Capítulo 26

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Maratón 3/10

Lence.

Me encontraba viéndola dormir. Sus ojos completamente cerrados y sus pestañas rozar sus pómulos ligeramente rosados.

¿Quién habría dicho que a esta edad estaría viendo a la mujer más hermosa de todo el planeta?

Absurdamente romántico, lo sé.

Dejando las cursilerias de lado, tengo que admitir que de una forma u otra Lany me atrae más de lo que una persona puede llegar a atraer.

Supongo que hay un límite para tal acto involuntario, pero Lany supera la ley y pasa las líneas que dividen la cegez y la acción para perder totalmente la cordura.

Con ella pierdo la cordura. No quiero que eso suceda, pero cómo hacer que todo sea un simple pasaje en el tiempo y al despertar ya no sentir nada como hace seis meses.

No es que la haya conocido justo ese día en la reunión, siquiera sabía que la había encontrado dos años atrás en una cena la cual fue de acompañante junto a su padre. Ella aparecía en una de las fotos que tengo en el salón de vestido largo y pelo mucho más corto.

En la foto ella sonreía, en realidad era como una sonrisa fingida que solo la mostraba por compromiso. A ella nunca le gustó ir a esa fiesta benéfica que organizaba el padre de Nelson. Massimo es un tipo rudo pero a su vez nos enseñó muchas cosas a lo largo de todo esto.

— ¿Desde hace cuánto estás ahí?— su voz desentendida y algo adormecida hace que me ría.

— Desde que te dormiste.

— ¿En verdad?— niego cuando me mira con los ojos abiertos.

— Hace diez minutos máximo.

— Oh.

— ¿Te encuentras mejor?— dejo de sostenerme de la mesa que sostiene el televisor y me acerco a Lany—. Supongo que sí pero me gustaría escucharlo de ti.

— Algo, ¿cómo estás tú?

— Bien ahora que te encuentro menos pálida y con más sentido del humor.

— Lo siento, por todo.

— ¿Vas a decirle lo mismo a los diez o cambiarás tú forma de demostrar arrepentimiento?— al ver su casa suelto una pequeña risa—. Tranquila, no debes de pedir perdón. Yo debería de disculparme formalmente y no laboralmente por la mentira que te hizo sentir incómoda.

— Eh, ¿te perdono? Supongo que debería de decirlo normal y no en tono de pregunta pero no creo que ustedes sean cien por ciento los que deban de disculparse. Fui muy inamdura.

— Bien, ¿amigos nuevamente?

— Claro.

— ¿Y un beso de un poco más que amigos?— ella sonríe.

— No pierdes oportunidad, Lence.

— ¿Quién? ¿Yo? Claramente no— ella niega jugueteando mientras sonrío y la miro.

— En la mejilla.

— Me conformo por ahora.

— ¿Por ahora?— me enojo de hombros y me inclino hacia adelante para dar vuelta mí cara.

— No pienses que me conformaré con esto, es un acto de una simple disculpa de ambos. Luego verás que tampoco estarás conforme con un simple beso en la mejilla.

— ¿Cómo estás tan seguro de eso, Lence?

— Soy vidente no certificado— confirmo sin saber qué mierda hacen los videntes.

— Ya entiendo todo, ¿te gusta amarrar a la gente a ti por miedo a perderlas?— niego.

— No sé realmente lo que hago, pero con decirlo me siento genial.

— Bien, ¿debo de decir algo al respecto de tu certificado? Porque si es así no tengo ni idea de qué puedo hablar.

— Claro que no, sólo con aceptar ver una película estamos bien.

— ¿Ahora?— asiento—. ¿Tú y yo o con los demás también?

— En realidad sería con los demás pero si quieres hacerlo solo conmigo no me quejo— le guiño un ojo mientras su risa hace eco por toda la habitación.

— ¿Dónde queda eso de compartir que todos los hermanos debieron de haber aprendido en el jardín de infantes? Supongo que lo aprendieron— Lany me mira expectante.

— Eh, claro que sí. Por supuesto que lo aprendimos.

En realidad no. Y no era porque no nos hablaran sobre compartir y prestar, sino porque a ninguno le interesaba hacerlo. Las cosas de cada uno no se tocaban, lo que Daniel tenía era solo suyo, lo que yo tenía era solo mío y así con todos los demás. Egoístas desde pequeños, pero da igual, así nos sabemos entender y ya comprendemos como respetar la privacidad del otro.

— ¿Están todos en la sala?— afirmo con un movimiento y detallo un poco más la habitación de la nueva casa de Nelson. La verdad es que se vino a vivir a una super mansión el hijo de puta—. Me voy a bañar para refrescarme ya ahora bajo, ¿de acuerdo?

— Claro.

Y viendo como Lany se encierra en el baño salgo de la habitación para avisarle a los frutos de espermatozoides, menos uno con otro tipo diferente, que tenemos tarde de películas.


Lany y sus diez demonios ✓ [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora