Capítulo 3

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Román llegó molesto a su departamento. ¿Cómo era posible que Selene lo hubiera echado? Pensó en el asunto durante un par de días y decidió pasar a verla. Para su suerte, le apuntó al último día de la feria en ese lugar.

—¿Qué salga contigo? ¿Y eso para qué? —preguntó ella con los brazos cruzados tras la propuesta de Román—. No sé... esto es raro.

—No lo es. Creo que sería bueno conversar y retomar la amistad que tuvimos alguna vez. Si nos encontramos después de tanto tiempo, fue por algo.

Selene seguía mirándolo, esta vez con una ceja levantada. Se llevó dos dedos al entrecejo, gesto que hacía cuando intentaba pensar en algo.

—No sé. No tiene mucho sentido, es decir, está claro que... no congeniamos.

—Como bien recordaste, una vez lo hicimos. Yo estoy solo en la capital, tú, no sé... tal vez, por estos días podamos retomar lo que alguna vez tuvimos.

Selene no estaba muy convencida. Sus haditas se movieron cuando sopló una fresca brisa... y entonces llegó su cliente, con una gran sonrisa.

—Hola. Mis hermanas fueron a visitarme y me robaron todas las plantas que te compré. Necesitaré más.

—¡Oh, qué bien! Me agradan mucho sus hermanas —celebró Selene—. Lleve todas las que quiera.

Román pasó a segundo plano y eso le molestó, pero permaneció en su lugar. El cliente se rio ante lo dicho por Selene. Luego elevó sus ojos a las haditas.

—Entonces creo que también le agradarán mis sobrinas, porque les encantaron las haditas que les compré.

—Usted, sin duda tiene una familia muy buena —observó Selene—. Podría traerla un día.

El cliente, de ojos pardos, clavó su vista en los ojos oscuros de la joven.

—El otro día me llevé dos, porque tengo dos sobrinas, pero llevé de diferente color y como entenderá, primero se pelearon y después se quedaron llorando. Ahora le veo una verde, pero falta la de color rojo.

—Recién hoy en la mañana fui por materiales para las rojas, así que no he alcanzado a hacer. Si de verdad quiere una roja, tendría que ser para mañana, porque dejé las cosas en casa.

—¿De verdad puede hacer una? Ya, pues. Yo mañana paso, ¿o prefiere pasado mañana? Yo veo a las niñas el domingo.

Selene, con una gran sonrisa, sacó una tarjeta de la caja del dinero. Sus tarjetas de presentación eran su orgullo, porque ella misma las había diseñado e impreso. Se la pasó al cliente.

—Ahí está mi número. Si gusta, puede llamarme antes de pasar para saber si alcancé a terminar la hadita. Así no viene en vano.

El cliente miró con atención la tarjeta. Selene notó sus dedos largos y delgados y le pareció que era un hombre cuidadoso, que no quería dañar la tarjeta.

—Selene Ovalle... ¿Selene no tiene que ver con la luna?

—Sí, algo así —respondió ella.

—Acá dice que es paisajista. ¿Qué hace vendiendo aquí?

Selene se sintió halagada de que su cliente tuviera interés en ella. Más allá, Román escuchaba con atención.

—Tuve un accidente laboral, lo que me hizo tomarme un año sabático.

—Pero está trabajando aquí.

—Me gusta trabajar, usted sabe: tengo sueños que cumplir y no son gratis, señor... eeh...

¿Me dejas darte un beso?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora