Simon

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Resultaba que Teagan había tenido la fortuna de conocer a una viejecita que era partera, era una mujer bastante cariñosa que tuvo piedad de una niña de "17 años" que estaba completamente sola y le enseñó lo esencial para ser su ayudante, eso le pe...

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Resultaba que Teagan había tenido la fortuna de conocer a una viejecita que era partera, era una mujer bastante cariñosa que tuvo piedad de una niña de "17 años" que estaba completamente sola y le enseñó lo esencial para ser su ayudante, eso le permitía tener un techo y comida por unos años más mientras llegaba la época adecuada para publicar las obras que había escrito pero que estaba segura que nadie tomaría en cuenta en ese momento.

—Que rápido pasa el tiempo—. Ella susurró y cerró los ojos dejando que al aire acariciara su cabello junto a las flores que estaban a su alrededor.

Corría el año 1200 y Glasgow era una excelente lugar para pasar unos años.
Teagan estaba adaptándose con mucha dificultad, pero estaba agradecida de seguir sobreviviendo y aprendiendo de sus errores. Ya no era tan... tan ella.

—¿Cómo estarán?—. Se preguntó a si misma, conciente de que parecía estúpida al hablar sola.

Cuando estaba en paz solía pensar en Archie y Douxie, pero sobre todo en aquel chico pelinegro que tanto había rogado por arrancarse del corazón y no había logrado hacerlo jamás.
Había pasado mucho, ella prácticamente ya era una adulta en su mente y creía que debía de pasar la página, nunca pudo hacerlo.
Se puso de pie tropezando accidentalmente con una roca y se desquitó con ella lanzándole un hechizo como si eso pudiera afectarle.

—Debo controlar mis problemas de ira—. Murmuró.

—¡Pero qué demonios fue eso!—.

Entonces se paró en seco, aterrada y pensando en mil maneras de retroceder el tiempo. Alguien la había visto hacer magia y eso no era muy conveniente considerando como la sociedad se había vuelto tan cerrada respecto a sus creencias sobre la brujería.

—No es lo que usted piensa, permítame explicarle—. La pelinegra intentó excusarse al mismo tiempo que intentaba alejarse del hombre frente a ella.

—No tiene nada que explicar, es tan evidente... ¡usted es Teagan Ambrosius!—. El hombre casi gritó de alegría, ella se quedó inmóvil y sin saber cómo reaccionar. —¡Estuve buscándola mucho tiempo! ¡No sabe la alegría que me da verla!—.

Teagan tenía que admitir que estaba esperando algo más violento, sin embargo solo tenía a un apuesto hombre alto, de ojos azules como el mar y cabello café claro que parecía estar a punto de arrodillarse ante ella y besarle las zapatillas.

—¿Lo conozco de alguna parte?—

—Usted no me conoce pero yo a usted si, soy Simon y provengo de un reino vecino de Irlanda—. El hombre se acercó para besarle la mano y dedicarle una sonrisa. —Y por supuesto que usted es la hija de Merlin, la sucesora de Morgana, la increíble hechicera. He investigado todo sobre usted y después de lo que ví no me quedan dudas, su belleza es exactamente igual a la que me describieron—.

—Pues estoy halagada por su caballerosidad y aterrorizada por lo mucho que me conoce—. Admitió la chica, con una sonrisa nerviosa.

—No se preocupe señorita Ambrosius, su pequeño secreto está a salvo conmigo—. Simon mencionó. —Sé que sonará apresurado y sin sentido, pero necesita confiar en mi y escuchar todo lo que necesito decirle—.

La protegida Donde viven las historias. Descúbrelo ahora