Capítulo 6 · Miedo

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Sterling

La charla con Carl fue bastante mejor de lo que esperaba, sabiendo cómo era y lo histérico que solía ponerse por todo. Fue una charla preventiva, en la que acordamos cómo haríamos las cosas y cómo solucionaríamos los posibles problemas que pudieran surgir, aunque los evitaríamos a toda costa. Nos hizo saber que no contáramos la verdad a nadie que no fuera él (y Dom y Pablo, que ya lo sabían), especialmente a mi agente, porque no solo me representaba a mí, también a otros futbolistas y lo último que necesitábamos era que se escaparan rumores.

Unos minutos después, estaba yendo hacia el aparcamiento con Jade, que parecía segura de estar haciendo eso. Más que cuando fui a su apartamento a hablar con ella. Y me alegraba, porque no quería que hiciera eso obligada o condicionada.

―He estado pensando ―me dijo cuando llegamos al aparcamiento y caminamos hacia mi coche. Según lo que me había dicho, había aparcado el suyo al lado del mío.

―¿En qué?

―Creo que esto será más fácil y más natural si nos conocemos de verdad.

―¿A qué te refieres exactamente con conocernos de verdad? Yo, con mucho perdón y sin ánimo de ofender, me pareces increíblemente preciosa, pero no tendría nada contigo nunca; tu tío me arrancaría lo que viene siendo toda la zona genital, y no me apetece perderla.

Sonrió un poco, con las mejillas sonrojadas. Y me pareció aún más bonita.

―Conocernos en plan amigos, tonto del bote. Y tú no eres mi tipo, no te me subas a la parra.

―¿Cómo no voy a ser tu tipo? ―Me señalé―. Mírame.

―Te veo, te veo.

―¿Entonces? No te tomaba por una persona con mal gusto, Jade Lennox ―bromeé.

―Me pareces bastante guapo y... agradable a la vista, en general. Pero no sonríes.

―Claro que sonrío. Lo hago mucho.

Muy  poco.

―¿Que sea una persona seria ya hace que no sea tu tipo?

No sé por qué, pero incluso llegó a ofenderme aquello. No debería, pero...

―En efecto ―concluyó, sacando sus llaves de la bolsa―. A mí me gustan las personas cariñosas, que sonríen, que hacen chistes malos... Y tú eres más seco que el desierto de Arizona, sonríes poco y parece que lleves un palo en el culo el 90% del tiempo.

―Me estoy sintiendo ofendido ―admití.

Ella sonrió tímida y con disculpas.

―Tú me has preguntado...

―Lo sé, lo sé.

―Bueno, que lo único que yo decía es que deberíamos conocernos más para hacer que esto sea más natural y menos incómodo. Nos conocemos desde hace unos pocos días y, aunque me caes bastante bien y lo poco que hemos hablado siento que congeniamos bien, no es suficiente. Jamás pensé que diría esto a un futbolista, pero... ¿cenamos?

―Cenamos ―acepté―. Elijo yo el sitio, que tengo muchas ganas de ir a un restaurante nuevo que los del equipo me han recomendado mucho.

―Perfecto, pues... ―Se puso de puntillas, inclinada un poco hacia mí, pero luego volvió a ponerse plana―. Dios, qué difícil va a ser besarte la mejilla con lo alto que eres.

―Ven, anda ―murmuré con una risa.

Ella se puso de puntillas de nuevo, yo la agarré de la cintura y bajé un poco la cabeza. Ella besó mi mejilla, entre el centro y la comisura de mis labios. La miré a los ojos cuando nos separamos, y vi que sus mejillas volvían a tomar un color rosado.

Fuera de juego ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora