Ojalá no tuviésemos tanto miedo a decir lo que sentimos.

453 62 20
                                    

28 de diciembre.

Irish.
Pum. Dos segundos. Pum pum. Tres segundos. Pum pum pum...Pierdo la cuenta.
Mi corazón late con tanta fuerza que todos mis sentidos se bloquean y solo puedo sentir el órgano que me mantiene con vida intentando salir de mi pecho.
Vuelvo a golpear la puerta con los nudillos, presa de la furia y angustia e incapaz de pensar con claridad. Oigo la voz de Dylan seguida de aquella risa que calmaba hasta los peores males, tengo unas ganas incontrolables de correr escaleras abajo pero cuando quiero hacerlo ya lo tengo frente a mí.

— ¿Irish? —Su sonrisa se evapora.

—Eres...Eres imbécil. —Es lo único que puedo soltar por la boca y su postura se relaja.

—Estoy seguro de ello, pero, ¿Ahora por qué? —Se apoya en el lomo de la puerta.

— ¿Por qué? —No puedo evitar reírme con ironía. —Eres realmente imbécil...—Bajo la mirada a mis pies y todo lo que había sentido al verle se transforma en rabia. —Dos meses. Dos putos meses estuve esperando ese maldito mensaje tuyo.

—Irish...

—No. ¿Por qué ahora vuelves a cambiarme los planes? —Mi frustración es notoria. —Perdiste ese derecho al desaparecer, y aun así lo has hecho.

—Irish, no desaparecí; Tú te marchaste. —Aclara con confusión ante mis palabras.

—Por tu culpa, imbécil. —Alzo la voz. —Me fui por ti. —Consigo mirarle a los ojos.

— ¿Por mí? —Repite sin entenderlo.

—Estaba bien; pude acostumbrarme a no pensar en ti, ya era feliz y ahora vuelves tarde. —Mi voz se entrecorta.

—Irish, quería hablarte, pero...—Intenta hablar, sin embargo no quiero escucharlo.

—Pero no lo hiciste. —Un nudo se forma en mi garganta. —No lo hiciste, Jake...Y ahora soy yo la imbécil que está plantada en tu puerta, como si pudiese reprocharte algo y muriéndome de ganas porque algo cambie. —Una sonrisa triste asoma por mis labios.

—Irish...Dime que quieres que haga.

—No quiero que hagas nada, Jake, joder...—Me paso la mano por el pelo, desesperada. —Quería; En pasado. Quería que vinieses a buscarme, que me dijeses lo que sentías...Dios, Jake, que te escribí una puta carta de pagina y media y...

—Espera, ¿Qué? —Frunce el ceño como si no supiese de que hablaba. Mi expresión facial cambia por completo a una igual de descolocada a la suya.

—La...La carta. —titubeo. —Jake, por tu vida, dime que la leíste...—Cierro los ojos con el corazón a mil de nuevo.

—Irish...—Quiere hablar, pero me adelanto a él y avanzo con rapidez hacia su balcón. —Irish, ¿A dónde vas? —Me sigue.

— ¿Qué hacéis? ¿Jugar a las carreras? —Oigo que Dylan habla, pero yo ya estoy fuera.

El frío congela todos mis sentidos y mi corazón se altera por segundos. Siendo sincera, quería que aquella carta que tanto me había costado escribirle no estuviese, que la hubiese leído y que decidiese no escribirme; Porque de lo contrario...Habría estado esperándole sin motivo.

—Irish, dime que pasa...—Me pide desde la puerta.

—Dime que...—Me callo al encontrar mi carta doblada, enterrada bajo las hojas viejas. —Mierda. —Cierro los ojos tras ver que el contenido del interior estaba emborronado por la lluvia y que apenas era visible las cosas en ella.

—Irish...—Su tono de voz es calmado, a pesar que no entendía nada.

—Lo...Lo siento. —Le miro con la vista borrosa por las lágrimas y tras hacer una bola con mis sentimientos, me doy prisa en volver con Olivia.


— ¿Cómo he sido tan cobarde? —Escondo la cara en uno de los miles de cojines que Liv tiene en el sofá.

—Para de decirte eso, no va a ayudarte. —Me arrebata el objeto y me obliga a verla.

—Debí decírselo en persona. —Me incorporo. —Debí hablar con él cuando tuve la oportunidad. —Me lamento.

—Irish, para. —Me sujeta por los hombros, sentada sobre la mesa de café para quedar frente a mí. —Pensar en lo que pudieses haber hecho no te va a ayudar a cambiar algo, tienes que pensar que vas a hacer ahora.

— ¿Ahora? Nada. —Digo con obviedad. —Liv, han pasado dos meses en los cuales me he machacado pensando en porque no me llamaba, en porque después de todo ni siquiera me mandaba un mensaje...

—Y en esos dos meses tus sentimientos no han cambiado hacia él...—Añade y yo suspiro.

—No, no han cambiado. Y ya he perdido la esperanza de que lo hagan...—Confieso. —Pero mañana tengo un vuelo a Nueva York, tengo planes de futuro, Liv. No puedo dejar que vuelva a pasarme, no ahora. —Tras mis palabras, se hace el silencio.

—Bueno, bien...Pero esta noche vendrás al concierto de Dylan. —Se levanta y camina hacia la cocina. —No vas a desaparecer de su vida también.

Tres horas y media después estábamos sentadas en unas hamacas hippies en mitad de una sala enana donde solo había un par de camareros y cuatro chicos dispersos.

—Este sitio huele a hámster...—Habla Liv antes de beber de su piña colada servida en una mini jarra de colores con varias pajitas diferentes.

—Pues a mi me gusta. —Sonrío con mi pajita que cambiaba de color entre los dientes mientras me balanceaba en la hamaca.

De un momento a otro, las luces se apagan y sobre el escenario, a escasos metros de nosotras y bajo las luces neones, aparece Dylan junto otros tres chicos.

— ¡Buenas noches, Londres! —Gritan al unísono y el bajo de Dylan chirria. Yo miro a Liv con una sonrisa mientras aplaudo y ella me devuelve la mirada, aburrida. — ¿Estáis preparados para el mejor concierto de la década? —Vuelve a hablar el chico de pelo largo al frente de los demás.

— ¡Si! —Contesto, y soy la única que lo hace, pero me daba igual, porque la cara de orgullo que tenia Dylan lo valía. — ¡Vamos, Dylan! —Le chillo con ambas manos alrededor de la boca para hacer énfasis y él saca la lengua y alza una de sus manos.

—Creo que va siendo hora de dejar de beber piñas coladas...—Liv me quita la copa.

—La primera canción, está dedicada a mi preciosa amiga... ¡Irish! —Habla Dylan señalándome y yo me tapo la boca con vergüenza e ilusión. —Hacía meses que no la veía y ha vuelto solo para venir a verme tocar. —Se inventa, pero estoy tan borracha y contenta que me da igual y aplaudo con entusiasmo su mentira.

Dos canciones y Liv ya había apartado a Dylan de ella tres veces por querer cantarle a tan solo unos centímetros. Yo me reía y les grababa sin importarme la cara de odio y amenazas de Liv. Mi cara cambia en cuanto una notificación de llamada aparece ante mis ojos...

—Mi jefa. —Le muestro el móvil a Liv e intento levantarme de la maldita hamaca. —Mierda...—Maldigo en voz baja, pero consigo levantarme sin matarme. Camino hasta la salida y contesto la llamada tras carraspear para aclarar mi voz. —Dime, Camila.

—Irish, perdona por las horas...—Su voz retumba en mi oído. —Solo quería confirmar la hora a la que llegarás mañana. Once y media del mediodía, ¿Cierto?

—Cierto. —Confirmo mirando las puntas de mis botas nuevas.

—Bien...—El sonido de su bolígrafo me hace saber que lo está apuntando. —Nos vemos en el aeropuerto entonces, no trasnoches mucho ¿Eh? —Bromea.

—Vale, Camila...—Me rio. —Mañana nos vemos, chao. —Me despido antes de colgar.

Estaba a punto de volver adentro, a seguir burlándome del cabreo de Liv... pero supongo que si no hubiese vuelto a buscarme no estaría escribiendo esto.

𖡼.𖤣𖥧𖡼.𖤣𖥧
AAAAAAAAY, que emoción, gentecilla😭😭 Al fin todo comienza a tener mucho más sentido y eso solo puede significar una cosa...Que no pienso decir porque lloraría :')
Pero bueno, seamos felices con nuestros gemelos de calcetines mientras dure🤎🤍

Feliz de teneros, guapxs🩷

El amor verdadero es caprichoso.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora