.CAPÍTULO ONCE.

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Capítulo once: "La última vez".


- Recuerda por favor no terminar en la oficina del director otra vez, que frecuentes los espacios de ese hombre chiflado no es bueno para ti. 

- Ajá.

- No seré tu tutora oficial este año, ni ninguno lo he sido...pero estás ensuciando el nombre de quien debe hacerse cargo de ti en la escuela. Si debes pedir ayuda a alguien, no vayas con Dumbledore sino con Severus.

- Claro.

- Es solo ese favor, no pido mucho...debes encargarte de mantener el perfil bajo por ahora.- la mujer de cabello erizado por la humedad se posicionó firmemente frente a la adolescente, inclinando su cabeza para corroborar que la mirada perdida de su sobrina no se encontraba sobre ella sino sobre un sucio comic. No estaba escuchándola en lo absoluto.- ¡Deja ya esa maldita revista!

Artemisa cerró casi de inmediato su cómic de "Las aventuras de Martin Miggs, el muggle loco", reconociendo la tonada en la voz de la mujer casi como un acto reflejo. Cuando Bellatrix abría las cuencas y apretaba los labios en una fina línea, estaba conteniendo sus ganas de lanzarle una maldición.

- No voy a repetirte una sola palabra, así que más vale y me hayas comprendido, muchacha.

- Te he dicho que si.

Su tía revolvió el prolijo cabello recortado de la joven en una extraña forma de cariño, pero Artemisa no correspondió sino que no tardó en echarle un impaciente vistazo a su nuevo reloj de manecillas mientras esperaba a que la bruja terminara de regañarle como le era costumbre. Estaba tan alta como su tía, y su figura había comenzado a cambiar dado a que estaba adentrándose en la pre adolescencia. Su cabello, sin embargo, se mantenía al mismo nivel de su mandíbula y tan pelirrojo que se parecía a un Weasley, aunque con el fleco ahora llegándole bajo las cejas, teniendo que correr este hacia los costados. Bellatrix seguía cortándoselo casi tan corto como cuando era pequeña, según ella de esa forma ningún enemigo podría sorprenderle porque tenía la vista cubierta por una extensa cabellera inútil.

Deseaba con locura ferviente poder tener una cabellera como la de sus amigas, extensa y larga cayendo por su espalda, decorada de accesorios o trenzada al igual que una criatura mágica. Pero no podía darse esos lujos, al menos no viviendo bajo el techo y cuidado de Bellatrix Lestrange.

Ambas se encontraban resguardadas detrás de unas escaleras voluptuosas pertenecientes a la estación de King's Cross, y Bellatrix se despedía de ella una y otra vez antes de que Artemisa atravesara el portal hacia la 9 ¾. La mortífaga estaba cubierta por una túnica pesada y anteojos negros que cubrían sus ojos oscuros, ya que si alguna bruja o mago lograba verla y reconocerla como prófuga de Azkaban, sería una gran tragedia que no deseaba que su sobrina presenciara. La poción multijugos no había sido un lujo que Bellatrix se haya dado ese año, y aunque le extrañó a Artemisa lo descuidada que su tía estaba siendo, se juro que quizá era su propia imaginación haciéndola sacar conclusiones inútiles.

- Deberías decirme el nombre de mi tutor al menos, ¿Es Snape, verdad? Sería considerado conocer a quien debe hacerse cargo de mi porque tu nombre está en cualquier cartel de Azkaban- luego de eso, Artemisa se arrepintió de su palabrería osada.

Su tía la tomó del borde de su campera de mezclilla y la atrajo hacia sí, como si ni siquiera fueran familia y estuviera tratando de asustarla. La miraba con los ojos entrecerrados, tratando de que se arrepintiera de lo que había dicho con tan sólo una mortífera mirada. No hicieron falta palabras, porque Bellatrix sabía que la niña era perfectamente consciente de lo que era capaz, del daño que podía causarle, de los castigos que podría aplicarle.

UNA ROSA NEGRA {DRACO MALFOY}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora