Infancia

267 17 31
                                    

Una niña quiere sentirse querida y valorada, ella quiere que su padre tenga en cuenta su belleza, sus sentimientos, cómo le queda la ropa y que él sepa de sus éxitos en la vida

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Una niña quiere sentirse querida y valorada, ella quiere que su padre tenga en cuenta su belleza, sus sentimientos, cómo le queda la ropa y que él sepa de sus éxitos en la vida. Ella quiere ser acariciada y elogiada por su padre.
Pero Teagan nunca recibió nada de eso, de hecho la mayor parte del tiempo ella se sentía ignorada e incluso despreciada. Merlin era un hombre de pocas palabras y con muy poca responsabilidad afectiva, aún así su hija lo tenía en un pedestal y lo admiraba y amaba más que a nadie.

Él era la única familia que tenía.

Teagan nunca fue una niña que se quejara ante la evidente falta constante de su figura paterna, a pesar de ser pequeña su mente iba más allá de sus años y eso le permitía comprender que su padre no era una persona cualquiera, él era un maestro hechicero.
Sabía que su madre estaba muerta, que sus abuelos no estaban para ayudarla y que Morgana junto con Gwen eran las únicas que la hacían reír en el castillo; ella estaba sola y nunca tuvo compañía.

—Se acordó—. Ella sonrió mirando un pequeño ramo de rosas que flotaba frente a su puerta en un aura verde. —Y son mis favoritas—.

“6 años desde que te conocí, mi pequeña rosa. Con amor, papá"

Había comprendido que Merlin se expresaba mejor en pequeñas cartas que en palabras, de hecho solía escuchar un “te amo" de él 2 veces al año. Pero eso no le importaba, no le tomaba importancia a que nunca estuviera presente y que le diera miserables muestras de cariño, eso era suficiente, o al menos estaba acostumbrada a eso y se convenció a si misma de que muy poco era suficiente. Pero ella merecía más.

—Son bonitas—. Teagan levantó la mirada hacía la persona que la había llamado. —Feliz aniversario de tu nacimiento—.

Morgana extendió los brazos y la niña inmediatamente corrió hacía ellos, le agradeció por estar presente y recibido otra rosa hecha con la impresionante magia de la hermana del ahora rey.

—Lady Morgana, ¿sabe si mi padre está presente?—.

No, nunca lo estaba. Era raro que estuviera en el castillo cuando Agosto llegaba al día 29.

—Lo siento linda, al parecer está ocupado—.

La niña escuchó en su mente todas las veces que llegó corriendo con emoción a la biblioteca de su padre, con la esperanza de explicarle que había aprendido de los libros que tanto amaba leer y que su institutriz (la cual le caía muy mal por la cantidad de veces que le repetía que se comporte como una dama) la había premiado por su buen comportamiento, si embargo era recibida como una mueca de desagrado por parte del mago y un “No me molestes más niña, ¿no entiendes que estoy ocupado".
Eso la hacía enojar, la frustraba más bien, pero se olvidaba de eso cuando Merlin le sonreía y le acariciaba levemente el cabello.

A veces se llamaba así misma débil.

—Oh, está bien—. Sonrió débilmente.

Caminó hacía un baúl al costado de su habitación y lo abrió para tomar unos cuantos libros, pergaminos y una pluma. Morgana vio que estaba haciendo un esfuerzo por no llorar.

La protegida Donde viven las historias. Descúbrelo ahora