Roles de canela.

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Amaba trabajar en aquella panadería.

Le encantaba el olor del pan recién ordenado, interactuar con las personas, charlar con los clientes y desearles un buen día para animarlos un poco.
Fue por eso que cuando la campanilla del establecimiento alertó a Izuku de la llegada de un nuevo cliente, corrió de inmediato al mostrador, y sacudiendo la playera con el logotipo de la panadería grabado, colocó su mejor sonrisa.

Al ver, de reojo, el reloj digital colgando sobre la puerta se dio cuenta de que apenas eran las ocho con diez de la mañana, por lo que supuso que sería una mañana un tanto ajetreada en el trabajo; al final no era tan común tener clientes a tan tempranas horas del lunes... al menos no en esa zona de la ciudad.

Impaciente, miró a la silueta que se acercaba lentamente, y cuando estuvo frente a él se quedó sin habla: un chico rubio, más alto que él, con un color de ojos de un carmesí precioso, una figura trabajada en el gym, y el rostro de enojo más genuino que había visto en su vida.
Jamás había visto a un chico tan atractivo por esa zona, y no sabía si eran exageraciones suyas, pero podría compararlo con un modelo de revistas.

La realidad era que Izuku estaba mirando a aquel chico con mejores ojos de los que debería, pues aquel rubio, para muchos, no era más que un tipo común y desagradable.

—¡Bienvenido a la panadería El Muffin Feliz!—saludó animoso, inconsciente de que su sonrisa era más ancha ahora—. ¿Qué puedo ofrecerle?

—Uh... solo quiero un rol de canela—respondió el cliente, ocultando las manos en sus bolsillos y desviando, con todo propósito, la mirada a un par de muffins con pasas que adornaban un anaquel cercano—. Que sea rápido.

—¡En seguida!

Con una velocidad menor a la que usualmente solía tener, Izuku se agachó en busca de una bolsa de papel y luego corrió a la parte del mostrador donde estaban los roles de canela recién hechos. Con las pinzas tomó, cuidadosamente, el rol que se veía más bonito y lo guardo con delicadamente en la bolsa de papel.

—¿Desea agregar algo más a su compra?—Preguntó, colocando la bolsa sobre el mostrador y sonriendo con tanta emoción que el cenizo se sintió un poco intimidado.

—Es todo.

—¡De acuerdo! Entonces serían únicamente 50 yenes.

El cliente rebuscó en su bolsillo derecho, sacó su billetera y dejó sobre el mostrador la cantidad exacta a pagar; luego tomó la bolsa de papel y con brusquedad la arrojó dentro de su mochila.

—¿Asistes a UA?—La tentación de Izuku por preguntar al ver la insignia que adornaba su mochila, fue mayor a su prudencia.

—¿Eh? ¿Te importa acaso?—respondió de vuelta, con tono hostil y sintiendo que estaba siendo demasiado observado por ese chico que parecía tener su misma edad.

—¡Oh! Es solo que yo también estudio ahí—Se apresuró a explicar, sintiendo que había abusado de su personalidad extrovertida. Al parecer ese chico no era alguien con quien pudiera ser tan abierto y social como siempre.

Que lástima.

—Mentiroso—acusó—. Si lo hicieras te hubiera visto antes y no es hasta que he venido a esta patética panadería que te he encontrado.

Se quedó boquiabierto ante la respuesta del muchacho, y una parte de él se decepcionó al enfrentarse a una contestación tan ruda para ser un desconocido. Ciertamente él hubiera deseado que aquel chico tuviese una personalidad tan bella como él mismo.

—Uh, yo asisto por las tardes. Por la mañana solo trabajo un par de horas aquí—comentó en voz baja, sintiendo la incomodidad volverse palpable en el ambiente y deseando que el muchacho decidiera apresurar su paso para retirarse del local—. ¡Qué tenga buen día!

Historias Katsudeku/DekukatsuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora