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—Eres un verdadero estúpido—

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—Eres un verdadero estúpido—. Teagan soltó y se cruzó de brazos, Douxie sonrió al mismo tiempo que trataba de tocar su mano tímidamente.

—Era un broma, boba—. Agregó el pelinegro.

Otra noche entre las coloridas flores del bosque prohibido en Camelot, ni siquiera el trol que los había atacado en esa ocasión (y un par de goblins molestos) habían evitado que siguieran saliendo sin permiso.

—¡Lo estás haciendo mal!—. Ella se quejó tomando la corona de flores azules que estaba a su lado y empezando a armarla sin dificultad alguna. —La reina Gwen solía hacerme muchas, supongo que aprendí bien—.

—Me encantaría verte con esto entre tu hermoso cabello pero en verdad soy muy malo—. El pelinegro bufó dándose por vencido, la chica a su lado tomó el intentó fallido de corona, lo tomó de la mano y le sonrió.

Le habló mostrándole cómo se hacía y le explicó con delicadeza al mismo tiempo que las flores empezaban a verse bonitas, por más que él intentaba no podía poner atención pues sólo podía mirar su rostro, sus mejillas, sus labios...

—Intenta—.

—¿INTENTAR QUÉ?—. Preguntó desviando la mirada de sus labios pensando que se refería a que pudiera tocarlos, pero ella extendió la corona y él rápidamente entendió.

Entonces el mago tomó la corona y frunció las cejas, la hechicera a su lado siguió con su propia corona y en cuestión de minutos se escuchó un pequeño festejo por parte del adolescente.

—¡Mira Teag! ¡Lo logré!—.

Ella sonrió y se acercó más a él para colocarle en la cabeza la corona de flores azules que ella se había encargado de hacer, acomodó sus cabellos y apreció el rojo en las mejillas del chico.
Era el hombre más bello que había visto en toda su vida y ella estaba más que perdida por él.

—Ven princesa—. Él murmuró, con el dedo elevó la mandíbula de Teagan y ella con un destello especial en los ojos pudo sentir la calidez de su cuerpo cuando él le coloco la corona de rosas.

Entonces rieron como solían hacerlo y caminaron de vuelta al castillo, metidos en su propio mundo de fantasía.

—¿Estás bien?—. El mago preguntó y ella asintió. —Te conozco, no estás bien, no lo niegues—.

—Es Morgana, me preocupa. Últimamente a estado cortante y alejada de mí, no deja de ser mi maestra o la persona que más quiero pero hay algo en ella que es... oscuro. Arturo ha estado cada vez más insoportable y el asunto de los troles es muy delicado—. Ella respondió y su amigo suspiró.

Era eso y el hecho de que sus dulces 17 habían llegado tan rápido como su enamoramiento con su antiguo enemigo, ahora que Morgana estaba rara no tenía con quién hablarlo y sentía que nada tenía sentido.

La protegida Donde viven las historias. Descúbrelo ahora