Fue un beso igual de frío e incómodo como el que compartimos en aquel pasillo oscuro, después de que le descubriera con Irshak. Las manos de Octavio temblaban mientras me sostenía por la cintura; sus labios se apretaban contra los míos, pero parecía que estuviera besando a una piedra. Recé para que ninguno de los testigos que jaleaban a nuestro alrededor fuera consciente de lo forzado que era, echando a perder nuestro juego.
Con una sonrisa igual de fingida, el príncipe imperial me separó de mí para saludar con torpeza a nuestro público, con las mejillas sonrojadas de un modo que no era producto de sus dotes como actor. Intuía que aquella declaración —en apariencia privada— no había sido idea suya, que todo aquel espectáculo que había organizado con aquella fingida cita por los jardines para hacerlo había hecho que se sintiera expuesto terriblemente.
Ligeia fue la primera en acercarse a nosotros para darnos la enhorabuena. Se había mantenido al margen, emocionada por la petición pública de su hermano, junto a un silencioso Perseo. Mi mirada no pudo evitar desviarse en su dirección mientras la princesa abrazaba a Octavio, con los ojos brillantes; el nigromante continuaba en el mismo sitio, con sus fríos ojos azules clavados en el príncipe heredero.
Un escalofrío me descendió por la columna cuando él también apartó la mirada, encontrándose con la mía. Porque, en el fondo de ella, atisbé una rabia inusitada... Además de odio. Un odio cegador.
Y, por primera vez desde que conocía a Perseo, tuve miedo de lo que podría estar pasándosele por la cabeza.
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El constante parloteo de la princesa empezó a producirme dolor de cabeza. Tras la declaración, Octavio había propuesto que nos trasladáramos de los jardines al interior del palacio, buscando un sitio más privado; sabía que la noticia de nuestro futuro compromiso ya habría empezado a correr por la corte imperial, quizá llegando ya a oídos del Emperador. Ligeia no dudó un segundo en aceptar la propuesta de su hermano, eligiéndome en aquella ocasión a mí como acompañante en el trayecto de regreso. La idea de dejar al nigromante con mi futuro prometido no me produjo especial placer, no después de haber visto en los ojos de Perseo aquella rabia entremezclada con odio.
Pero no había podido negarme, por lo que ahora caminaba del brazo de Ligeia, con su irritante voz reverberando en mis oídos.
—Evidentemente, Perseo y yo tendremos que atrasar la fecha de nuestro matrimonio —dijo entonces la princesa, en tono pensativo.
Mi corazón se detuvo unos segundos.
—¿Teníais... teníais fecha para... para la boda? —no pude evitar que mi voz temblara.
Una punzada de dolor me atravesó de lado a lado al pensar que Perseo hubiera decidido ocultarme aquel pequeño detalle. Luego el habitual enfado que sentía cada vez que tocaba cualquier tema que involucrara al nigromante, a la princesa o su compromiso ocupó su lugar, haciendo que apretara los dientes.
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LA NIGROMANTE | EL IMPERIO ❈ 2 |
FantasíaEl Imperio se formó años atrás, nacido de la codicia de un hombre... o el orgullo de un hombre herido. Todo lo que Jedham creyó mientras crecía ha resultado no ser del todo cierto. La Resistencia ha caído en manos del Emperador, t...