Todos conocían su nombre, muchos la admiraban, otros le temían y existian aquellos que la amaban.
Antes de la valentía y la gloria también había una chica con un pasado que la forjó.
"No creo que no exista ni una sola chica que no llame tu atención...
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—Eso ha sido cansado, ¿no?—. Jim le preguntó. Teagan a su lado suspiró viendo al montón de Gumm-Gumms hechos piedra a su lado.
Ellos se habían apartado de sus amigos en medio de la noche eterna y lidiar con todo un ejército solo era el principio de lo que venía y sobre todo lo que Teagan buscaba evitar, Morgana.
—Solo espero que mi padre y nuestros amigos estén bien, ¿en dónde está ese pedazo de mie...?—.
Pero Teagan no pudo terminar de describir a Gunmar cuando todos sus ciervos llegaron a rodearlos. Sintió la espalda de Jim cubrir la suya y entendió que tenían que trabajar como un dúo poderoso de nuevo, así que se apresuró a acumular magia carmesí en sus manos y fruncir las cejas para llenarse de furia y estar motivada por lo que venía, su amigo mitad trol hacía lo mismo mientras empuñaba su espada e imploraba por tener suerte.
—Te dije que te mataría yo mismo—. Gunmar exclamó, acercándose lentamente a Jim.
Quizás Teagan lo había visto muchísimos siglos atrás, pero no recordaba que fuera varios metros más grande e imponente. No iba a negar que Bular la aterraba pero que le gustaba burlarse de él antes de golpearlo... su padre era algo muy diferente.
—¡No!—. Escuchó a Blinky gritar desde el otro extremo justo antes de ser retenido.
No iba a dejar que nada les pasara, no iba a suceder nada como lo que le ocurrió a Draal.
—Veo que el mago usó su magia en tí—. Gunmar rio. —Y que aquí traes a su más preciada creación, estaba ansioso por conocerla—.
—¿Adivina quién volvió? ¡Así es, la protectora volvió!—. Blinky gritó desde un costado. Normalmente Teagan y su confianza hubieran apreciados eso, pero ahora sonaba como un boleto seguro a la muerte.
—Sabía que vendrías por mi, Gunmar. Supongo que no te agradaron todas las veces que lastimé y humillé a tu hijo—. Ella soltó con una fingida sonrisa de superioridad que como siempre parecía verdadera. —Pero te diré lo mismo que le dije a él, puedes odiarme y desearme la muerte, pero no te conviene hacerme tu enemiga—.
Y mucho menos lastimar a los que amaba.
—Pero ustedes no son tan fuertes para derrotarnos a ambos, cazatroles—. Una voz aterradora sonó a su espaldas.
Era el campeón de su querida maestra y vaya que había escuchado muchas cosas de él. Por un momento se preguntó si tenían algo en común.
