¿Cómo fue?

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El silencio incómodo era tan denso que casi se podía cortar con ayuda de un cuchillo. Los rostros de todos los presentes en la sala mostraban tanta impresión que sus mandíbulas casi tocaban el piso. Y el único sonido de la radio era tan insignificante que fácilmente podría faltar y no habría diferencia alguna.

Y todo por lo que veían sus ojos.

Jamás, ninguno de los integrantes de la clase, se imaginaría que un día terminarían siendo testigos de cómo dos personas que se pregonaban como rivales estarían besándose en el suelo de la sala común. La pregunta natural sería demandar el cómo fue, pero dado que todos ahí fueron testigos de lo sucedido resultaba innecesario.

Todo había sido por una estúpida disputa que, ahora que Katsuki lo meditaba mientras estaba encima del peliverde y sus labios estaban en suave contacto con los contrarios, se daba cuenta de que era una tontería.

Y es que no lo valía. Pelear por quién había ganado la carrera de su última clase -en la que, por cierto, hicieron el mismo tiempo- no compensaba la humillación pública a la que era sometido ahora frente a dieciocho personas más.

Así que, antes de que pudiera permitirse pensar más, se separó de un brinco y miró con los ojos abiertos de par en par al chico que aun tumbado en el suelo le regresaba la misma expresión.

—Maldito nerd—atinó a decir cuando la voz le dio para hacerlo—. ¡Vayanse al diablo todos, maldita sea! ¡Fuera de mi camino o mueran!

Se fue dejando un camino de palabrotas y explosiones que interrumpieron el silencio tan pesado, y apenas el ruido de las detonaciones dejó de escucharse, todas las miradas se dirigieron al peliverde que estaba sentado en el suelo con la mirada perdida en el pasillo por el que el rubio acababa de desaparecer.

—Midoriya... ¿Estás bien?—murmuró Kirishima con inseguridad. No quería ser indiscreto, pero alguien tenía que deshacer la situación tan incomoda.

—S-Sí, estoy bien, Kirish- ¡Ah! ¿¡A quién intento engañar!? ¿¡qué diablos acaba de pasar!?—gritó para luego cubrirse el rostro con ambas manos.

Su piel ardía y se sentía en el ojo de la tormenta, y ciertamente no era para menos, se había quedado él solo lidiando con dieciocho miradas confusas.

—Bueno, eso es algo que no se ve todos los días—comentó Kaminari luego de un silbido. El resto le miró con una expresión afilada que le hizo cerrar la boca al instante.

—Y-Yo tengo que irme—dijo Izuku atropelladamente para en seguida levantarse y correr al exterior de la residencia.

Una vez fuera, se dirigió hasta el jardín más alejado que se le ocurrió en ese momento y una vez ahí se dejó caer en el pasto recién cortado que rodeaba al árbol más grande. Su rostro seguía ardiendo y en su memoria el recuerdo de lo recién sucedido le hacía sentirse abochornado.

Y sinceramente, también estaba muy nervioso; es decir, se trataba de Kacchan. No era cualquier persona con la que fácilmente podría reírse de la tontería y seguir como si nada, se trataba de su temperamental amigo de infancia y actual rival.

Enterró su rostro en el cuello de su camiseta con la intención de ocultarlo nuevamente pese a que estaba solo, tratando, en el proceso, de calmar el latido de su corazón mientras pensaba en lo que tendría que decir la próxima vez que se encontrara con el rubio. Tampoco era que él sintiera repulsión por su compañero, al contrario, le apreciaba mucho, pero era obvio que lo que acababa de pasar no era algo que se pudiera comparar a esas discusiones sin importancia que solían tener.

Demonios, quizá todo sería más fácil si no hubiera estado la clase entera como testigo.

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Historias Katsudeku/DekukatsuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora