La escogí porque me di cuenta de que valía la pena, valía los riesgos...

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29 de septiembre.

Irish.
No sabía que adoptar a un gato fuera tan complicado; Acabo de salir de la veterinaria que hay a la vuelta de la esquina, donde me han dicho que Almendra (Como he bautizado a mi nueva gata) Es una Scottish Fold blanca, con la carita y patas grises y tiene unos diez meses de vida, así que acabo de comprarle todas las latas de comida que había para ella. Por no hablar de la enorme caja de arena que le he comprado; Blanca con brillantina rosa, ni de la enorme cama que bajé a comprarle el mismo día que la encontré y ella simplemente prefirió dormir sobre mi almohada.
Ahora he dejado a Livvie con ella ("Livvie" es como llamo a Olivia, mi mejor amiga) Liv es más bien pesada cuando se trata de Almendra, quiere tenerla todo el tiempo en brazos y comérsela a besos cada vez que tiene ocasión, pero ella es...Un tanto despegada, por así decirlo. Menos conmigo, a mí me sigue hasta al baño.

Sigo intentando abrir la puerta de mi apartamento mientras continúo escribiendo esto, pero no es demasiado fácil hacerlo ya que llevo como cinco bolsas más.

— ¿Necesitas ayuda? —Oigo una voz masculina y levanto la cabeza asustada, escondí el móvil en una de las bolsas.

— ¿Qué? —Miro asombrada al moreno que ahora me mira divertido.

—Que si necesitas ayuda. —Repitió riéndose mientras cerraba la puerta de su apartamento. Era el vecino que se había quejado el otro día del ruido.

—Eh...No, no, gracias. —Hablo con rapidez al oír a Liv acercarse a la puerta y comenzar a abrirse.

—Se te van a caer los...—Me advierte, pero aun así caen de la bolsa y terminan frente sus pies —Los calcetines de gatos. —Termina divertido.

—Gracias...—Le sonrío nerviosa y camino hacia mi apartamento.

—Espera, los calcetines. —Los tiende frente a mí.

—Eh... ¡Te los regalo! —Cierro la puerta con el pie y al fin respiro con tranquilidad.

— ¿Quién era ese? —Pregunta Liv con Almendra entre sus brazos.

—Un vecino...—Dejo las cosas en el nuevo sofá y me tiro al lado.

—Pero, ¿Por qué has huido? ¡Está buenísimo! —El grito asusta a Almendra y se lanza de sus brazos hasta mí.

—Liv, vengo de comprarme unos calcetines iguales. ¡Le he copiado los calcetines! —Digo obvia. —Y se ha dado cuenta. Dios mío, que vergüenza...—Echo la cabeza hacia atrás y cierro los ojos.

— ¿Utiliza calcetines de gatos? —Frunce el ceño. —Joder, le ha quitado el morbo a todo. —Finge un escalofrío.

—Oye, si insultas a los calcetines de gatos, me insultas a mí. —Le miro mal ojeando de reojo mis calcetines de conejos rosas que sobresalían de mis viejas converse.

—Bueno, en realidad, me da igual los calcetines, seguro que la tiene enorme. —Comenta tirándose a mi lado.

— ¡Olivia! —Le miro asqueada.

— ¿Qué? ¿No piensas igual? —Me mira extrañada.

—Eh...Pues...—Balbuceo. —Eres una asquerosa. —Cambio de tema.

—Ajá, sí que piensas igual lo que pasa es que no quieres admitirlo. —Se encoge de hombros muy segura.

—Mejor cállate ¿Quieres? —Le sonrío falsamente y agarro a Almendra para acariciarla. — ¿Qué tal con Carl? —Pregunto mientras beso la cara de mi gata.

—Creo que voy a dejarle...—Suelta y le miro de golpe.

— ¿Cómo dices? ¿Qué ha pasado? —Murmuro asustada.

El amor verdadero es caprichoso.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora