❈ 17

1.4K 268 22
                                    

Fatou hizo un lánguido gesto con el brazo, abarcando las filas de nigromantes que esperábamos en perfecta formación

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Fatou hizo un lánguido gesto con el brazo, abarcando las filas de nigromantes que esperábamos en perfecta formación. No éramos mucho en comparación con el bloque que conformaban los Sables de Hierro, pero nuestros maestros solían regalarnos los oídos asegurándonos que nosotros éramos más valiosos.

—Como podéis observar, mi señor —dijo el nigromante en voz audible y usando un tono casi pomposo. Vomitivo—, todo está bajo control. Su Majestad Imperial no tiene por qué preocuparse...

Observé a Perseo cuadrarse, de nuevo haciendo uso de esa actitud fría y calculadora. La misma que había empleado cuando nuestros caminos se habían cruzado por primera vez en el palacio, después de que el Emperador ordenara que se deshicieran de una de las chicas de Al-Rijl y de mí.

—Eso lo decidiré yo, Fatou —le replicó, para mi retorcida delicia—. Como se os comunicó en el mensaje, nos quedaremos unos días para realizar las comprobaciones pertinentes... personalmente.

«No. No. No...»

Maldije en silencio mi mala fortuna. ¿Qué demonios pintaba Perseo en Vassar Bekhetaar? ¿Y por qué el Emperador lo habría elegido para liderar la comitiva? Un sabor amargo inundó mi boca al creer comprender. El hijo de Roma había sido uno de los artífices del ingenioso plan para infiltrarse dentro de la Resistencia; junto con la ayuda de Darshan, ambos habían logrado su propósito, descubriendo la guarida en las cuevas y conduciendo hasta allí a las tropas del Emperador para destruir a los rebeldes y eliminar la amenaza que representaban para el Usurpador. Era evidente que el falso monarca había recompensado a Perseo por su grandioso papel.

Me tensé cuando vi al nigromante repasando de nuevo las filas, en esta ocasión con una meticulosa lentitud. Una mezcla de contradictorios sentimientos burbujeó en mi estómago. La rabia por su traición se avivó, ahogando la esperanza que había despertado cuando Sen me confesó que aquel repentino interés y preocupación por mí, una completa desconocida, era debido a un acuerdo al que había llegado con Perseo.

Abrí y cerré los puños contra mis costados, sintiendo una ardiente quemazón por todo mi cuerpo. Necesitaba alejarme de aquel patio, de Perseo, para intentar poner orden en mis propios sentimientos.

—Nos honraría, mi señor, si quisiera estar presente en alguno de los entrenamientos que realizamos —dijo entonces Fatou, con una sonrisa sibilina—. Incuso podríais formar parte de ellos de una manera activa, por los viejos tiempos...

Aquella petición no había sido casual: el nigromante estaba tramando algo.

Y no me gustó en absoluto la sensación que me produjo al respecto.

Después de intercambio cortés entre Perseo y Fatou, ambas delegaciones se internaron de regreso en el interior de la prisión, dando por terminada aquel ridículo espectáculo con el que tratar de impresionar a los recién llegados. Mi mente bullía de actividad y mi corazón latía nerviosamente ante la presencia de Perseo en alguna parte de Vassar Bekhetaar; mientras nigromantes y Sables de Hierro se dispersaban en distintas direcciones, llenando el ambiente de susurros.

LA NIGROMANTE | EL IMPERIO ❈ 2 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora