Capítulo Cinco.

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Santana a pesar de ser una niña bastante confiada de sí misma en ese preciso momento antes de abrir la puerta de su casa comenzó a sentir un nudo increíblemente grande en su estómago. Quería salir corriendo por alguna extraña razón. Sabía perfectamente que Brittany lo reconocería así que su angustia estaba basada en la futura reacción que esta tendría. Además, esperaba que no fuera tan sorpresiva la idea de verla vestido como estaba. Solo quería salir y lanzarse a esos fuertes brazos para que la sostuvieran. Necesitaba tanto que Brittany la notara de la forma que siempre esperó.

Tomó con cuidado la manija y avanzó lento con los ojos enfocados perfectamente en el suelo. Su corazón probablemente estaba a punto de salirse de su pecho de tan fuerte que este latía. Sin embargo, avanzó intentando lucir relajada. Cerró la puerta detrás de ella y fue en ese momento en el que las miradas de ambas volvieron a tener contacto.

— ¿Tú? — fue lo primero que lo escuchó decir. Lucía sorprendido y algo confundido. Santana solo quería abrazarla para quedarse en sus brazos para siempre.

— Hola. — susurró con las mejillas rojas. Dios mío, si existiera un premio al silencio más incómodo seguramente este sería el ganador por mucho.

Brittany negó en lo que parecía intentar quitar algunos pensamientos de su cabeza porque vaya que estaba sorprendida. Se encontraba bastante admirado por lo bien que esa niña vestía esas prendas. ¿Podía ser una cintura tan bonita como la de ella? Ahora que la estaba viendo sí lo creía.

— ¿No te vistes como mujer? — claramente le duró muy poco el no lanzar comentarios fuera de lugar. Brittany en realidad no lo hacía con intenciones de ofender, pero vaya que no tenía control sobre sus palabras.

Santana abrió los ojos sorprendida por aquella pregunta. Lo bueno de todo era que la pequeña no lo tomó con la agresividad con la que la pregunta fue cuestionada, así que solo sonrió.

— Me gusta vestirme así. Creo que me veo genial, ¿no lo crees? — sus caderas se movieron de lado a lado cuidadosamente de forma adorable y la rubia no pudo dejar de observar lo suaves que estas se veían. Sin darse cuenta su boca se había secado y sus pensamientos dispararon hasta donde  ella ni siquiera tenía pensado que llegarían.

— Sí, lo luces bien. — intentó ser un poco más cuidadosa con lo que decía ya que en verdad se sentiría muy mal si hacía que esos ojitos lucieran tristes como con el primer comentario.

Negó antes de volver a decir otra cosa y se separó de la puerta del copiloto para así darle paso al menor. Santana sonrió ante tal acción y la rubia le devolvió el gesto con una sonrisa de lado. Corrió rápidamente hasta su asiento y tomó el volante con algo de torpeza.

— ¿A dónde iremos? — preguntó aclarándose un poco el tono de voz. No sabía por qué esta se volvió ronca de la nada.

— Donde tú quieras ir. — respondió mientras jugaba con las mangas de su camisa. Brittany no podía dejar de verla. ¿Por qué una niña se vestía más masculina?, ¿por qué le quedaba tan bien?, ¿por qué ella pensaba que la niña lucía bien? Estaba entrando en pánico.

— Uhm. Estaba pensando en si quisieras ir por un helado. — dijo retirando su mirada de la cintura del menor de la menor. Encendió el auto y dio marcha hasta el lugar de destino.

— ¡Me encanta el helado! — comentó efusiva. Estaba tan feliz de poder estar compartiendo el día con Brittany. A decir verdad, se esperaba lo peor, pero por el momento todo parecía marchar bien así que su corazón estaba intentando relajarse.

Brittany sonrió al escucharlo tan emocionado. Creía que de verdad estaba saliendo con una niña de seis años.

— Así que tú eres mi admiradora secreta. — soltó la rubia sin más. Santana casi se ahoga con su propia saliva así que empezó a toser sacando de su atención a la rubia. — Oh. No pasa nada, relájate. — rio bajito y volvió su vista a la carretera.

No, soy lesbiana. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora