Capítulo 12

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Angélica lo besó con voracidad. Enzo se sintió desesperado, amenazado, pero respondió la caricia.

Al menos, la primera tanda.

Dio un paso hacia atrás. Las manos de Angélica intentaron retenerlo por las mejillas, sin lograrlo. Ella hizo un mohín ante la separación.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Enzo.

—Quería verte, ¿no se notó?

Enzo sentía la humedad en sus labios que le dejó el beso de Angélica. Lo limpió con movimientos controlados.

—Creí que no volverías a buscarme.

Angélica, una estilizada mujer de cabello negro y corto, ojos grandes y labios pintados de rojo pese al luto, lo miró seductora.

—Eres mío y yo soy tuya. ¿Por qué te dejaría ir?

Enzo guardó silencio ante una persona que venía por la vereda, pasó entre ellos y siguió su camino. Las palabras de la mujer lo golpearon y aprovechó ese espacio para rearmarse.

—Eso es un invento tuyo. Yo establecí hace tiempo mi punto de vista. Me engañaste...

—Eso fue para mejorar nuestra posición.

—Yo no necesitaba «mejorar» ninguna posición social. Tenía trabajo, era bueno en lo que hacía, tenía buen sueldo... ¿por qué piensas que yo estaba interesado en sacrificar a mi pareja para tener más? Eso es de una bajeza que me repugna.

—Si, sí... una bajeza que te repugna, pero bien que la pasabas conmigo.

Enzo enrojeció hasta la raíz del cabello al recordar...

Angélica y él se conocieron cuando ella entró en una empresa en la que él trabajaba . El flechazo fue inmediato.

A Angélica le gustaba vestirse bien, cuidar su cuerpo y mostrarse sensual ante los demás. Los primeros meses ella fue la novia ideal: declaraciones de amor, fotos juntos en redes sociales, regalos inesperados. Su relación fue intensa, en la que las relaciones sexuales eran parte de su cotidiano como pareja.

Por esas fechas, falleció la madre de Enzo y después su papá. Él quedó devastado y no tenía ganas de nada, solo de recibir cariño. Sus hermanas lo cobijaron y Angélica se mostró compasiva un tiempo. Después, le empezó a decir que ella también tenía problemas y que lo necesitaba.

Por esos días, Enzo y sus hermanas estaban ocupadas en activar un seguro de vida que tenía su mamá, con el que querían pagar los exorbitantes gastos médicos que generó su enfermedad, aunque entre tanto tenían que adelantar algunas mensualidades. Él estaba muy presionado y Angélica lo presionó más. Ella consideraba que necesitaban unas vacaciones juntos en el Caribe, porque era un buen lugar para tomarse muchas fotos y presumir su trabajado cuerpo.

«No estoy de ánimos para viajar. Quizá el próximo año», respondió Enzo. Ella dijo entonces que iría igual, pero con unas amigas, y así fue. Enzo, que la seguía por redes sociales, notó que tenía muchas fotografías en las que presumía su belleza y se sintió molesto por eso. ¿Era necesario que ella enseñara su curvilíneo trasero a todo el mundo? ¿Sus senos cubiertos apenas por un trozo de tela? Incluso ciertas posturas que ella adoptaba para sus fotos le incomodaban.

No se consideraba un hombre chapado a la antigua, ni menos machista, pero Enzo no podía dejar de preguntarse quién era el público objetivo de Angélica. Ella buscaba admiración como cualquiera en la red, pero una admiración basada en su sexualidad más que en atributos de su persona.

«Estará insatisfecha», se le ocurrió. La había descuidado mucho desde lo sucedido a sus padres.

Tras el regreso de Angélica a Chile, siguieron su romance. Él le expresó sus preocupaciones por las fotografías que publicaba y ella, riéndose, dijo que las había tomado una amiga y que le había dicho que se pusiera de tal forma. Se convirtió en una mujer encantadora en los días que siguieron, seduciéndolo con sus sonrisas y sus movimientos. En cierto momento, le dijo que quería ir a pasear a San Pedro de Atacama.

¿Me dejas darte un beso?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora