Después de recabar un poco de información sobre Amalia, Heredia se decidió, se encerró en el furgón y llamó a su hermana Celia, pero lo averiguado no hizo más que enfurecerla. Tras cortar el teléfono, se quedó unos minutos ante el volante, asimilando lo averiguado. Después entró a la casa.
Heredia había sido una testigo privilegiada del cambio de Selene desde que la sacó de su hogar paterno hasta esos días, en que andaba ilusionada con cierto contador que había conocido, y que había hecho llegar sus haditas a una importante tienda. En sus primeros días con Heredia, Selene casi no hablaba y presentaba una pérdida de peso importante, pero se había puesto de pie para estudiar lo que ella quería y dejar su pasado atrás. No fue necesario que Heredia la aconsejara demasiado, porque Selene, cuando estaba tranquila y en paz, podía escuchar a su sabia interna y tomar buenas decisiones.
En opinión de Heredia, lo que Felipe había hecho a su sobrina había sido destructivo, pero la postura que tomó su familia en torno a Selene lo fue más. La culparon de lo sucedido y se lo sacaron en cara cada vez que pudieron. Heredia no lograba comprender, por más que lo pensaba, por qué los padres y la hermana de Selene se habían convertido en encubridores de Felipe.
Desde niña, Selene había sido una niña alegre, el tipo de joven que le alegraba la vida a cualquiera. Mientras la veía crecer, Heredia disfrutó de sus bailes y risas en las fiestas familiares. Celia y Tomás, su hermana y cuñado, siempre fueron más bien conservadores y no veían con buenos ojos a su coqueta hija menor.
«Pero no es lo mismo ser una joven alegre que una puta. No logro entender por qué pensaban que Selene se acostaría con uno y con otro solo por imitar los bailes de un programa de televisión, tampoco eran tan terribles, así como tampoco entiendo por qué pensaban que ella se merecía lo que le pasó», pensó Heredia, mientras entraba al cuarto de baño para refrescarse y lavarse la cara. «Selene dejó los bailes, las risas, y las juntas con sus amigas porque se dio cuenta de que no podía confiar en nadie».
Heredia observó su rostro y repasó sus arrugas. No tenía demasiadas, pero era innegable que había pasado los cincuenta años. De todos modos, no era algo que le preocupara. Le gustaba la idea de envejecer con dignidad y consideraba que lucía atractiva. Tras la inspección visual, regresó su atención a su sobrina.
«Lo mejor es decirle ahora. No tiene sentido ocultarle lo que pasa».
** * **
Selene se había sumergido en un libro, o al menos lo había intentado. Hacía tanto tiempo que no tenía comunicación con su familia de origen que no supo cómo reaccionar. Tal vez había exagerado, aunque, siendo sincera consigo mismo, hubiera preferido jamás saber de ellos.
Al sentir un par de toques en la puerta, dejó su libro de lado y se sentó con los pies muy juntos y apoyados en el suelo. Se acomodó el cabello al tiempo que veía a su tía Heredia entrar al dormitorio.
—Hablé con tu m... con mi hermana. Han pasado muchas cosas en este tiempo.
—Nueve u ocho años —comentó Selene con amargura. Heredia cerró los ojos, a modo de asentimiento.
—Felipe se fue de la casa hace dos semanas, con quince millones que Amalia estaba ahorrando para comprar un auto nuevo y ahora Amalia supo que una joven que hacía la práctica bajo su tutela en el trabajo lo acusó de abuso sexual. Como Amalia no tiene con quien dejar a sus tres hijos para ir a trabajar, mi hermana se está haciendo cargo, pero ahora Celia quiere que te hagas cargo de tus sobrinos y que pases tiempo con ellos.
Estupefacta tras escuchar la información, Selene se tomó su tiempo para digerirla. Con los ojos muy abiertos, preguntó:
—¿Qué piensan de la acusación de abuso?
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¿Me dejas darte un beso?
RomanceTras un pasado traumático, Selene encuentra paz junto a Enzo, un amable contador. Un hombre que de forma tranquila, le demuestra lo sanador que puede ser un buen amor. De esta forma, ella deja atrás a Román, un arrogante abogado que la pretendía y a...