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La marcha de Perseo de Vassar Bekhetaar pasó desapercibida

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La marcha de Perseo de Vassar Bekhetaar pasó desapercibida. Pese a que Fatou había sido claro al respecto, el regreso del nigromante a la capital no fue inmediato; supuse que el resto de la comitiva que le había acompañado hasta allí habría tenido preguntas al respecto, quizá por los rumores que aún continuaban susurrándose entre las paredes de la prisión.

No molesté con mis preguntas a Sen, cuyos cuidados estaban llegando a su fin, y me limité a quedarme tendida en mi camastro, intentando no llamar la atención de los pobres desgraciados que terminaban en la enfermería. El que un día fue aliado de Perseo era el único nigromante, la hosca mujer que había estado allí la primera vez que puse un pie era una simple sanadora... al igual que los otros tres. Sen me había explicado que, a pesar de ser tan poco personal, aquella enfermería estaba dedicada exclusivamente para los nigromantes en instrucción o los que buscaban ganarse el título de Sable de Hierro; cuando le había preguntado si eso significaba que existía otra en el ala de las celdas, el nigromante había bajado la mirada, sin decir ni una sola palabra.

—Fatou parece pletórico estos últimos días —Darshan golpeó con los nudillos la pared de piedra, arrancando un leve eco. Sen y él, sin contarme a mí, eran los únicos que se encontraban en la enfermería.

Mi aliado pasaba todo su tiempo libre allí, escudándose en el hecho de querer seguir de cerca mi recuperación, aunque sospechaba que había otros motivos... como el hecho de que hubiera empezado a preocuparse por mí, a ver como algo parecido a una amiga y no un medio para alcanzar un fin. El recelo que sentía hacia Sen continuaba impidiéndole bajar la guardia delante de él pero, al menos, el intercambio de palabras entre ellos resultaba divertido; Darshan parecía estar dispuesto a sacar de quicio al nigromante, quizá creyendo todavía que su lealtad estaba comprada por Fatou, sin que sus intentos dieran mucho resultado.

Pese a saber la verdad, de que Sen no era un espía de Fatou, no había reunido el valor suficiente para contársela a Darshan. No después de que ambos hubiéramos llegado a un acuerdo tácito de no mencionar a Perseo y nada relacionado con él al final de aquella conversación donde comprobé que el joven había sido sincero conmigo sobre la noticia del compromiso de su hermano mayor.

A mi espalda percibí a Sen removiéndose, con sus dedos aleteando por la piel de mi espalda. Tanto él como Darshan debían estar al corriente de todo lo que sucedía fuera de la enfermería y, aunque no la hubiera abandonado todavía, sospechaba que uno de los temas más recurrentes dentro de la prisión debía ser el nieto de Ptolomeo y su marcha. La presencia del emisario del Emperador había supuesto desde el principio un inconveniente para Fatou, quien había visto en Perseo una amenaza. ¿Habría creído que su señor había enviado al nigromante porque guardaba sus dudas respecto a su propia lealtad? ¿O acaso el rencor y odio que parecía sentir hacia Perseo estaba motivado por otras razones?

No sabía qué había movido a Fatou para cercar a Perseo, intentando encontrar algún punto débil que usar a su favor, pero sus planes habían dado sus frutos y había salido victorioso.

LA NIGROMANTE | EL IMPERIO ❈ 2 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora