.CAPÍTULO UNO.

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Capítulo uno: "Lazos peligrosos"

- Aberto.

El siniestro silencio que sumía las paredes era característico, al igual que el olor acre que despedían las alfombras antiguas, las rosas marchitas de los floreros sin cambiar, los cuadros de marcos voluminosos plateados y negros.

El ruido de los burletes arcaicos de la puerta de roble gruesa rechinaron contra el extenso pasillo de la mansión Lestrange. La niña desvió la mirada hacia sus zapatos antes de salir por completo, se trataban de unas botas de negro cuero en punta que su tía había confeccionado solo para ella; estaban arañadas pero pulcramente limpias con reluciente tintura de lustrar. A la pequeña le gustaba corretear y hacer de las suyas tal como lo estaba haciendo ahora, pero su apariencia jamás estaría desalineada...eso su tía lo aberraba. 

Se preguntó si debía quitarse el calzado para evitar hacer hasta el menor ruido posible, pero sabía que, aunque tomara cualquier medida preventiva, su tía la descubriría de una forma u otra. Se decidió entonces por dejárselas puestas, ya estaba perdida de todos modos.

La pequeña pelirroja, quien lucia un oscuro vestido floreado y medias de lana negras a juego, escapó en puntillas de su habitación. La madera gruñía a cada paso que daba, y aquello se debía a que se trataba de una casa vieja aunque bien mantenida, que había sido pasada de generación en generación. Las personas de los cuadros que decoraban las paredes siempre le daban miedo, y la niña daba gracias a Merlín por no haber tenido el placer, o la desgracia, de conocerlos en vida. Eran individuos de buen porte, de miradas altaneras o malignas, de sonrisas cínicas o aterradoras, con peinados estirados y aburridos y vestimenta reservada. Siempre que caminaba por aquel pasillo, centraba su mirada al frente y no la desviaba hacia los costados, intentando ignorar a las figuras siniestras. Aquella vez, se detuvo frente a los retratos y les hizo frente.

La muchacha apretó con fuerza entre los dedos a su fiel varita y eso remedió su temor, brindándole seguridad y confianza en si misma. 

Su varita blanca contenía un núcleo de pluma de ave del trueno, conocido como uno de los más peligrosos. Las varitas hechas con aquel material solían ser muy caprichosas a la hora de encontrar dueño y podían hacer estragos por cuenta propia. 

Cuando aquella varita la eligió, su tía amenazó a un experto para que descifrara, con sus gratas habilidades de lectura, como se sentía la varita bajo el mando de una niña como Artemisa. El hombre dijo que jamás, en mucho tiempo, había sentido que una varita de aquel material pudiera ser tan fiel a alguien. El objeto, sin embargo, se había encariñado tanto con su pequeña dueña que la protegería nublando su visión si esta estaba en peligro, convenciéndola de hacer cosas de las que en su estado de sobriedad no era capaz. Aquel último dato le fascinó a su tía, ya que estaría tan segura que nadie nunca le pondría una mano encima.

La madera era de Álamo. El vendedor dijo que era una combinación poderosa, aquella madera pertenecía a duelistas decididos y determinados y le atraían las aventuras bajo las propias órdenes del núcleo que la había elegido.

La pequeña sabía que era imparable con aquella varita, o al menos así se sintió cuando, por vez primera, había tomado la misma entre sus manos. Fue por ello que aquel día, en el que su casa estaba atestada de personas nuevas, se sintió completamente segura como para salir de su recamara a husmear, una aventura que había evitado desde hacia tiempo ya que le costó varios castigos. Su tía había cerrado la puerta de su habitación con llave, para evitarle a la muchacha la tentación de salir, aunque eso jamás la había detenido. A escondidas de su tía leía mucho más de lo que la adulta pensaba, tomaba libros de la biblioteca personal de los Lestrange y se pasaba las tardes enteras descifrando hechizos que aún no se le habían sido enseñados. 

UNA ROSA NEGRA {DRACO MALFOY}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora