Capítulo Diez.

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Sudor era lo único que existía en la habitación. Los cuerpos de ambas jóvenes estaban tan pegados que parecían uno solo. Los labios de la mayor ya eran parte del cuerpo de la pequeña porque estos no se despegaban de la sedosa piel de su cuello. Besos húmedos eran depositados con ansias mientras que sus grandes manos masajeaban las suaves caderas de su acompañante. Los jadeos que la menor soltaba volvían completamente loca a Brittany. Apenas los escuchaba y ya se había vuelto adicto a ellos.

— ¿Estás segura de esto? — preguntó en un susurro cerca de la mejilla de Santana. Sus jadeos no cesaban y sus manos no querían dejar de tocar algo que ya reclamaba como suyo.

Era así, Santana López era completamente suya.

La pequeña sonrió envolviendo sus brazos alrededor del cuello de la mayor y seguidamente soltó un gemido discreto cuando sintió unos dientes poseer el lóbulo de su oreja derecha. No podía evitar que su piel lo traicionara, era demasiado para él. Sus labios se entreabrían con cada toque por parte de la rubia y sus labios hinchados de tanto morderlos eran la prueba perfecta de que no podía resistirse más.

— Siempre. — relamió sus labios que se encontraban algo resecos y gimió agudamente dándole a entender a la rubia que le encantaba demasiado como se adueñaba de su cintura.

Brittany la tomó con delicadeza alejándola de la puerta de su habitación y la cargó en sus brazos tomándolo por debajo de sus muslos hasta dejarlo sobre la mesa de su escritorio. Se posicionó en medio de las piernas de la pequeña y este simplemente se sonrojó por milésima vez gracias a la cercanía.

— Eres lo más hermoso que he visto. — declaró mirándola a los ojos, brillantes y decididos a entregarse.

Santana mordió su labio inferior y colocó sus manitos sobre los cortos mechones rubios que traía en la parte trasera de su cuello para atraerlo hacia sí con ternura en exceso.

— Brittany. — susurró una y otra vez.

La rubia se quejó mientras fruncía su ceño deseando poder liberarse de una buena vez de la sensación que oprimía su pecho en abundancia.

— Brittany. — escuchó aún más fuerte y fue cuando decidió abrir los ojos repentinamente.

Santana estaba tomándola de la mano mientras la sacudía suavemente esperando a que esta despertara.

— ¿Qué estabas soñando? — preguntó inocente. En algún momento de la noche le ofreció hacerle de cenar y cuando volvió ya estaba dormida. Parecía que tenía el sueño tan pesado que incluso podía llegar a soñar en menos de quince minutos.

— ¿Yo? — cuestionó acomodándose mejor sobre la confortable cama quedando sentada. — No, nada. — negó sin querer dar más declaraciones.

— Uhm. No sé si todavía quieras. — señaló su escritorio en donde se encontraba una bandeja llena de bocaditos.

Brittany pestañeó exageradamente rápido intentando borrar las imágenes que venían a su mente después de aquel sueño. ¿Qué era lo que había ocurrido con su cabeza? Tenía mucho miedo. Jamás en su vida ella se imaginó mantener una relación con alguien de su mismo sexo, mucho menos si se trataba de relaciones sexuales. Maldita sea, se había sentido tan real después de todo. Su corazón todavía latía acelerado y podía sentir la suavidad de la piel de la menor en sus manos. O quizá solo era la idea de lo que parecían ser esas sensaciones. De todas maneras, tenía la certeza de que ese sueño fue lo más real que haya experimentado antes.

— No, gracias. — negó con una sonrisa intentando no sonar grosera. Para ser sincera, quería irse de ahí lo más pronto posible, pero no podía dejar a la menor sola. La casa era inmensa y Santana demasiado pequeña.

No, soy lesbiana. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora