❈ 56

1.1K 170 22
                                    

«En acabar con ella», me hubiera gustado responderle

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

«En acabar con ella», me hubiera gustado responderle. «Lo único que quería era acabar con Belona Carvilia.»

De mis labios no salió respuesta alguna, para frustración de la chica que me contemplaba con un ramalazo de miedo en el fondo de su mirada. A nuestra espalda Vesta —a quien reconocí vagamente por su cabello platino— seguía inclinada sobre una llorosa Belona, quien tenía una mano en la garganta y sollozaba como una niña pequeña.

—Vesta... —la llamó Aella.

La interpelada nos contempló a ambas por encima del hombro, con una expresión circunspecta; sus ojos, de un pálido azul, no transmitían nada en absoluto. Desde el mismo momento que Ligeia me presentó a su selecta camarilla de damas de compañía, había intuido que ella era distinta al resto; no solamente por su apariencia física, sino por el modo en que se había quedado en silencio, limitándose a observar todo lo que ocurría a su alrededor, atendiendo a las conversaciones que la rodeaban.

—Márchate con ella —le respondió Vesta—. Os alcanzaré.

A mi lado, Aella asintió con sutileza y me aferró con fuerza del brazo, arrastrándome tras su estela. Aún un poco conmocionada por todo lo sucedido, no puse ningún tipo de resistencia a dejarme llevar por la prima de Perseo como si fuera una bonita muñeca articulada; sin embargo, conforme nos alejábamos de Vesta y Belona, fui volviendo poco a poco en mí. Consciente de quién era la persona que me guiaba a través de los vacíos pasillos del palacio.

Aella tenía toda su atención puesta en donde fuera que me estuviera llevando. Su mano me sostenía con firmeza y pude ver que la línea de su mandíbula estaba tensa; la noche anterior, durante la celebración, apenas había sido consciente de su presencia. Supuse que también habría obsequiado a Octavio con su corona de flores... como prácticamente todas las jóvenes.

Mis pasos trastabillaron al recordar las hirientes palabras de Belona, sus burlas mientras me desvelaba estar al corriente de mi clandestina relación con Perseo. Durante el breve tiempo que pasé en la hacienda de Ptolomeo, fuimos discretos... o fuerzas externas ayudaron a que las personas que se enteraron fueran silenciadas; tras Vita, nadie más dentro del servicio o la familia de Perseo sabían nada. A excepción...

Mi mirada se desvió hacia la espalda de Aella mientras ella nos obligaba a torcer por un recodo y nos metía a ambas en una habitación cualquiera que resultó ser un discreto saloncito casi vacío. Sentí que todo mi cuerpo estallaba al caer en la cuenta de que no había tenido en consideración a alguien muy cercano a Perseo y que le había cedido su ayuda a regañadientes. Alguien que sabía bastante bien el tipo de relación que nos había unido al nigromante y a mí.

Aproveché que Aella estaba distraída para soltarme de su agarre y empujarla hasta que trastabilló con la falda de su vestido. Sus ojos azules me contemplaron como si hubiera perdido el juicio.

Pero no podría estar más lúcida mientras ataba cabos en mi mente, uniendo las piezas que me conducían a la única persona que podría haberle pasado la información a Belona.

LA NIGROMANTE | EL IMPERIO ❈ 2 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora