Brittany enganchó con sumo cuidado sus pulgares en las esquinas de la prenda interior de pequeña para así intentar quitársela de una vez por todas. No quería pedir permiso porque estaba muy segura de que nadie antes lo había hecho y aun así tuvieron la oportunidad de que la menor no se negara. Estaba segurísima de que Santana no era nada virgen, así que... ¿por qué tenerle el mínimo cuidado?
— Perdón. — susurró tímida al notar lo que la rubia estaba a punto de hacer. Sentía mucha vergüenza a pesar de que era un poco segura de su cuerpo. No podía simplemente vivir con la idea de que no era lo suficientemente bonita para la chica de sus sueños.
Brittany frunció el ceño y la observó atento antes de continuar con lo suyo. ¿Por qué la niña le pedía perdón?, ¿acaso había hecho algo en su contra sin que ella se diera cuenta? Todo era tan confuso.
— ¿Por qué lo dices? — cuestionó alejándose un poco para prestar mejor atención a lo que tenía para decirle.
— Porque quizá no soy bonita para ti. — dijo jugando con sus dedos. Sus ojos estaban enfocados en ellos y no levantó la mirada en ningún momento.
Pierce se sorprendió por aquella confesión. ¿Qué le ocurría en la cabeza? Quiso reírse, pero lo más probable era que no estaba en el momento indicado.
— ¿Estás bromeando, ¿no? — declaró con una sonrisa ladina. Se inclinó nuevamente hasta los labios del pequeño y los acarició con los suyos.
Brittany no podía creer que Santana estuviera diciendo todas esas cosas. Claro, a ella no le gustaba en lo más mínimo, pero aun así podía notar la belleza de la menor. Siendo heterosexual podía afirmar lo perfecto y precioso que su cuerpo era.
— No. — susurró con los ojitos semi abiertos. Tener los labios de su princesa tan cerca y sin poder probarlos era una total tortura.
— Eres hermosa. — respondió honesta. — Eres preciosa. — depositó un suave beso en los labios gruesos de Santana, sorprendiendola. — Eres perfecta. — continuó besando una de sus mejillas. — Eres maravillosa. — musitó antes de dejar un beso en su frente.
La menor estaba sorprendida. Una vez más confirmaba que estaba enamorada de la persona correcta.
— Me gustas tanto. — declaró nuevamente.
Brittany volvió a su anterior tarea sin ánimos de responder a aquella confesión. Tomó la pequeña prenda en sus pulgares y la quitó con cuidado. Las piernas delgadas y torneadas del menor resbalaron con tanta suavidad en la tela que el rubio se quedaría viendo lo mismo por días enteros. Estaba convencido de que jamás había presenciado algo igual de precioso.
¿Qué le estaba sucediendo?
— Mierda, bebé. — gruñó sin dejar de ver lo jodidamente caliente que el niño podía llegar a ser.
Su miembro estaba totalmente duro dentro de sus bóxers y aún más si es que se podía con aquella exquisita imagen.
Brittany separó las piernas de la pequeña con suavidad y logró un gemido agudo por parte de la menor. Mierda, estaba segura que después de probarla se iría directamente al infierno.
— Voy a probarte. — mencionó la rubia acomodándose mejor entre las piernas de la pequeña. — ¿Estás de acuerdo con eso? — tenía que sonar convincente y cuidadosa, así que así lo hizo.
Santana asintió temerosa que no hacer las cosas bien a pesar de que sabía que a Brittany sí le gustaba. Cerró los ojos y se acostó mejor para darle todo el espacio necesario a su princesa. La mayor tomó la parte trasera de sus muslos y la guio lo más cercano a su boca. La pequeña tenía las piernas tan abiertas que incluso podía sentir el aire soplar en su agujero. Gimió por la sensación y Brittany no esperó más para poder saborearla. Besó delicadamente el borde de piel arrugada y con sus dedos separaba de a poco esa abertura perfecta.