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Perdí por completo el transcurso del tiempo en el interior de aquel habitáculo privado de cualquier ventanuco o ranura que me permitiera intentar seguir las horas a las que nos habían condenado a pasar allí hasta que alguien viniera a por nosotros

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Perdí por completo el transcurso del tiempo en el interior de aquel habitáculo privado de cualquier ventanuco o ranura que me permitiera intentar seguir las horas a las que nos habían condenado a pasar allí hasta que alguien viniera a por nosotros. La pared que separaba nuestros dormitorios permanecía en silencio, indicando que Darshan también había optado por mantener un perfil bajo.

La presencia fantasma del chico al otro lado me hizo sentir menos sola mientras atravesaba el diminuto cuartucho para dejarme caer sobre el incómodo colchón. Mis ojos vagaron sin dirección establecida, entreteniéndose en las visibles vetas de damarita que atravesaban la piedra; una oleada de difusos pensamientos me asaltó, haciendo que mi estómago se encogiera. Me imaginé a un Perseo mucho más joven siendo arrastrado hacia una de esas habitaciones, empujado a su interior mientras el material que recubría las paredes asfixiaba su magia, apagándola de aquel abrupto modo y dejándole aovillado en un rincón, aturdido y debilitado. Mi madre también había mencionado que, tras despertar sus poderes, había sido enviada junto a otros en su misma situación para que se les enseñara a manejar su magia... ¿Habría terminado allí, en aquella cárcel alejada de la mano de los dioses? ¿Habría tenido que hacer frente a los monstruos que habitaban en aquel lugar y que vestían máscaras plateadas con túnicas negras?

Acerqué mis piernas al pecho, notando el acelerado ritmo de mi corazón golpear contra mis costillas. El transcurso del tiempo se transformó en un lento goteo de segundos en aquella oscuridad, sin ningún punto de referencia, mientras esperaba lo que viniera a continuación...

Preguntándome cuánto tardaría en quebrarme por completo.


Mis músculos agarrotados protestaron cuando escuché cómo retiraban el bloqueo de mi puerta, haciendo que la madera chirriara al deslizarse sobre el suelo. Tuve que entrecerrar los ojos debido a la repentina luminosidad que atravesó el umbral, llenando mi habitáculo; no sin esfuerzo conseguí distinguir dos difusas figuras en la entrada, posiblemente observándome con fijeza.

—Levántate.

Una mezcla de rabia y alivio se retorció en mi pecho al descubrir que la persona que me había dado aquella orden era un hombre. La humillación que había sufrido a manos de aquella nigromante no desaparecía de mis pensamientos, exigiendo una retribución; pero ello me tomaría tiempo.

Obedecí en silencio, deslizándome sobre el colchón hasta incorporarme. Estudié a mis nuevos carceleros, sorprendiéndome al encontrar a uno de ellos con el rostro al descubierto; sus prendas, similares a las que llevaba ahora, delataron que se trataba de un nigromante aún en formación. Un monstruo en ciernes.

Los ojos verdes del chico, que parecía ser un par de años menor, me contemplaron con una chispa de curiosidad, reacción generalizada en todos los jóvenes que permanecían en Vassar Bekhetaar entrenando para sumarse a las filas del Emperador. Me fijé en su tono de piel tostado, similar al mío; aquel muchacho no pertenecía a ninguna familia ilustre. Aquel muchacho pertenecía a mi mundo. ¿Qué se le habría pasado por la cabeza al haber salido sus poderes a la luz?

LA NIGROMANTE | EL IMPERIO ❈ 2 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora