— ¿Por qué lo hiciste, Brittany? — susurró bajito. Sus ojos lucían con una extraña mezcla entre tristeza y enojo. La mayor creía que incluso estos contenían lágrimas por lo brillosos que estaban.
Cualquiera diría que en realidad la pelinegra estaba siendo dramática y ya, pero lo que en realidad sentía era vergüenza. Ella solo quería que la rubia fuera honesta, y con esa mentira solo le confirmaba que en algún punto solo se estaba burlando de ella.
Pero qué ilusa fue.
— No, no. — negó rápidamente tomando ambas manos de la pequeña. La miró directamente a los ojos y decidió que lo más importante en ese momento sería decirle toda la verdad. — Lo que ocurre es que no puedo decir lo que en verdad soy porque nadie lo sabe, sólo tú. — lucía honesta, en verdad lo hacía.
— Pero, ¿por qué lucías molesta? Aquí nadie nos conoce. — y sí, la pequeña tenía bastante razón. Brittany tenía que encontrar alguna respuesta rápida.
— Absolutamente nadie puede enterarse, nadie. — profundizó sus miradas y Santana le creyó.
— Su pedido. — la cajera les entregó una gran caja llena de los diferentes sabores que había comprado.
— Gracias. — asintió el menor y soltó las grandes manos de Brittany para poder cargar con aquella caja.
— ¿No quieres que la lleve yo? — preguntó educada.
— No, está bien. — negó amable.
Ambas se dirigieron hasta una de las mesas que estaban en lo que parecía ser el patio trasero. El sol brillaba en su máximo esplendor y para mejorarlo todo, eran las únicas que se encontraban ahí. El calor era un tanto insoportable, pero con aquellos helados era más que suficiente para estar refrescadas.
— Se ven exquisitos. — mencionó emocionada al abrir la gran caja. — ¿Empezamos? — sonrió y le extendió una cucharita rosa pastel. Brittany asintió y la tomó con cuidado para así comenzar a comer.
Al parecer estaban marchando bien después de todo.
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— ¿En serio pudiste con todo eso? — él rubio estaba sorprendido. Si alguien le pidiera hacer lo que él le pidió a Brittany ni siquiera lo consideraría porque las ganas de vomitar incluso estaban desde antes que comenzara a actuar.
— Sí, lo hice. — asintió y acarició sus labios con los de él muchacho mientras la tomaba de la cintura como era de costumbre.
— Qué asco tener que salir con ella. — susurró y depositó un suave beso en los labios de Brittany. — Pero gracias por ayudarme en esto, mi amor. Te amo tanto.
— También te amo, Sammy. Créeme que haría cualquier cosa por verte feliz. — musitó sobre los labios de este sin dejar de sonreír.
Brittany estaba más que alegre de poder volver a tener el mismo contacto de siempre con su novio. Habían estado alejados por unos cuantos días hasta que Sam se enteró de los mensajes que le llegaban a su novia. Santana López era la niña que estaba detrás de ella desde hacía años. Él jamás permitiría que le quitara algo más, ya no. Si esa niñita quería jugar, pues eso harían.
— Solo quiero que la ilusiones y luego lo destruyas, bebé. — acarició a la rubia para después mirarla directamente a los ojos. — Destrúyela como ella lo hizo conmigo. — insistió y sonrió al saber que Brittany estaba y estaría para siempre en la palma de su mano. — Dile lo mucho que te gusta, hazle creer que la amas, regálale las rosas más preciosas que veas y sedúcela hasta que caiga en tus manos. — las caricias de Sam eran suaves haciendo que esta se relajara y sólo escuchara la dulce voz de su novio. — Abrázala, bésala, enamórala, fóllatela si es necesario. — rio pensando en el asco que se eso podía causarle. — Al final de todo vas a dejarme disfrutar contigo de lo patética que lucirá frente a todos. — observó el rostro de Brittany y esta asintió rápidamente. — Seré tu recompensa si eso sucede. — le sonrió.