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Mei

Ver las estrellas en la noches, sin ninguna luz artificial de por medio, era increíble, no eran muchas noches que podía apreciarlas de esa manera, aunque quisiera, no tenía permitido estar afuera mucho tiempo.

—Mei, es hora de que vayas a tu habitación.

No conocí a mis padres, tampoco sé cual es mi apellido, sólo sé que alguien vino a botarme en medio de Japón, ¿tan horrible era? 

Pero, esa sensación iba acabar, todos los días, cuando hay visitas, nos visten tan bonito, que parece un sueño, no siempre nos dejaban vestirnos con lo que queríamos.

A decir verdad, nuestra ropa común era una especia de uniforme, de un color crema celeste, era bonito, no lo niego, pero en esos días, poníamos  apreciar un poco más el color rosa, el morado, el blanco, amarillo...

Aun así, tampoco nos dejaban holgazanear, a menos que hayamos terminado nuestros deberes. 

Aprendimos las cosas de la casa por cuenta propia, y con su enseñanza, pero también nos inculcaban las enseñanzas escolares, no tenían problemas.

No éramos precisamente una especie de orfanato, esto era un internado, muchas decían que teníamos suerte de que nos hayan acogido, y que no hayamos terminado en esos lugares fríos, pero, a mí me daba igual, aquí todo era frío.

Los días de sol, era un poco más entretenido, hacíamos actividades en la parte libre, pero, cuando llovía, debíamos pasarla en un lugar donde hay libros y otras cosas.

Pero, nunca nos dejaban muchos tiempo afuera cuando había nieve, nunca la he tocado, que nos enfermemos sería un problema para ellos, y ya tenían suficientes con que seamos muchos.

—Bien niños, por favor, hagan una fila —la señora que pasaba más tiempo con nosotros tenía mucha edad, pero, eso no significaba que no nos quisiera, era muy amable, a comparación de las demás —quiero presentarles al matrimonio Tumuro, estarán por aquí, eso era todo.

Yo volví junto con los demás, ambos tenían el cabello negro, muy negro, se parecía al mío, aunque lo tenía un poco opaco, generalmente en este tipo de situaciones me quedaba leyendo un libro, o simplemente haciendo algo de manualidades.

El día parecía ser tranquilo.

—Mei —miré a la señora que es encargada de dirigir varias cosas aquí, su cara de miedo.

—¿Sí? —y ser educada, era parte de mi profesión mientras viva aquí.

—Ven, supongo que ya conoces a los señores Tumuro.

—Si.

—En todo caso, ellos te esperan ahí —ella sólo me abrió la puerta empujándome levemente para que entrara, me miraban mucho.

—Buenas tardes.

—Oh, no tienes que ser tan formal pequeña, ¿cuál es tu nombre?

—Mei, sólo Mei.

—¿Mei? ¿no eres de Japón?

—No señor, soy de origen Chino.

—Ya veo.

No entendía mucho ese cambio de actitud, sólo que la señora parecía ser un poco más..., ilusionada, creo.

Ella simplemente se acercó a mí, mirándome fijamente, es cierto que tenía ciertos rasgos que me distinguían, pero, no me importaba, me sentía bien así.

—Dime pequeña, ¿alguien más a venido a verte?

—No, sólo ustedes han solicitado mi presencia, es la primera vez.

—Entiendo, ¿qué edad tienes?

—Tengo nueve.

—Eres muy pequeña, entiendo, eso era todo, puedes salir.

—Con su permiso.

A veces, se me hacía difícil entender las reacciones de las personas, solían ser tan..., difíciles, me sonríen y al siguiente momento me miran mal, no lo entendía.

Cuando salí, muchas niñas de mi edad se acercaron, con el único propósito de saber que fue lo que sucedió, pero, aunque traté de decirles todo lo que dijeron e hice, no parecía contentarlas, no me molestaba, sólo debía estar otros nueve años aquí, y sería libre, ya sobreviví nueve años aquí.

Pero, las cosas no resultaron como quería.

Al día siguiente, recogieron mis cosas, cuando todos desayunábamos, eran exigentes con que cumpliéramos las tres comidas al día.

Cuándo quise salir afuera, junto con los demás, apareció la instructora, tomándome de la muñeca y llevándome lejos de ahí, todos me miraban con pena, todos éramos conocedores que esta mujer, no era muy amable que digamos.

—A partir de ahora dejarás de ser parte de la asociación Pila, y formarás parte de la familia Tumuro.

No entendía sus palabras, sólo me dejé guiar, y cuándo entré, ahí estaban aquellas personas, las mismas del día de ayer.

—Bien pequeña, ¿cómo te gustaría que fuera tu habitación?

—¿Mi habitación? Uhm, la que tengo aquí es simple, sus paredes son blancas, tengo una cama y un armario, estoy bien con eso.

—Pero, ¿te gustaría tener algo más?

—En la televisión aparecen con escritorios, a veces me gusta escribir, y también leer.

—Entiendo, bien, si eso es todo, es hora de ponernos en marcha, pequeña Mei.

—¿En marcha? ¿me iré con ustedes?

—Por supuesto.

Ahí lo comprendía un poco mejor, me habían adoptado, la mujer frente a mí, sencillamente fue amable y muy linda conmigo, el hombre, bueno, el también era amable, sólo que más..., distante.

Salí de aquel lugar donde viví por nueve años, para ver el mundo desde otra perspectiva, no conocía absolutamente nada, y esto era nuevo. Había muchas cosas que no me dejaban hacerlo.

Cuando el auto dejó su recorrido, me ayudaron a bajar, frente a mí, se veían unas puertas grandes, ¿serán una familia rica como las de la televisión?

—Vamos pequeña —tomé la mano de la mujer para seguir su paso, cuando cruzamos el lugar tenía un jardín, junto a una gran casa —¿te gusta?

—Es muy grande.

—¿De verdad? —sentí que me levantaban y al momento estaba en los hombros del hombre —desde aquí, ¿sigue viéndose grande?

—Vaya, desde aquí veo al vecino —y no mentía, una señora estaba sentada, asiqué saludé con mi mano, recibiendo la misma señal.

—Ya veo, bien, vamos.

La casa era hermosa, con diseños tradicionales, me llevaron hasta una habitación, sus paredes con matices blancos y el típico rosa con diseños, además de una cama, un escritorio, una armario, y lo que parecía ser un librero, pero estaba vació.

—¿Te gusta?

—Es bonita, esta..., ¿viviré aquí?

—Por supuesto.

Eran buenas personas.

En verdad que sí lo eran. 

Pero su familia..., su familia era horrible, lo bueno que sólo estaban 1 de los 365 días del año.

KODOKU - Izana KurokawaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora