Capítulo 30 · Mia

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Sterling

No pensé que el día llegaría tan pronto.

Realmente, sabía que Jade se vería superada por todo en algún momento, pero no tan tarde. Es decir, pensé que se agobiaría al principio y luego todo vendría rodado, pero, por lo contrario, se guardó todo ese agobio dentro de sí y llegó un momento en el que explotó.

No negaré que cuando me dijo que no podía más, no quise aceptarlo. No quise aceptar que me dejara después de todo lo que habíamos creado juntos las últimas semanas, porque ya no se trataba de una farsa. Éramos nosotros; nosotros de verdad. Tardé un poco en recapacitar, e incluso pude llegar a parecer insensible a sus ojos, pero no podía evitarlo. Cuando una ruptura te llega de pronto, sin verla venir, te impacta y es inevitable negar que esté ocurriendo.

Creo que lo peor de todo fue verla mal, llorando, ahogada.

Cuando vi que habían subido un trozo de la entrevista que había dado esa mañana, en la que la acusaban de no haber llegado a lograr lo que ha logrado con su esfuerzo sino gracias a mí, me hirvió la sangre. La gente los criticó bastante, pero eso no quitaba el hecho de que Jade llegara a sentirse muy mal. Tenía la prensa detrás, la llamaban interesada, la acusaban de ponerme los cuernos y de mil cosas más, y además le quitaban todo el mérito, habiendo estudiado y trabajado durante años. Entendía que se ahogara.

Solo una semana después (en la que no vi ni un solo día a Jade), me tocó ir de nuevo a por Jane. Cuando llegué a casa de Mia, sorprendentemente ella estaba allí. Hacía como que leía sentada en el sofá que primero se veía al entrar al salón. Y digo que "hacía como" porque odiaba leer con toda su alma. No había leído un libro en su vida.

―Oh, hola, no te esperaba ―dijo sin levantar la vista del libro.

―Si te he llamado hace dos horas avisándote de que vendría.

―Ya, pero ya se me había olvidado.

―¿No está lista Jane?

―Claro, ¿por quién me tomas? ¡Jane, tu padre!

Al instante, una puerta de la segunda planta se cerró y un seguido de pasos se oyeron. Vi a Jane bajar corriendo las escaleras con una gran sonrisa y yo también sonreí sin poder evitarlo. Saltó a mis brazos y yo la sujeté con fuerza.

―Hola, cielo ―besé su mejilla un par de veces.

―Hola, papá. ¿Ha venido Jade contigo?

Sonreí, tratando de que no notara que la echaba tanto de menos que hasta dolía.

―No, a Jade no sé si la veremos mucho este mes...

―¿Por qué? ―preguntó con una mueca triste.

―Porque las novias y los novios van y vienen, hija ―Mia, que se había levantado, le acarició el pelo a Jane. Yo la miré mal. Bastante, de hecho.

―Sigo estando con Jade ―espeté.

―Claro, si se van a casar ―dijo Jane apoyando su cabeza en la mía―. Duermen juntos. Y si duermen juntos, es porque se van a casar.

―Venga, al coche.

La bajé antes de que soltara más burradas y ella colgó su bolsa de deporte en la espalda, besó la mejilla de su madre para despedirse y se marchó de casa. Yo agarré la bolsa con sus libros sin quitar la mirada de Mia, que me miraba fijamente y no precisamente bien.

―¿Vas a casarte con esa niña?

―No es una niña. Y no todavía.

―No eres para ella, cielo.

Fuera de juego ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora