Capítulo 23

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5 años atrás—22 de diciembre.

Quién diría que una chica de dieciséis todavía siguiera cargando con las vibras de Navidad. No sé qué es lo que realmente sucede con estas fechas, si es porque el club cierra o porque las personas me dan regalos aún siendo adolescente. Terminar de armar el árbol es lo más difícil además de que mañana se cumple un año desde que dejé mí amistad con Kaye. Sí, estoy mejor sin sus actos hipócritas pero se extraña de vez en cuando. Soy alguien mayor que entiende lo que es mejor para sí mismo, pero ella fue mi infancia prácticamente.

— ¿Todavía sigues con ese árbol? Era solo para las fotos del periódico, Lany— llega mi padre limpiando sus manos con un pañuelo que siempre lleva. Su cabello está algo desarreglado, más de lo habitual.

— Creí que este año lo dejaríamos. El año anterior...

— Teníamos a más gente vigilándolos encima. Ahora hay gente, sí, pero tenemos privacidad y eso hace que podamos desarmas esto. Mañana te compro algo y lo muestras en las redes sociales. Vete a dormir ya que es tarde— desaparece por el pasillo mientras mira du teléfono y responde algunos mensajes.

— Bien padre, de nuevo a hacer lo que usted pide— dejo el chirimbolo en la caja de cartón vieja y me alejo mirando las luces enredadas.

La noche era preciosa. La nieve caía y mí cabello rubio deslumbraba en los vidrios bien limpiados de mí habitación. Podía ver la ciudad de aquí, pero la ciudad a mí no. Eso era lo único que me gustaba de todo esto, la privacidad que padre ponía. Nadie nos sacaba fotos ni grababa videos dentro del recinto, ya cuando íbamos de compras era otra cosa.

— ¡Lany!— grita el nombrado antes de llegar y abrir la puerta—. Vístete rápido, Massimo quiere verte.

— ¿Hoy? ¿Por qué?— no quería volver a ver a ese hombre—. Dijiste que era la primera y última vez que volvíamos a ver a ese hombre.

— Deja las ridiculeces, Lany. Ya sabes qué ponerte, te espero en diez minutos abajo en el estacionamiento— antes de salir parece recordar algo y sé perfectamente qué es—. La sogas, no lo olvides.

— Eso no, por favor. No quiero cubrirme con maquillaje después, no como la última vez.

— ¿Te estoy preguntando?— niego lentamente—. ¿No verdad? Entonces no te quejes y haz lo que te ordeno, no seas estúpida.

— Ya bajo...solo un minuto para cambiarme.

Sin esperar una respuesta me doy vuelta y entro al baño para liberar algunos sollozos que no quería que él escuchara. No le gusta el ruido de gente que llora, primero que lo ve como un acto débil y segundo que odia que la gente se muestre rebajada por un simple sentimiento que se evita.

Agarro lo que padre me ha comprado hace una semana para la cita de imprevisto con ese tal Massimo Recco y me lo vuelvo a colocar. Lo tengo en una caja bajo llave por si las dudas. No me gustan este tipo de idas al club sin siquiera avisarme nada pero no puedo poner objeción, ya sé cómo son las cosas cuando me resisto.

No me demoro mucho más y tapándome con la bufanda de lana roja que siempre uso para salir me escabullo por los largos pasillos del edificio antes de llegar hasta donde padre se encuentra. Su Mustang blanco que es el que siempre usa para ir al club y el que nadie conoce está estacionado a media cuadra de la entrada. Como es de noche y prácticamente estoy tapada nadie nos va a reconocer y es imposible que nos sigan, aunque a veces espero que eso pase y me liberen de esta tortura.

Las luces están apagadas, haciendo parecer que está estacionado. Cuando estemos a más de una cuadra exactamente es cuando las enciende. Por precaución no espera a arriesgarse en ninguno de los dos sentidos. Lo único que agradezco de lo que padre me manda a hacer es que jamás me ha obligado a mostrarle a él mismo mi cuerpo. Eso es lo bueno de todo esto.

Lany y sus diez demonios ✓ [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora