Tantas cosas que celebrar y yo solo quiero verte.

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13 de octubre.

Irish.
13 de octubre de 1999. Uno de mis días favoritos, junto navidad y el aniversario de mis padres.
Este 13 de octubre cumplo veinticuatro años y sigo sintiéndome como una niña de dieciocho recién sacada del instituto, pero aparte de sentirme así, me sentía ardiendo. Y no de buena forma.

—Tienes fiebre. —Confirma Liv, quitándome el termómetro de debajo del brazo. —Voy a traerte mas paños con agua...—Sale de la habitación de nuevo.

—Liv, deberías irte. —Murmuro con el pañuelo en la nariz.

—No me pienso ir y dejarte aquí sola, que eres capaz de tropezarte con el cable de la lamparita de noche. —Me mira con el ceño fruncido. — ¿Hace cuanto te tomaste la ultima pastilla? —Mira la pantalla de su teléfono.

—A las cinco. —Murmuro entre la tos y se gira a mí como si estuviera loca. — ¿Qué? No podía dormir...—Me encojo de hombros.

— ¿Por el resfriado o los dolores de regla? —Inquiere y me coloca un paño en la frente, dejando mi flequillo revuelto.

— ¿Cómo sabes que tengo la regla? —Sigo sus pasos con la mirada.

—Soy tu mejor amiga. Lo sé todo. —Dice con simpleza y se encoje de hombros. —Y porque tienes una caja de compresas tirada en el baño. —Se ríe y comienza a ordenar la habitación.

—Enserio, Liv, vete a dar una vuelta...—Digo con pesadez. —No te lo quiero pegar. —Acaricio la cabeza de Almendra que me mira atenta. — ¿El resfriado se puede pasar a los animales? —Pregunto en voz alta y Almendra ladea la cabeza.

—Espero que no, lleva ahí contigo desde ayer. —Oigo a mi mejor amiga desde el suelo. — ¿Cómo puedes acumular tanta mierda? Esto está lleno de pañuelos y bolsas de patatas vacías...

— ¡Liv! Deja de mirar ahí. —Pataleo intentando que saliese.

—Cállate, pesada. —Me manda y yo dejo caer la cabeza sobre la pila de almohadas que me ha plantado. —Voy a pedir comida, ¿Qué prefieres? —Se levanta con la bolsa de basura casi llena.

— ¿Morir? —Suelto un suspiro.

— ¿Aparte? —Me aparta el pelo de la cara con cariño.

—Echo de menos la comida de mi madre...—Lloriqueo sin motivo.

—Ay, cielo. —Se ríe. —Estás pasando por la típica crisis de independizarte...—Me besa el pelo.

—Pues no me gusta, y menos con la regla de por medio. —Me limpio las lágrimas con pesadez.

—Lo sé, lo sé...—Me tranquiliza. —Voy a pedir hamburguesas, ¿Vale? —Acaricia mi pelo con cuidado.

—Vale...—Lloriqueo otra vez.

— ¿Ahora que pasa? —Intenta no reírse.

—Necesito ir al baño. —Murmuro entre llanto. Ella ríe.

—Venga, vamos...—Me ofrece la mano.


No recuerdo haberme dormido, pero en cuanto veo las luces amarillentas de las farolas a lo largo de toda la calle, me doy cuenta de que quizá dormí de más. No encuentro a Liv por la casa, solo una nota que ponía que se había ido a por medicamentos y chocolate.
Suspiro y camino hasta la cocina, abro uno de los armaritos superiores y lo primero que cae de la caja a rebosar son los medicamentos que estaba tomando...Una caja nueva.

— ¿Qué coj...? —Me callo al oír un golpe en el balcón; Como si algo hubiese caído. Como acto reflejo, agarro uno de los cuchillos que estaban recién fregados en el bote con la forma de la máscara de Iron Man que compré en el bazar de abajo, y apunto hacía allí.

El amor verdadero es caprichoso.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora