Sterling
Había llegado el noveno cumpleaños de mi hija. Si algo me gustaba era poder celebrar las cosas con ella, porque siempre le entusiasmaban mucho las celebraciones en general. Y a mí me daba la vida verla feliz.
Tras horas de insistencia, había logrado que Mia informara a todo el mundo que no iba a ser una fiesta formal. Todos vestidos de calle. A ella le iba más el lujo que a Jane los dulces, y a mí no me daba la gana que mi hija no tuviera la fiesta que quisiera porque su madre quería que todos se vistieran de etiqueta.
Si Jane quería que en su fiesta de cumpleaños hubiera un castillo hinchable, lo habría. ¿Un pastel de cuatro pisos? ¿Un mago? ¿Globos lilas? Lo tendría. Era su día, no el mío o el de su madre.
A las cuatro de la tarde pasé a buscar a Jade. ¿Como de extraño era que en mi cabeza pensara en ella como en mi pareja y no en una amiga que me ayudaba a aparentar? Salió de su casa alisándose la falda de su vestido; no quería ni imaginarme cuántos vestidos tenía, porque solo le había visto uno repetido. Y eso que llevaba vestidos cinco de siete días de la semana, como mínimo.
Ese día llevaba uno de color naranja oscuro, muy otoñal, de manga tres cuartos, ceñido y largo hasta justo encima de las rodillas, y sin escote alguno. En los pies, unos Converse blancos. Su pelo suelto ondeaba con el viento que se había levantado hacía un par de horas y de su hombro colgaba un bolso que aún no le había visto.
Solía llevar siempre una tote bag que usaba para ir a trabajar y, el resto de días, otro bolso de más pequeño y de color negro. Ese día era de color blanco roto, a conjunto con sus zapatos. Además, llevaba una caja púrpura con un lazo blanco entre sus manos, en la cual estaría el regalo de Jane.
Se colocó un mechón de pelo tras la oreja antes de abrir y entrar al coche. Ese día llevaba el Ariya negro, el coche más discreto que tenía, y como era bajo no necesitaba que le echara una mano al subir del coche. Lo hubiera hecho si fuera el azul, aunque rápidamente porque ese día circulaba bastante gente por esa calle.
―Oye, qué guapo estás, Sterling.
Cerró la puerta con cuidado mientras me miraba y yo juro que sentí un latigazo de placer. ¿Por qué? HABÍA CERRADO LA PUERTA CON CUIDADO.
―Gracias, Jade. Tú estás increíble.
Me sonrió agradecida y debió leerme el pensamiento, porque no me lo agradeció con palabras, sino con un beso en la comisura de los labios.
―¿Cómo?
Soltó una risita y puso sus manos en mi nuca antes de besarme los labios en condiciones. Sonreí un poco en sus labios, sintiendo mi corazón ensordecerme con sus latidos.
―Mucho mejor ―alegué mientras arrancaba el coche y nos ponía en camino a casa de mi ex. La que había sido mi casa también durante unos años.
―Mañana empezáis la Champions. ¿Emocionado?
Sonreí, un poco nervioso, y asentí con la cabeza.
―A ver qué tal.
―El Sevilla es un gran equipo, pero podréis con ellos. Estoy segura.
―Eso espero. Oye, a todo esto... La rueda de prensa es ahora.
―Ya.
―¿No deberías estar tú allí?
―Sí, pero he pedido un cambio solo hoy para poder venir.
―Jade...
―Sshh, ni una palabra.
Deslicé mi mano hacia su muslo y di un pequeño apretón, haciéndole saber silenciosamente lo que apreciaba su esfuerzo. Ella colocó su mano encima de la mía y, como normalmente, enlazó sus dedos con los míos.
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Fuera de juego ©
RomanceSterling Abbey está en guerra con la prensa; está cansado de que su vida privada sea más relevante que su carrera futbolística. ¡Es el mejor portero de Europa! Y aún así, cada semana es portada en todos los medios digitales por ser visto con alguna...