Capítulo 4

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Para pensar en otra cosa, Román preguntó:

—Ese cliente tuyo ¿fue a buscar la muñeca que le ibas a hacer?

—No. Me escribió un mensaje. Tuvo que salir de viaje urgente, así que no pudo venir, pero me aseguró que en cuanto pudiera pasaría a buscar a la hadita. En fin, ¿de qué querías conversar?

Román se encogió de hombros.

—De ti.

—¿Y de ti? ¿Qué hay?

—No mucho que contar. Ya sabes, trabajo, lo típico.

Selene bajó sus ojos a la mano izquierda de él, pensando en el anillo que tuvo alguna vez. Le costaba asimilar que Román había estado casado.

—Como te separaste y estás lejos de tu familia, debes sentirte solo y por eso has estado rondándome —señaló tras unos segundos. Román la miró con cierta molestia, porque odiaba que Selene adivinara sus circunstancias.

—No pienso tener nada contigo —aclaró él—, pero necesito una amiga —zanjó, con un fuerte rubor en su rostro.

—Eso de que no quieres nada conmigo me quedó claro hace tiempo. ¿Sabes cuál es tu problema? Que tiendes a ser hiriente sin necesidad de hacerlo. En vez de decirme que no piensas tener nada conmigo, podrías reemplazarlo por un: «Podríamos retomar nuestra amistad» o «en honor a los viejos tiempos».

Román se vio incómodo al darse cuenta de que ella tenía razón, por lo que evitó mirarla. Selene se reclinó en su asiento, cruzándose de brazos.

—En fin. Te acabas de separar, quieres una amiga y de seguro quieres conversar. Soy toda oídos.

A continuación charlaron sobre diversos temas. Para no tener problemas, Román evitó cuidadosamente recordar su pasado común. En vez, se encontró hablando sobre su divorcio y los problemas que tuvo entonces, como el haber tenido que irse de su hogar por un par de meses.

No tenía intención de hablar de ello en esa salida, pero Selene le hacía pregunta tras pregunta, muy interesada en ese y otros temas, por lo que terminó contándole sus historias. Recordó su época de amigos, en la que ella solía escucharlo y sonreír.

Ni con su exesposa, en su mejor época, logró abrirse tanto.

Cuando fue el turno de Selene, ella habló de sus plantas, a qué lugar le gustaba ir a comprarlas y nada más. Ni siquiera se refirió a las haditas que ella misma confeccionaba. En cambio, habló de sus libros y películas favoritas con pasión. 

La familia de Román se encontraba mejor, en términos económicos, que cuando ellos se conocieron en el preuniversitario. Él había logrado sacar a su madre de la casa donde vivía de allegada y darle un mejor pasar. Por otro lado, había colaborado con la educación de sus hermanos menores.

—Me alegro de que hayas podido ayudarlos. Era lo que más querías cuando estudiábamos —señaló ella.

—Así es. Mi mamá trabajó muy duro para darnos una buena vida a mí y a mis hermanos, soportó malos tratos por nosotros, se merecía el cielo. Mis hermanos todos trabajan y la apoyamos para que tenga un buen pasar. Hace poco pusimos calefacción central en casa, así que no pasa frío en invierno, y yo la voy a ver cuando puedo. Es curioso, pero yo pensé que me tendría un matrimonio más largo que el de mis padres...

Se sorprendió de sí mismo al decir eso. Selene, que a esas alturas se estaba terminando una porción de helado, quiso opinar.

—Los matrimonios largos tienen, o mucha opresión dentro, o mucho trabajo por parte de ambos para mantener la relación. Y respeto, por supuesto.  Mis papás siguen casados y yo... no sé. A estas alturas el matrimonio no está en mi lista de deseos, pero si alcanzara uno, sería para aportar con lo mejor de mí.

¿Me dejas darte un beso?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora