Epílogo.

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—¿Crees que estás lista para volver? — preguntó su madre con ojos tristes mientras acariciaba el dorso de su hija con calma.

La mujer estaba totalmente preparada para dejar a su pequeña regresar a su antiguo hogar, aunque eso significara que no la volvería a ver en un muy buen tiempo gracias a su trabajo.

— Yo creo que sí, la verdad es que extraño mucho a mi primo y también a mi mejor amiga. — sonrió de lado observando con ternura las acciones de su madre.

Santana había estado viviendo con sus padres durante ya tres años y un poco más en Londres. Los años que le faltaban para finalizar la escuela los concluyó en ese mismo país y estuvo un año disfrutando del lugar. Para ser honestos, disfrutó muchísimo de todos esos maravillosos paisajes. Pero lo más importante, su corazón sanó como esperaba. Estaba lista para volver y enfrentarse con lo que sea que fuera.

Lo único que quería era poder disfrutar el momento con sus seres queridos.

Por otro lado, su aspecto no era para nada el mismo de antes. Ahora portaba vestidos, falsas y demás cosas femeninas. Su cabello lo dejó crecer un poco, era una persona totalmente diferente.

Santana ya no era la niña que vestía masculina, que les daba el poder a todos de burlarse de ella, y sobre todo de engañarla hasta hacerle creer que podía ser aceptado.

Todo cambió en un abrir y cerrar de ojos.

Pero ella aprendió de eso, lo hizo de verdad.

Y ahora podía decir que estaba lidiando con la baja autoestima de una manera increíble.

Lo estaba logrando.

A pesar de ya no ser el mismo por fuera, tal vez ella seguía siendo la misma niña amable y risueña que dejó su ciudad hace tres años atrás.

Santana continuó siendo la persona increíble que era mientras se encargaba de sanar sus propias heridas.

Porque a pesar de trabajar tanto en ello, todavía quedaba una pequeña lesión que quizá sanaría cuando terminara de perdonar.

— Entonces no tengo nada más que decir. — sonrió la mujer. — Bueno, aunque ya ha comprado tu boleto. — se quejó divertida.

La menor rió y se levantó de la silla en la que estaba sentada para seguidamente dirigirse hasta su habitación. Debía terminar de preparar sus maletas ya que le quedaban alrededor de cuatro horas para regresar a su antiguo hogar.

Tomó su teléfono y marcó el número de su primo.

— ¡Santana! — chilló Quinn.

— ¿Quinn? — contestó Santana con el ceño fruncido.

¿Dónde estaba Blaine? Necesitaba hablar con él.

— Sí. — respondió. — ¿No estás contenta de hablar conmigo? — dijo notándose claramente que estaba haciendo su típico puchero.

Santana rio.

— No, no es eso. — sonrió mientras intentaba estabilizar su maleta gigante. — Es solo que necesitaba decirles que me arrepentí de volver y que ahora me quedaré porque aprobé un examen para una de las universidades. — mencionó con un tono serio.

Silencio.

— Escúchame bien Santana López. O te vienes ahora mismo o te olvidas de mí para siempre, ¿entiendes eso? — se escuchaba muy molesta.

Santana podía escuchar cómo sorbía sus mocos.

— ¡Espera! — dijo sabiendo perfectamente que era capaz de cualquier cosa. — No aguantas nada, por dios. — se burló.

No, soy lesbiana. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora