Noviembre, 2008.
Las palabras de Román retumbaban en su mente mientras ella corría a su casa. Todo lo que sabía era que él nunca la amaría por considerarla atolondrada, poco inteligente y gastadora. Román estaba en un lugar tan alto del Olimpo que jamás podría fijarse en una joven como ella.
Se sentía muy triste. El día anterior le había declarado su amor y él había sido más o menos educado al rechazarla, pero en esa tarde en que ella le reiteró sus sentimientos, él le escupió todo lo que pensaba de su persona.
Sus padres no estaban cuando llegó a su hogar. Ese día habían viajado a Pichilemu para visitar a un familiar y permanecerían allí hasta el lunes. Selene no había querido ir, pensando que tendría una oportunidad con el hombre al que consideraba su amigo, que estaba bien si insistía. ¡Qué fiasco había resultado todo!
Se fue a su cuarto, donde se permitió expresar su tristeza y desilusión. Román era un chico muy serio cuando lo conoció en el preuniversitario, al que le iba muy bien en matemáticas, ramo en el que ella tenía dificultades. Cuando él aceptó reforzarla, en agosto, Selene no esperaba enamorarse de él. Román tenía una agradable voz que le encantaba escuchar, era educado y amable. Al conversar, se dieron cuenta de que tenían cosas en común, como su música favorita o películas que no se cansaban de ver. En más de alguna ocasión salieron por ahí, por el único placer de pasar tiempo juntos. Román reía con ella y no parecía tan serio. Una vez le había dicho que ella era como un oasis para él, pues en su casa la economía era complicada: sus padres habían llegado a vivir de allegados en la casa de los padres de su mamá, lo que generó tensiones constantes entre ellos. Debido a eso, su padre los había abandonado hacía un par de años, desentendiéndose de sus obligaciones para con sus hijos. Su madre seguía allí, pero la dinámica familiar era violenta y sus abuelos siempre estaban gritando. Román, lo único que quería, era sacar a su mamá y a sus tres hermanos menores alguna vez de allí. Su mayor anhelo era darle a su madre una casa de ensueño.
Por eso no podía perder tiempo, necesitaba estudiar, terminar la carrera y ponerse a trabajar, para ganar dinero. Entre todas las cosas que hacía, solo el estar con Selene lo conectaba con el relajo, el descanso y el sentirse bien solo porque sí. Ella le había creído y se le declaró con la intención de estar a su lado y apoyarlo, pues Selene no concebía el amor de otra manera.
No quería salidas, ni helados, solo acompañarlo. Pero Román no lo vio de esa manera y solo la atacó.
Mientras recordaba eso, Selene se sintió tonta, además de triste. Lloró hasta quedarse sin lágrimas y después, resignada a su suerte, resolvió tomar una ducha. Estaba preparando su toalla cuando sintió dos golpes a la puerta. Felipe se asomó.
Felipe era el novio de su hermana Amelia, tenía veintidós años y vivía desde hacía unos meses con ellos. Era un joven amable, y Selene sentía afecto por él, pues hacía feliz a su hermana.
Hacía unos días atrás se habían encontrado por ahí y él la había invitado a un helado, para comentarle que quería hacer una fiesta sorpresa para Amalia, que pronto estaría de cumpleaños y que, a esas horas, estaba de turno pues era enfermera.
—Meli me dijo que quería una chaqueta de... ¿qué pasa, Seli? ¿Estabas llorando?
Selene bajó la mirada y se pasó los dedos bajo un ojo, notando que aún estaba húmedo.
—No pasa nada —respondió.
Felipe la estudió unos segundos y se sentó junto a ella en la cama.
—¿No resultaron las cosas con tu amigo?
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¿Me dejas darte un beso?
RomanceTras un pasado traumático, Selene encuentra paz junto a Enzo, un amable contador. Un hombre que de forma tranquila, le demuestra lo sanador que puede ser un buen amor. De esta forma, ella deja atrás a Román, un arrogante abogado que la pretendía y a...