Capítulo 15: Aquelarre

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-Hola, Sele. ¿Estás ocupada?

Selene sonrió al escuchar la voz de Enzo al otro lado del teléfono.

-Oh, bueno... sí. Estoy preparando el almuerzo e intentando que no se me queme. Tengo tu chaqueta lavada y planchada. Te la iré a devolver más tarde.

-No, nada de eso. Yo pasaré a verte a la feria. ¿Cómo te fue ayer?

-Bien, vendí hartas macetas. Voy a tener que ir al vivero a comprar unos cuantos ficus.

Selene se acomodó el celular entre el hombro y la barbilla mientras pelaba un par de papas. Enzo, en cambio, estaba en un local de Pedro, Juan y Diego esperando a que le trajeran el sándwich y las papas fritas que había pedido. Se encontraba en su hora de colación y usaba auriculares.

-Pensé que todas esas plantas las formabas tú.

Selene cambió de posición y dejó el celular sobre una taza, con el altavoz puesto. No quería cortar, pero necesitaba sus dos manos libres para seguir cocinando y no le gustaba tener torcido el cuello.

-Sí, es decir, formo las fáciles, ya sabes: las crasas, los cardenales, menta, y algunos almácigos, pero los ficus y otras plantas exóticas de crecimiento lento prefiero comprarlas. No tengo tanto espacio en mi patio para ellas, además, son delicadas y necesitan que las cuide todo el día, lo que no me permitiría ir a vender a la feria.

-Creo que un día deberías echarle un vistazo a mi patio. Mis hermanas siempre se quejan de que Max lo tiene horrible y piensan que algo se puede hacer.

-Es que los perros son muy destructivos con los jardines, en especial uno grande como Max, pero supongo que algo podremos hacer.

Enzo se sintió feliz ante la idea de arreglar su jardín.

-Me serías de gran ayuda. Yo soy nulo con los jardines, solo tengo una maceta con una planta que se secó hace años.

Ante la risa de Selene, él también rio. Intercambiaron unas frases más y cortaron, con la promesa de verse más tarde. Al terminar de cocinar, Selene se fue al computador, a traspasar sus apuntes sobre la confección de sus haditas. En la tienda le habían pedido que preparara material para guiar al departamento de diseño en la confección de las muñecas. De paso, tendría que escuchar algunas propuestas. Eso sería el lunes. El marte hablaría con la creativa que podría hacer una historia para cada una de sus hadas.

Por un lado, se sentía un poco desanimada al pensar que ya no podría comercializar sus haditas por su propia cuenta en cuanto salieran las de la tienda, aunque, al menos, podría seguir haciéndolas para ella misma en casa. Por otro, la emocionaba que su creación gustara.

Se fue tarareando una canción al trabajo y armó su tienda con especial alegría. El saber que Enzo vendría la ponía contenta. Conforme pasaron las horas se sintió ansiosa, por eso, para distraerse, se hizo parte de una divertida conversación de Rosa con Aldo, un varón que vendía figuras de animé japonés en su puesto, además de camisetas alusivas y otras cosas. Rosa no podía concebir que un varón de cuarenta años vendiera «juguetes» y le decía que eso no era normal. Aldo, acostumbrado a las críticas por su particular afición, no se molestó con eso, y en cambio, le hizo ver a Rosa que el animé japonés tocaba temas muy profundos en sus series, que no tenían nada que envidiar a algunos de los sesudos libros que ella vendía.

Justo en eso llegó Enzo, que saludó a Selene y entró a su puesto, invitado por ella para escuchar lo que se decía. Aldo estaba hablando.

-Es que no podís decir que el animé es cosa de niños, pos Rosa. Personas que vieron Dragon Ball, Sailor Moon, Los Caballeros del Zodiaco, Robotech, Lady Oscar, son adultos hoy, y consumen este contenido por nostalgia, pero, además, porque hay temas que en ese tiempo esos animes tocaban y que hoy, como adultos, tienen una nueva relectura.

¿Me dejas darte un beso?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora