El amor es un secreto, que los ojos no saben guardar.

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1 de octubre.

Jake.
Como odio cuando me dejan a medias, enserio, y algo que odio aun más es que venga el cartero o algún repartidor cualquiera de comida rápida llame a mi puerta mientras estoy follando.

— ¡Ya voy! —Bufo cabreado mientras salgo de mi cuarto con el pantalón a medio poner. —Tú no te levantes a abrir ¿Eh? —Miro mal a Dylan, el cual estaba en el sofá sin camiseta y manoseando su guitarra.

—Bastante tengo con oíros follar, como para que también te abra la puerta. —Murmura sin levantar la mirada. Ruedo los ojos y sigo hacia la puerta, abro y sinceramente, nunca imaginé ver esa escena frente a mí en el momento que decidí abrir la puerta.

—Hola...Hola, lo siento muchísimo, de verdad, pero...—Habla a la chica frente a mí.

— ¿Estás puto sangrando? —Miro su mano llena de sangre con las cejas fruncidas.

—Sí, bueno...—Se encoje de hombros.

—Pero, ¿No....No te duele? —Le miro extrañado mientras termino de colocarme la camiseta por los brazos.

—Me duele muchísimo. —Lloriquea. —No....No te pediría ayuda, pero he...He intentado llamar a Liv y....No contesta. —Se limpia la nariz con el hombro de su jersey. —También he intentado pedir ayuda a....a....No sé cómo se llama, pero creo que me ha insultado en otro idioma. —Intenta explicarme entre lágrimas.

— ¡Ostia puta! —Dylan se asoma por mi hombro. —¿Qué coño te has hecho, tía? Nos está llenando el puto felpudo de sangre. —Me toquetea el hombro para que me dé cuenta.

— ¿Te encuentras bien? —Paso de Dylan y me centro en la pálida cara de la chica.

—Creo...Creo que voy a desmayarme...—Parpadea continuamente.

—Mierda. —La agarro como puedo.

••••••

—Juls te va a matar...—Dylan niega la cabeza a mi lado.

—Me da igual, ni siquiera estamos saliendo. —Me cruzo de brazos.

—Si a mi me dejan a medias y encima se larga sin ninguna explicación...Ya se pueden ir olvidando de mí. —Se encoje de hombros.

—Me alegro, pero como solo follas con la de la limpieza, creo que podré superarlo. —Sonrío falsamente.

— ¡Eh! Estaba realmente buena ¿Vale? —Puntualiza señalándome con un dedo, ruedo los ojos y me levanto de golpe al ver a la chica morena que hacia un rato había recuperado el conocimiento y caminaba hacia nosotros con un montón de papeles en la mano.

— ¿Qué ha pasado? —Le pregunto curioso.

—Me tienen que poner puntos...—Hace un mohín.

—Bien, pues corre, porque estas poniendo el pasillo bonito. —Ironiza Dylan a mi lado.

—Ese....Ese es el problema. —Me mira directamente a mí. —No....Dios, que vergüenza, no....No quiero entrar sola. —Dice avergonzada.

—Yo te acompaño, si quieres. —Me encojo de hombros.

—Gracias, de verdad. —Me sonríe como puede.

—Pues yo no pienso quedarme aquí solo, también quiero entrar. —Se queja Dylan. Así es como acabamos los tres en un diminuto cubículo en la zona de urgencias esperando a que el doctor hilara la aguja.

—Está bien, Irish, voy a comenzar ¿Vale? —Informa el doctor y me sirve como presentación, ya que ninguno de los dos nos habíamos dicho nuestros nombres a pesar de hablar varias veces. Estaba tan perdido en mis pensamientos, que ni siquiera me doy cuenta que Irish ha agarrado mi mano y la aprieta con fuerza, está aterrorizada. —Puede que notes una pequeña molestia...—Avisa y observo como una lagrima suelta resbala por su mejilla. La aguja le traspasa la piel y hace el primer punto.

El amor verdadero es caprichoso.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora