.CAPÍTULO SEIS.

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Capítulo seis: "Rostros conocidos y no tan conocidos".

Caminar entre calles oscuras y sinuosas en compañía de su tía Bellatrix usando una poción multijugos para parecerse a una señora totalmente desconocida de la estación de King's Cross le parecía de lo más ridículo que había tenido que hacer en su corta vida. 

Con doce años, Artemisa era completamente capaz de entender que su tía se escondía de autoridades y aurores que pudieran reconocerla entre las multitudes, utilizando una poción que hasta ese momento su sobrina desconocía por completo. La mujer reprochaba a cada paso que daban, la niña había querido que ella la acompañara en lugar de su elfa doméstica, Perdiz. Con su cabello cobrizo y corto cubriéndole el perfil y su afilada mirada del color de la miel, la pequeña arrastró su baúl con contenida excitación por volver a pisar la plataforma 9 3/4, deseando más que nada una rápida y efusiva despedida de Bellatrix para poder comenzar a correr en busca de sus amigos. 

Le hubiera encantado a Artemisa seguir contestando las cartas de sus compañeros de casa, pero tan pronto como su tía descubrió que había logrado contestar una de ellas, incendió el resto y le ordenó a Perdiz que hiciera lo mismo en su ausencia. Según ella, bajo ningún término podían conocer su paradero o interceptar la lechuza familiar, y le costó un gran castigo entenderlo.

Artemisa aún podía sentir como el látigo desprendido de la varita de su tía le quemaba la piel de la espalda, cómo había aprendido a mantener el silencio mientras la castigaban para que durara menos de lo esperado. Podía recordar también las manos de Perdiz curando sus heridas con la varita de la niña, realizando encantamientos que, si bien no podían desaparecer las cicatrices ocasionadas por su tía, tenían la habilidad de cicatrizar más rápido y que estas dejaran de doler. 

La pelirroja conocía muy bien el dolor, y al pasar los años, estaba segura de que no podría sentir nada cuando su tía volviera a ponerle las manos encima. 

- Camina, Artemisa. Debemos ser cautelosas.- le recriminó la desconocida mujer. 

A Artemisa le costó trabajo recordar que aquella señora, de labios rojos, traje entallado y peinado como de revista era en realidad un disfraz para ocultar la apariencia real su tía, y casi piensa que la adulta la había confundido con alguien más. La columna de la estación 9 3/4 se hizo visible a la lejanía y la pequeña pelirroja distraída comenzó a acelerar el paso, escuchando como las ruedas de su carrito la seguían a sus espaldas. 

También llevaba en su mano libre una enorme jaula que le estaba dando trabajo acarrear con ella, pero el peso no le importó porque la lechuza inmensa que descansaba dentro, escondiéndose entre su plumaje cobre y temerosa ante nuevos sonidos, era ahora su nueva mascota y la protegería con su vida. Había estado pidiéndole a Bellatrix una lechuza para Hogwarts desde que había llegado el curso pasado, prometiéndole que la entrenaría como a un halcón y que no causaría problemas. Como regalo adelantado de su cumpleaños, el cual caía el trece de septiembre, la bruja había cedido ante sus plegarias y le había conseguido al precioso animal, aclarándole que, si para el receso del año entrante este no estaba entrenado, lo sacrificaría para hacerle entender que había fracasado en su promesa de educarlo. 

- Bueno niña, corre antes de que pierdas el expreso.- la mujer le dió un corto apretón en el hombro una vez ambas se encontraron frente a la columna que transportaría a la pequeña alumna a la plataforma mágica. A su alrededor, los gritos de los muggles perdiendo sus trenes y riendo entre compañeros de trabajo distrajo a la bruja mayor, quién paseó su petulante y asqueada mirada por las personas no mágicas. Artemisa podía jurar que casi anhelaba un abrazo de su tía, alguna forma de cariño que le hiciera entender que la quería a su manera...pero nada ocurrió.- ¿Sucede algo?

UNA ROSA NEGRA {DRACO MALFOY}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora