❈ 49

1.1K 173 41
                                    

Octavio pareció removerse con cierta incomodidad ante el deseo de su madre sobre mi futuro dentro de la corte

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Octavio pareció removerse con cierta incomodidad ante el deseo de su madre sobre mi futuro dentro de la corte. La emperatriz me observaba de un modo que me hizo sospechar que no estaba burlándose de mi madre o de mí; había un poso en sus ojos castaños que me atenazó el pecho. Sabía por boca de mi madre que Calidia, como así se llamaba la emperatriz, era la hermana del joven que, en su momento, estuvo prometido con la princesa Valeria, antes de que el Usurpador decidiera asesinarla, junto al resto de su familia. Supuse que el recién coronado Emperador tuvo que aceptar a Calidia por la afrenta de haber impedido que su hermano se hubiera convertido en el futuro emperador consorte por lo sucedido, además de un astuto movimiento por su parte para entablar las primeras alianzas en su gobierno.

—Madre —le siseó el príncipe en un susurro avergonzado.

Pero la emperatriz le ignoró por completo, se inclinó en mi dirección para tomar mi mano. Me sobresaltó cuando sus dedos rodearon los míos, estrechándolos con intensidad.

—Yo estuve allí cuando Galiano la castigó —me dijo a media voz, provocando que mi vello se erizara por el horror que leí en sus ojos castaños. El temblor que la sacudió de pies a cabeza—. Vi cómo le quemaba la cara, impidiéndole que pudiera usar su magia para curarse a sí misma... Vi cómo le obligaba a tragar carbones encendidos...

La garganta se me estrechó al escuchar el modo en que mi madre había sido torturada en manos del Emperador. La imagen de su rostro destrozado hizo que mi pecho se contrajera dolorosamente, al igual que recordar los ataques de tos que le provocaba cuando trataba de hablar.

—Ten cuidado —me advirtió, ganando seguridad. Sus dedos volvieron a aferrarme con firmeza—. Usa un perfil bajo y siempre cumple con lo que te ordene. No te resistas —una sombra de miedo pasó fugazmente por su mirada— o será mucho peor.

El cuerpo de Octavio se interpuso, obligando a la emperatriz a soltarme y retroceder un paso.

—Suficiente, madre —intervino con severidad—. Estás asustándola.

—Le estoy previniendo —se defendió Calidia—. Conoces a tu padre, sabes hasta dónde está dispuesto a llegar para conseguir lo que se propone.

El rostro de Octavio palideció, aunque se mostró firme al apartarme aún más de su madre.

—Deberíamos centrarnos en la celebración —le avisó en un tono de advertencia—. Así estamos llamando la atención.

Algo cambió en la expresión de la emperatriz al escuchar las últimas palabras de su hijo mayor. La vi estudiar nuestro entorno con cautela... casi con miedo; pronto fui consciente de qué —o, mejor dicho, quién— parecía hacer sentir de ese modo a Calidia: el Emperador, que en algún punto de nuestra corta conversación se había alejado unos metros de nosotros, tenía sus sibilinos ojos verdes clavados en el grupo que conformábamos. La emperatriz se estremeció al descubrir a su marido con la vista puesta en nuestra dirección; se apresuró a abrazar de nuevo a Octavio y en su rostro apareció una lograda sonrisa comedida cuando se inclinó para hacer lo mismo conmigo.

LA NIGROMANTE | EL IMPERIO ❈ 2 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora