, mi corazoncito me dijo que tenía que salvarme.

Me levanté, tomé la laptop y volví a la cama. Abrí la aplicación de búsqueda poniendo un breve resúmen de lo que quería buscar.

Y si, puse: bichos raros que comen gente y tienen ojos rojos.

Casual.

Salían demasiadas cosas que no tenían nada que ver.

Esa era una de las cosas por las que odiaba Google, que tú buscas una cosa y te sale otra, pero bueno, es mejor que estar metida entre libros que no te facilitan el trabajo.

Después de un rato, entre buscar y buscar, pude ver un pequeño enlace que mencionaba el nombre de mi pueblo.

Lo abrí.

Bingo.

Todos pensarán que Amdru es un pueblo normal y tranquilo. Pero tiene un enorme secreto entre sus habitantes.

Criaturas extrañas viven entre nosotros y sin darnos cuenta que día a día solemos sonreírles, darles la mano e incluso dejarlos jugar con nuestros hijos. Sus ojos rojos reflejan lo sangriento que son y su devoción por cazar y comer la carne fresca de sus víctimas, nos demuestra lo peligroso que puede ser convivir con estas criaturas a nuestro alrededor. Y puedo estar hablando de sus primos, amigos, pareja…
Tengan mucho cuidado y no confíen en nadie, pronto su sangre puede ser la derrama para saciar su sed y su carne calmar su hambre.

BranxtorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora