Selene miró su delicado anillo, como hacía cada mañana desde que estaba prometida a Enzo, e inició su día con una sonrisa. Él le había gustado de una manera que no lograba explicar desde la primera vez que lo vio recorrer la feria con aire distraído. Simplemente, posar su mirada en él la hizo sentir más tranquila y reconciliada con el mundo. Enzo irradiaba un aura especial de calma, pese a ser un hombre resuelto y por eso tal vez ella, que vivía en un mundo más oscuro, lo pudo captar. Alguien como él era lo que Selene necesitaba para creer que el mundo donde vivían sus haditas podía ser real.
Enzo le había dicho alguna vez que él era un simple contador que no creía en la magia, pero para Selene, su bondad y sus atenciones hacia ella le habían devuelto la fe en el amor, quitándole el miedo a volver a querer. Todo el daño que Román, pero por sobre todo, Felipe le habían hecho, Enzo lo fue desvaneciendo con su afecto y la forma de apoyar sus proyectos. Ella podía ser amada de una forma en que podía decidir qué muestra de cariño quería y cual no, incluso el momento de recibirlas.
Como flotando en una nube, Selene recordó lo que pasó la última noche que se pasó por casa de Enzo para ver una película. Se encontraban muy juntos en el sofá, y Max, que descansaba a sus pies, se retiró al patio para dar su ronda nocturna y dormir afuera
Desde que iniciaron su relación, Enzo iba de manera cautelosa con el tema de las muestras físicas de afecto. Primero los besos y después, poco a poco, las caricias sobre la ropa. Él siempre iba preguntando, indagando si ella se sentía cómoda. Por algún tiempo, Selene sintió que la violación sufrida a menos de Felipe le impedirá disfrutar de su sexualidad junto a Enzo, pero cada día a su lado disipaba más esa duda. Ella realmente lograba sentirse bien y querida, protegida y de algún modo, sensual cuando estaba con él. Incluso sentía cierto orgullo de que un hombre como Enzo la quisiera.
Después de que Max los dejó solos, las manos de Enzo volaron hacia ella, y Selene se dejó acariciar. Se colaron bajo su camiseta y siguieron hacia sus senos. Con ansiedad por continuar, Selene misma se quitó la prenda por primera vez y Enzo, mirándola, le dijo que no hallaba la hora de hacerla su esposa y luego, su mujer, dando a entender que su primera vez con ella, la primera vez que la penetraría, sería en la noche de bodas. Sin embargo, se aseguró de que Selene también deseara llegar pronto a esa noche con su formar de tocarla y más cuando tomó sus senos con la boca.
Selene enrojeció de placer, excitación y también un poco de vergüenza, pero vergüenza de sus ganas de pedirle que él le brindara su repertorio completo esa misma noche, porque no sabía cómo decírselo. Abrazó su cabeza contra ella, cerrando los ojos y abandonándose a él mientras sentía una placentera succión en su pezón izquierdo qué la acaloraba más y más entre las piernas.
De pronto, Enzo se separó de ella, pero, apoyado en sus brazos, quedó sobre ella. La miró con ojos brillantes y jadeaba. Por un instante, Selene recordó la expresión de Felipe antes de atacarla y se asustó, pero Enzo le acarició una mejilla y se comportó de manera distinta. Besó su frente con cierta dificultad, temblando, y después la abrazó, de tal manera que él quedó acunado en su pecho. Selene también lo abrazó y así se quedaron. La pasión fue reemplazada por una sensación de bienestar y ternura.
—Te amo, Selene. Y quiero seguir, pero no quiero que sea así, en un sillón después de comer chatarra y ver una teleserie del Mega. Tú te mereces algo mejor, en un escenario mejor. Que de principio a fin sea especial. Yo quiero eso para ti, esa es mi ilusión. No tiene que gustarte ese día, ni quedar satisfecha, las primeras veces no siempre son lo que uno espera, tal vez, en tu caso, sea mejor después, pero la primera vez que seamos uno me gustaría que sea lo más cercano a lo perfecto.
Faltaban dos meses para la boda y Enzo la conmovió con sus palabras. Selene sabía que sería muy feliz a su lado y estaba impaciente por casarse. Y aunque ya tenía muchas ganas de tener su noche completa de sexo, la idea que él planteó la convenció de que era mejor esperar. Tenían todo el tiempo del mundo para amarse hasta el cansancio, dentro de la institución del matrimonio. Nunca más alguien podría reprocharle a Selene haberse acostado con un hombre porque con su esposo sería lo más correcto.
ESTÁS LEYENDO
¿Me dejas darte un beso?
RomanceTras un pasado traumático, Selene encuentra paz junto a Enzo, un amable contador. Un hombre que de forma tranquila, le demuestra lo sanador que puede ser un buen amor. De esta forma, ella deja atrás a Román, un arrogante abogado que la pretendía y a...