Estar sola no era un sinónimo de sentirse sola. Los primeros siglos no tener compañía había sido como un castigo, pero después de tanto tiempo terminó acostumbrándose y dándose cuenta de que ya le era muy difícil estar en compañía. Teagan no era de las que necesitaban ayuda.
1981 había llegado, ella estaba segura de que tenía unos 800 y tantos aunque después de pasar por alto sus cumpleaños en bastantes ocasiones ya había perdido la cuenta.—Que tenga un buen día—. El hombre que estaba al otro lado del mostrador le sonrió y Teag tomó la bolsa con las cosas empezando a caminar hacía la salida de la tienda.
Se aseguró que nadie la miraba y tomó una cajetilla de cigarrillos no sin antes dejar unos billetes para pagarlo porque podía ser una asquerosa adicta al tabaco pero no una ladrona, para eso escribía sin parar, para poder mantenerse.
Había vivido bastantes cosas desde comienzos del siglo XX, tantas que era difícil recordarlo y no tenía a alguien de confianza para hablar de aquella vez que aprendió a conducir, cuando se hizo pelirroja pero volvió a su color original y sobre todas las veces que escuchó a Elvis en la radio mientras practicaba nuevos encantamientos.—¿Qué edad tienes?—. Escuchó a un chico preguntarle mientras caminaba por una de las calles vacías y encendía su gusto culposo.
—Más que tú mamá—. Respondió y no pudo evitar reír cuando lo vio ofenderse.
Y es que no le gustaba presumir sobre sus errores, pero habían momentos difíciles en donde necesitaba de una pequeña ayuda para no sentir nada.
Si era sincera consigo misma incluso cuando las drogas llegaron a su apogeo eso no le llamó la atención, lo había intentado porque claramente no era una santa, pero aquella noche cuando se quedó con un grupo de amigos y ella fue la única en no tener una sobredosis fue algo que la asustó.
Descubrió que gracias a su inmortalidad las sustancias tóxicas no la afectaban, así que su escapatoria menos sospechosa y alarmante fueron dos tazas de café en el desayuno y Marlboros como cena.—Hola linda, ¿quieres venir a la fiesta Ted?—. Una chica castaña se le acercó con una sonrisa, interrumpiendo si tranquilidad. —Será para los de nuestro curso—.
—¿Te conozco?—. Teagan preguntó sin rodeos.
—Soy Bevie, me siento atrás de tí en biología—.
Teagan entendió que quizás estaba siendo más antisocial que de costumbre, realmente no le gustaba estar en la preparatoria pero aparentar tener 17 era más fácil que tener que falsificar documentos, lo único bueno era que tenía estabilidad económica por sus obras muy bien vendidas y varias carreras terminadas como medicina, psicología o literatura.
—Oh no podré ir, saldré con mis padres—. La pelinegra mintió.
—Espero que puedas escapar de ellos, sería interesante tener un poco de esto en la fiesta—. La chica con el uniforme de porrista la señaló por completo.
Y Bevie se refería a las sombra negra y mal puesta en los párpados, los converse rojos sucios, que su Walkman siempre reproducía sin parar la misma canción de Blondie o que vestía como si hubiera robado todo el armario de Joan Jett; prácticamente a Teagan le encantaba verse como una sexy emo a punto de morir (o eso había escuchado de los estúpidos de sus compañeros adolescentes muertos por un poco de contacto femenino).
—Lo pensaré—. Agregó con una sonrisa y caminó hasta el bosque al que nadie iba porque todos habían escuchado los rumores de que estaba embrujado.
La verdad es que no era así, simplemente habían bastantes animales ahí y Teagan había colocado un hechizo que emitía ruidos extraños cuando alguien se acercara, simplemente lo hizo porque querían un lugar para ella misma y que los humanos egoístas no lastimaran a aquellos inocentes seres vivos como ya era costumbre.
Era como su torre del caballero, un lugar supuestamente aterrador pero su favorito en cualquier aspecto.
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La protegida
FanfictionTodos conocían su nombre, muchos la admiraban, otros le temían y existian aquellos que la amaban. Antes de la valentía y la gloria también había una chica con un pasado que la forjó. "No creo que no exista ni una sola chica que no llame tu atención...