Capítulo 44

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Narrador omnisciente.

Massimo tenía sangre por todo su cuerpo, estaba totalmente cubierto por ese color carmesí que hacía flaquear a Lany. Los flashbacks volvían a su mente, ese año en que sus brazos estuvieron teñidos de ese espécimen. Volviendo al ahora, ella estaba sintiendo ese sufrimiento que Massimo tenía en su mirada, aunque el hombre no lo fuera a demostrar. Lo que había seguido haciendo Nelson era lamentarse por tener un padre como él, y al parecer a Massimo no le importaba en lo más mínimo, lo que le causó más sufrimiento a su hijo.

Ella estaba segura de que quería darle algunos disparos antes de matarlo, en las manos y seguramente en las piernas, pensó en que eso sería una tortura perfecta, Massimo estaría desangrándose y y lamentándose de dolor al tener una bala dentro. Para Lany sería totalmente satisfactorio. Ninguno de los hombres dentro de aquel lugar lo sabía, pero la joven y astuta mujer se había encargado de traer un pequeño artefacto escondido bajo su fino ropaje en caso de que las cosas no se dieran como planeaba.

Ella sabía que el movimiento era rápido, preciso e indudable. Una falla y sería una oportunidad desaprovechada, ya que solo contaba con tres balas imaginándose los tres mejores lugares para darle, y no acabar todavía con él.

Lany, sin dudarlo, sacó el adminículo de su bolsillo y sin pensarlo en un impredecible y veloz movimiento apuntó a Massimo sin dudar en apretar el gatillo. El ruido aturdente retumbó por todo el lugar, alertando a los diez hermanos, los que siquiera imaginaron que aquella mujer haría ese movimiento audaz.

La bala había impactado en su muslo, provocando que el plasma carmesí brotara por todos lados. El quejido de el hombre no tardó en llegar, era un sonido escalofriante y desgarrador. Ella sonrió como si uno de sus objetivos estuviese cumplido, pero le quedaban dos balas. No dudó dos veces más y sin mirar disparó, no importándole dónde fueran a parar aquellas pacas.

— ¡¿Qué haces?!— gritó furioso uno de ellos.

— No lo sé— respondió ella saliendo de un trance al que había entrado segundos atrás—. Fue un impulso— sentenció.

— Por esos impulsos es que terminaremos muriendo— Jack le arrebató el arma de las manos—. Ni se te ocurra disparar con los ojos cerrados de nuevo. ¡¿Qué mierda te pasa?!

— ¡Se te pudo escapar un tipo, joder!— gruñó el mayor mirándola.

De lo único en que estaba enfocada Lany era de que Massimo sufría, sin importarle lo que ellos le decían. Los gritos y regaños eran como bulla en admiración por su acto. A ella ninguno le importó en ese momento, solo era saciar su sed de venganza.

No era el único truco que Lany escondía, porque por más que no lo pareciera era muy astuta, más que los diez juntos. Ella llevó su mano hacia abajo a la misma vez que doblaba y levantaba su rodilla. Sostuvo el cuchillo firmemente en su mano derecha, su respiración era pesada porque sabía que ya sospechaban de cualquier cosa que pudiera hacer. Lany contempló la posibilidad de lanzar el afilado puñal como un dardo, pero no tenía tanta puntería y la acción sería prevista y posiblemente detenida por algunos de los que se encontraban detrás. Sería casi imposible sin ser interrumpido a menos que corriera y ella misma lo clavara en su carne.

Estaba segura de que no desaprovecharía la oportunidad, y otra vez sin pensarlo corrió hasta él, subió su mano un poco más arriba que su cabeza y descendió con fuera enterrando el afilado fierro dentro del cuerpo que se encontraba debajo. Lany sintió satisfacción, estaba satisfecha de ver como él escupía sangre por haberlo clavado en su cuello. No quiso esperar más para verlo muerto, quiso acelerar el proceso y sacó el artefacto para repetir la acción. Esta vez la hoja fue a pasar a su mandíbula, sintiendo como todo se desgarraba dentro de él y los huesos crujían.

Lany y sus diez demonios ✓ [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora